Sala 3

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La sala tres es donde las cosas comenzaron a cambiar.

Todo parecía normal. Había una silla en el medio del piso de madera de la habitación. Una sola lámpara en la esquina que hizo un trabajo de iluminación muy escaso, y solo hacia ver unas cuantas sombras en el piso y paredes. Había un problema. Sombras. Plural. Con excepción de la de la silla, había otras. Fue en ese momento que supe que algo no andaba bien. Me di vuelta, trate de abrir la puerta por la que había llegado. Estaba cerrada del otro lado. Eso me paralizó. ¿Acaso había alguien bloqueando las puertas mientras yo avanzaba? De ninguna manera. Ya los habría escuchado. O ¿Acaso seria algún tipo de mecanismo automático? Tal vez. Pero yo estaba demasiado asustado para pensar. Me di la vuelta y al hacerlo las sombras ya habían desaparecido. Solo quedaba la de la silla. ¡Uff que alivio!.

Lentamente comencé a caminar por la sala recordé que yo solía alucinar cuando era un niño, así que supuse que las sombras habían sido producto de mi imaginación. Me comenzaba a sentirme mejor, al llegar a la mitad de la sala mire hacia abajo para cuidar mis pisadas, y ahí fue cuando vi algo. O quizá no lo vi. Mi sombra no estaba ahí. Ni siquiera tuve tiempo para gritar. Corrí lo más rápido que pude hacia la siguiente puerta, sin ni siquiera pensar abrí la puerta.

La Casa Sin FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora