2- Sonrisas

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Seis meses atrás

—Vamos, Alex, cuéntame. Te juro que la ansiedad me está matando desde ayer —parece que habla en serio, ya que sus ojos se abren como platos, expectantes por escuchar al menos una palabra de mi boca.

—Pues... —me da muchísima gracia ver su cara, así que me entretengo haciéndola sufrir un poco más. Su expresión la hace parecer una esquizofrénica deseosa de información, lo cual resulta realmente gracioso, al punto de que me falta muy poco para soltar una carcajada.

—¡Dilo ya, chica!

—Estamos saliendo —sus ojos se desorbitan aún más y no puedo contener la risa.

—¡Oh, joder! ¡JODER, ALEX!

—Pero cálmate ya —digo entre risas.

—¿Que me calme? ¡Mi amiga está saliendo con uno de los tipos más atractivos, ricos, inteligentes y, obviamente, el más cotizado de toda la universidad!

—Lo sé, Yei —su forma de actuar a veces se asemeja a la de una niña de seis años, pero debo admitir que su efusividad alegra mi tarde.

—No creí que fuera tan rápido, pero estoy muy contenta por ti, chica. Aunque la verdad, los problemas no se harán esperar.

—¿A qué te refieres con eso, Yeila? —su comentario me deja totalmente desconcertada.

—¿Cómo que a qué me refiero? ¿De verdad no lo entiendes?

—Dime tú, genio.

—Vas a tener un ejército de dolidas en tu contra: las "casi algo", las enamoradas platónicas, las fans, las administradoras secretas, las exnovias y las pegajosas por naturaleza. Serán como poco el ejército de muertos vivientes de "Juego de Tronos".

—Vamos, Yeila, no exageres.

—¿Que no exagere? Pero es que no me has escuchado.

—¿Es que no me conoces lo suficiente? Puedo con eso y más.

—Está bien, no exagero —alza las manos en señal de rendición y luego intenta lanzar una mirada intimidante —Pero escúchame bien: la que intente causarte la más mínima molestia juro que va a pasar el peor año universitario de su vida.

—Vámonos ya, ¿quieres? —digo entre risas.

—¿Pero por qué tanta prisa? ¿No piensas contarme los detalles?

—De los detalles no hay mucho de qué hablar, pero tengo que hacer un trabajo que pidió el señor Boris para el viernes.

—Es martes, mujer. Aunque si lo ha pedido la roca sin sentimientos, no culpo a tu sistema nervioso por los síntomas de estrés —suelta de manera venenosa después de poner los ojos en blanco.

—Yeila —la llamo por su nombre a modo de regaño.

—Está bien, me callo —me observa con una sonrisa burlona.

Boris Ryder es mi profesor desde casi el primer año de carrera. Es un hombre exigente y poco amistoso, pero sabe muy bien cada detalle de lo que está hablando cuando se para frente a la gran multitud de posibles hombres y mujeres acaudalados y poderosos del país... o del mundo. No es un mal tipo, pero Yeila no lo soporta desde que casi reprueba el año pasado por su causa. ¿Qué puedo decir? Mi amiga es de las que perdonan pero nunca olvidan. Cabe añadir que también intentó seducirlo para aprobar y su situación se volvió aún peor; y no la culpo. A pesar de su carácter, nuestro profesor de sociología trae babeando por él a casi toda la población femenina de la universidad, ya que no es muchos años mayor que la mayoría. Y aunque Yeila logró aprobar, a día de hoy el señor Boris la tiene contra las cuerdas en su clase.

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⏰ Última actualización: Oct 24 ⏰

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