+|✦ʚ{"Secretos"}ɞ✦ |+

⋆.˚✮-*Prólogo*-✮˚.⋆

- Hace muchos años, antes de que el tiempo siquiera tuviera nombre, todas las especies vivían en paz en la tierra; dragones, hadas, magos, elfos, vampiros, brujas... Los humanos vivían entre las sombras, vagando por la madre tierra sin rumbo fijo, pues eran presa natural de la mayoría de las criaturas. Con el tiempo empezaron a establecerse en algunas zonas alejadas del resto, así nacieron los primeros reinos. Los principales son los llamados "Las 9 capitales": Kiro, Nok y Sabas en Alosna; Ruther, Jairo y Tamori en Mirua; Senen, Álamos y Béogar en Risho. En todos vivían los humanos, aunque los humanoides comenzaron a instalarse junto a ellos, debido a la seguridad brindada. A pesar de, había un grupo humanoide que no era muy bien recibido por el resto: las brujas. Estos seres eran en su mayoría hembras, conocidas por su belleza y, sobre todo, su capacidad de utilizar magia de otro espacio tiempo. La única raza que les permitía vivir junto a ellos eran los vampiros, aquellos seres sedientos de sangre.

Los siglos transcurrían con tranquilidad, la mayoría de las razas tenían alguna tregua con otra especie para asegurar su seguridad, sustento, o por simple beneficio. La más conocida era entre el dúo antes mencionado, su tregua era pacífica y siempre se ayudaban mutuamente si esperar nada a cambio que no sea mantener la tregua en pie. Hasta que un fatídico día, la madre de todas las brujas, robó una reliquia vampira: una copa de oro hecha con los restos fundidos de sus antepasados. Ante tal acto de traición y egoísmo, los vampiros mataron a la hija menor de la reina, desatando así una de las guerras más sádicas vistas nunca. La tierra lloraba ante la muerte de sus hijos, la sangre de los combatientes era derramada a montones, y en un acto de desesperación, las brujas desarrollaron un conjuro para destruir al enemigo. Esta habilidad era capaz de modificar, crear e incluso eliminar permanentemente la materia a placer, era tan poderosa que fueron capaces de hacer un agujero negro con esta, aunque para su mala suerte, una habilidad tan poderosa utilizaba demasiado maná. La batalla fue dura, las brujas parecían remontar cuando el uso excesivo de maná las agotó tanto que terminó con la vida de muchas. Al final las brujas se rindieron, estaban en decadencia numérica y muy débiles; los vampiros las hicieron jurar una promesa de lealtad para no acabar con ellas: no volverían a intentar traición alguna, o sufrirían un castigo inimaginable.

Como parte del trato, las brujas sobrevivientes transcribieron el conjuro a un libro, allí sellaron su habilidad de poder utilizarlo y lo maldijeron, así nadie podría usarlo jamás. Las brujas desaparecieron por completo de la vista de lo vampiros, nadie sabe tampoco si aún viven; de vez en cuando, se ve a alguna gitana rogarle a la luna que se apiade y le devuelva lo que es suyo, nadie sabe si es una bruja rogando sus tierras y familias, o una simple creyente de los dioses que busca algo en la vida, lo que si se sabe es que los vampiros aún siguen aquí, cada vez mas cerca de nosotros.

Los ojos brillantes de un niño resplandecían sobre el rostro suyo; aquellos ojos profundos y plateados, semejantes a dos lunas, los cuales adornaban el rostro blanco y pálido marcado por un cabello largo, de un azul tan oscuro que semejaba el manto astral de la noche. La mujer le sonrió cálidamente al menor.

-Ya es hora de dormir mi niño- anunció para depositar un suave beso sobre sus mejillas-, mañana debemos recoger hierbas para la abuela Val, recuerda que son mejores con rocío matinal-comentó aún sonriente.

-Si mami- contestó el menor, quien se revolvió en las sábanas buscando comodidad-, antes, ¿podrías cantarme una canción?

-Por supuesto mi pequeño rayito de luna- la mujer comenzó a sobarle la cabeza a su pequeño mientras tarareaba una dulce melodía...

"Hijo del corazón,

deja ya de llorar,

junto a ti yo voy a estar

y nuca más, te han de hacer mal..."