Cap 2

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Elizabeth

No me gustaba mirarme al espejo. La imagen que veía siempre me recordaba lo diferente que era. Mi piel pálida, casi translúcida, contrastaba con el cabello blanco como la nieve. Pero hoy, al menos, mis amigas Maya, Kelly y Hera estaban conmigo. Mientras ellas me hacían dos trenzas, sentía su energía cálida a mi alrededor.

—Vamos, Eli. Solo un poco de rubor, no te hará daño —insistió Maya con una sonrisa.

Asentí, aunque el rubor que aplicó en mis mejillas me hizo sentir extraña. No estaba acostumbrada a verme así, pero sus palabras me llenaron de confianza. Cuando terminaron, miré mi reflejo. La verdad, me veía un poco mejor.

—¡Perfecta! —exclamó Hera.

Salimos juntas de la casa, riendo y emocionadas por el nuevo día. Cuando llegamos a la escuela, mis manos temblaban levemente mientras mirábamos la lista de clases en el tablero.

—¡Nos tocaron las mismas clases, chicas! —gritó Maya, saltando de alegría. No pude evitar sonreír al ver la felicidad en su rostro.

Pero esa sonrisa se desvaneció cuando la vi: Madison. Ella apareció por primera vez, caminando con confianza hacia nosotras, acompañada de su grupo de amigas. Su cabello corto y negro brillaba a la luz del sol, y sus ojos verdes eran como cuchillas, cortantes y desafiantes.

—Vaya, ¿quién es esa rarita? —dijo Madison, deteniéndose frente a mí y examinándome de arriba abajo—. Mira qué pálida, parece un fantasma.

Las risas de sus amigas resonaron a su alrededor. Sentí que mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y un nudo se formó en mi garganta. A pesar del rubor en mis mejillas, mi autoestima se desmoronaba.

—No le hagas caso, Eli —susurró Kelly, su voz era un bálsamo en medio de la tormenta. Pero no quería que me protegieran. Era el momento de defenderme.

Respiré hondo, sintiendo que la valentía comenzaba a crecer dentro de mí. Miré a Madison directamente a los ojos.

—Soy quien soy, y eso no cambiará —dije con firmeza.

Justo en ese momento, Maximiliano apareció a su lado. Era el chico más guapo de la preparatoria, con su cabello negro ondeando y esos ojos azules que hacían que todas se derritieran. Su mirada se posó en mí con desdén.

—He averiguado un poco sobre ti, rarita —dijo Maximiliano, sus palabras cargadas de desprecio—. Eres solo una simple pobretona.

Sentí que me hundía por dentro, pero en lugar de dejar que sus palabras me afectaran, decidí ignorarlos.

—Vamos, Eli —dijo Kelly, empujándome suavemente hacia el comedor—. No vale la pena.

Me uní a mis amigas, dejando atrás la escena. Caminamos hacia el comedor, y las risas de Madison y sus amigas se desvanecieron tras nosotras. Sentía la mirada de Maximiliano sobre mí, pero decidí no prestarle atención.

Una vez en el comedor, me senté con Maya, Kelly y Hera, tratando de no pensar en lo que acababa de pasar. Las risas y las conversaciones llenaban el aire, y, aunque me sentía herida, el apoyo de mis amigas me recordaba que no estaba sola.

—No le des importancia, Eli. Eres increíble tal como eres —dijo Maya, sonriendo mientras me pasaba una bolsa de papas fritas
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El timbre sonó, resonando por los pasillos y sacándome de mis pensamientos. Era hora de ir a clase. Me sentía un poco nerviosa, pero decidí que no dejaría que Madison me arruinara el día. Con mis amigas a mi lado, nos dirigimos al aula de biología.

Al entrar, busqué un asiento y, para mi sorpresa, vi que el único lugar libre estaba justo al lado de Maximiliano. No podía evitar sentirme incómoda, pero traté de ignorar su presencia. Me senté y esperé que comenzara la clase.

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