Desde lo alto de la torre más elevada del palacio, podía ver toda la ciudad extendiéndose ante mí. Los edificios brillaban bajo el sol radiante, reflejando la perfección y el orden del reino. A lo lejos, el horizonte se teñía de los colores cálidos del atardecer, pero incluso allí, más allá de los confines de mi hogar, sabía que mi vida seguía limitada por el peso de mis responsabilidades.
—Soy la princesa heredera de Universeel, eso soy para ellos— murmuré algo pensativa, observando a la gente ir y venir por las calles.
Apenas tengo 15 años, pero ya siento sobre mí la carga del destino. Soy curiosa y terca, pero también amable y comprensiva. Conozco mucho más de lo que mi madre cree; sé sobre los diferentes reinos, sobre los secretos de mi planeta ,Yalwa, y también sobre los misterios que habitan más allá, en otros planetas. Mi mente anhela más que estas paredes. Mis pasatiempos, montar a mi dragón, dibujar y leer, me permiten escapar, aunque sea un poco, de esta jaula dorada. Soy buena en combate también, pero no puedo evitar preguntarme si todo esto será suficiente para lo que el futuro me tiene preparado.
Cuando las personas me miran, dicen que soy la viva imagen de mi madre cuando era joven, aunque con piel bronceada y ojos de color marrón. Y a pesar de nuestras diferencias físicas, hay algo que sí compartimos: la sombra del deber que siempre nos sigue.
Mi madre, Rianna Univers, es la reina perfecta, una mujer de 30 años que parece haber sido esculpida por los dioses. Tiene el porte elegante de una reina, con su cabello negro como el ébano, piel blanca como la nieve, y ojos tan azules como el cielo despejado. Desde pequeña, me ha enseñado que gobernar no es un privilegio, sino una responsabilidad. Gobernar, para ella, es mantener el equilibrio entre el poder, el deber y la sabiduría. Pero siempre hay algo más profundo en sus palabras, una historia no contada, una que parece estar relacionada con mi padre, a quien nunca conocí.
—Jean, eres el futuro de este reino— me decía mi madre una y otra vez con una voz firme pero delicada —Debes ser fuerte, sabia y estar siempre preparada para lo que venga—.
Pero yo no me siento fuerte, ni sabia. Mi madre, a pesar de su cariño, es firme en todo lo que se propone. Ama la naturaleza y su fortaleza es inquebrantable, pero también teme que me pase lo mismo que a ella con mi padre. Aunque no lo admite, su mirada me lo ha revelado. No quiere que repita su historia, ni que quede atrapada en decisiones que no elegí. Incluso recuerdo que cuando tenía 7 años, le pregunté por él y solo dijo que era un guerrero que conoció en una reunión sobre la protección del trono. Nunca volví a preguntarle; sabía que le dolía hablar de ello.
—El equilibrio de nuestro reino y del mundo depende de nosotras, Jean. Tu destino está marcado, y nuestro pueblo depende de que aceptes tu papel— me decía con esa mezcla de suavidad y firmeza que caracteriza a su voz —El poder que tenemos es un don, pero también una carga. Nunca olvides eso. Lo que haces no es solo por ti, sino por todos.
Cada vez que lo decía, algo dentro de mí se rebelaba. ¿Es justo que toda mi vida ya esté escrita antes de que pueda siquiera decidir quién quiero ser?
La vida en el palacio era deslumbrante, y cualquiera pensaría que lo tenía todo. Los sirvientes atendían cada uno de mis deseos, la riqueza y los lujos me rodeaban constantemente, y cada detalle de mi existencia parecía diseñado para mi comodidad. Pero esa misma vida perfecta era mi jaula dorada. Mientras otros jóvenes de mi edad disfrutaban de la libertad de descubrir el mundo por su cuenta, yo me encontraba atada a un destino que no había elegido.
En mis sueños, me veía explorando las tierras lejanas de los otros reinos, conociendo personas nuevas y viviendo aventuras que desafiaban mi imaginación. Pero cada mañana, al despertar, me encontraba de vuelta en la misma realidad: la princesa de Universeel, destinada a gobernar y cumplir con mi deber.
De repente, el sonido de la puerta me sacó de mis pensamientos.
—Jean, es hora del consejo real —dijo mi madre, con una voz tranquila y llena de autoridad, afuera de mi habitación.
Respiré profundamente, sintiendo nuevamente el peso de las expectativas sobre mis hombros.
—Ya voy, madre— dije con resignación.
En mi interior, deseaba que ese consejo fuera el último al que tendría que asistir.
Mientras caminaba por los largos pasillos del palacio, mis pensamientos se volvían más confusos. Sabía que mi vida estaba llena de privilegios, pero me preguntaba si alguna vez podría sentir la libertad que anhelaba. Mi dilema era constante: "cumplir con las expectativas de mi familia y mi pueblo o seguir el llamado de mi propio corazón."
Al entrar en la sala del consejo, vi a mi madre sentada en el trono de oro, rodeada de consejeros que esperaban mi llegada. La luz del sol se filtraba por las altas ventanas, iluminando el majestuoso salón donde se tomaban las decisiones más importantes del reino. Me coloqué en mi lugar, un trono de plata que estaba al lado de mi madre, y traté de concentrarme en las discusiones políticas que comenzaban a desarrollarse a mi alrededor.
Pero mi mente no estaba allí. Estaba lejos, en algún lugar desconocido, donde las expectativas no existían y el deber no pesaba tanto. Estaba en el borde de una gran aventura, una aventura que sabía que algún día tendría que emprender. Sin importar las consecuencias.
—¿Es esta la vida que quiero? ¿O es solo la vida que me han dicho que debo vivir?— pensé.
Al terminar la reunión, me quedé a solas con mi madre. Me pareció el momento adecuado para discutir lo que pensaba desde hace tiempo, así que, reuní todo mi valor y empecé a hablar:
—Madre... he estado pensando... ¿Qué pasa si no quiero gobernar?— dije intentando sonar curiosa y un poco firme.
Mi madre alzó la vista, dejando a un lado los documentos que revisaba. La suavidad en su mirada no ocultaba la autoridad en su voz.
—El deber no es algo que se elija, Jean. Ninguno de nosotros lo hizo. Es un privilegio y una responsabilidad —respondió con firmeza—. A veces, nuestros deseos personales deben sacrificarse por el bien común.
Miré a mi madre, intentando buscar alguna señal de comprensión, pero solo encontré más razones que me recordaban lo atrapada que estaba.
Después de esa leve conversación con mi madre, decidí visitar el reino de una amiga, el cual era conocido por sus historias de guerras interminables y por sus guerreros imparables. Aunque estaba lleno de conflictos, también tenía una riqueza cultural impresionante. Esta era una tierra donde la guerra había moldeado a su gente, pero también los había unido bajo un espíritu indomable.
Válka
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¿Mi destino o Mi deber?
FantasíaEsta historia no trata solo de una princesa atrapada en los hilos del deber, sino de alguien que busca descubrir quién es realmente. Entre la responsabilidad que le exige su título, los enemigos que amenazan su reino, las alianzas frágiles, y un amo...