Brazos.

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(Tw)~ Navajas, Sangre, pensamientos depresivos, (severamente)

Brazos.

/CA./1

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'Algún día seré el mejor arquero del mundo.'

Esas palabras siempre habían estado en su mente, desde muy pequeño hasta ahora. Lo había logrado, había logrado el sueño que cada niño a esa edad quería. Llego como futbolista. Pero. Que tristeza que hasta así fracaso.

Tal vez era cierto lo que todos sus compañeros de la escuela dijeron. Que era un fracaso, un estúpido, un egoísta. Recordaba que cuando está pequeño esas palabras lo hacían enojar, lo desmotivaban pero también lo motivaban a ser mejor arquero. Y ahora. Todos dicen lo mismo. Pero ya no es la persona que antes era, una persona con mucha motivación, mucha capacidad y fuerza. Ahora era una persona débil. Alguien que caía pero no podía subir más. Alguien que sufría. La verdad era que esto del fútbol se veía que no iba funcionar. Había llegado tan lejos ¿para que? ¿Para querer matarse? No era una persona de pensar así...

No era una persona que pensaba cosas depresivas, que tenía esa ansiedad o capacidad de matarse, de arruinarse la vida hermosa. Pero lentamente la negatividad de los fanáticos, la negatividad de sus compañeros, le empezó a doler. Era una persona tan simpática, tan hermosa por dentro, ¿y eso? Eso se estaba acabando gracias a lo que alguna vez fue su salvación.

El día en el club había acabado, era hora de ducharse, cambiarse y irse hasta esperar al día siguiente para seguir. Era un trabajo que se sentía como un trance de lo mismo. Algo que no puedes exactamente entender hasta que lo haces pero se sentía tan agotador. Todos sus compañeros y el entraron a los vestidores. Reían, y eran felices al menos juntos, aunque no estuviesen bien como equipo en estos momentos, eran felices como familia. Sus compañeros hablaban de lo que harían esa tarde, Uno saldría a comer con su hermosa y bella mujer por su aniversario como pareja. Llevaban más de diez años juntos. Otro llevaría a su hijo de tres años al parque por primera vez. El otro saldría con un par de amigos viejos a un bar. Sus compañeros con felicidad hablaban, conversaban de cómo sería su tarde, de qué harían, de cómo lo harían, a dónde irían. ¿Y Carlos? ¿Que tenía en mente esa noche?

¿Salir con su pareja? No tenía. No podría hacerle eso a alguien... no podía quedar bien con alguien porque ese alguien no sería aceptado por la sociedad de la comunidad del fútbol. Sus gustos no serían aceptados por su trabajos. Sabes muchos equipos dicen que el amor es amor... eso es hasta que uno en realidad es así.

¿Que tal su familia? Tal vez pueda pasar un tiempo con ellos. Estaban ocupados viviendo su vida, el no podría llegar y meterse en sus planes. Ellos estaban creando su propia historia como humanos, estaban viviendo la vida como debería de ser. No podía solamente llegar y pedir un poco de atención. Estaría instruyendo su camino.

¿Que tal sus compañeros? Ellos no miraban a Carlos como un amigo. Para ellos el solamente era un capitán, alguien que no era más que eso. El era alguien que les decía que hacer pero solamente eso. Nada más. No había nada que hacer con su vida. Todos lo rechazaban. Hasta el fútbol lo rechazaba. Estaba mal de la cabeza.

Sus compañeros se bañaron, de arreglaron y rápidamente esos vestidores quedaron solos. Pero ahí quedaba una alma solitaria. Alguien que no podía hacer nada por su vida. Alguien que estaba cansado de esta situación. Alguien que tenía que forzarse a seguir. Pero... ya no podía más.

Se sentaba por los casilleros. Mirando hacia abajo, miraba a sus manos sucias por la Tierra y el lodo que había en el campo hoy, miraba a su mano izquierda donde tenía a sus guantes sucios. Miraba a su derecha donde miraba la cinta que se había puesto alrededor de la muñeca. Las cosas no estaban bien. En su mente el era un perdedor un estúpido que cayó por las mentiras del deporte. Porque la verdad es que nadie es bueno en el deporte. No hay definición en que es ser bueno. Su rostro estaba triste, sus ojos se estaban llenando de esas lágrimas que uno no puede describir, y lentamente salían de aquellos. Estaba mal. Su mirada estaba perdida. No sabía cómo salir de esto. No sabía cómo llegar a ser el mejor otra vez. Había tratado de rezarle a Dios, lo hacía todo el tiempo. Porque con dios todo estaba bien. Pero en aquellos momentos se le había olvidado que en realidad era la salvación. Se sentía como una tormenta en donde no paraba.

Una idea surgió por su mente. Algo que siempre había estado en contra. Algo que no podía dejar de pensar después de que surgió por aquella mente de él. En los vestidores había rasuradores para los jugadores, siempre estaban en un cajón. Se paró de donde sentaba. Callado pensando en lo peor que podía pensar en aquel lugar tan solo, camino hacia el cajón. Abriéndolo revelando las cosas filosas. Agarró uno individual, lo abrió y lo miró por unos segundos antes de sentarse al lado del cajón. El rastrillo estaba bien protegido. Pero Carlos quería aquella cosa filosa que estaba por dentro... esa navaja que lo miraba con tentación. Lo quería tanto que usó sus fuerzas para abrir el objeto lo rompió y removió la pequeña navaja que tenía por dentro.

Alzo sus bermudas llenas de lodo y Tierra, hasta revelar sus muslos. La verdad era que estaba tan agotado de la vida que solamente quería sentir aún más dolor. Se sentía tan triste tan mal mentalmente que quería seguir se riéndose así. Lentamente el presionó la navaja en su piel, hasta que le doliera por completo.

La deslizó una vez.

Después otra.

Y otra.

Y una más.

Hasta que no hubiese espacio. Lágrimas se mezclaban con el líquido rojo que salía de sus muslos. Su pelo desordenado, su cuerpo temblando, y su mente en soledad. Le dolía tanto esto... pero no sabía cómo salir de aquí. No tenía alguien especial en su vida donde podía estar bien refugiado aunque sea por unos minutos, no tenía esa personita que le ayudaría a crecer como persona, había estado solo por mucho tiempo y eso lo había causado de desarrollar desesperación. Estaba desesperado por tener a esa personita tan maravillosa que lo ayudase a crecer.

Pero eso no estaba en lo planes de Dios. Aun no.

Se sentía tan apagado mentalmente. El tiempo pasaba en esos vestidores ya era tarde. El sol se estaba apagando y la luna se estaba prendiendo. Y el seguía en aquellos vestidores, su trabajo como el último era cerrar aquellos vestidores para que nadie entrase de chismoso. Pero ya era tan tarde que los trabajadores, los niños que jugaban fútbol en las instalaciones ya se habían ido. El solamente podía observar sus muslos. Podía haberle hecho más cortes si no fuese porque la navaja prácticamente estaba doblada y ya no tenía el filo que alguna vez tuvo.

La sangre seca, y la sangre que seguía saliendo le manchaba la ropa y las manos. Estaba mal de la cabeza, eso era un hecho. Que estaba tan desperado con la vida, con el mundo del fútbol, con la sociedad. Quería ser feliz, quería tener todo lo que no tenía, quería tener una pareja, una relación Bonita, quería tener salud mental, quería tener las ganas de jugar fútbol una vez más. ¿Pero como? Si ya no había felicidad. No en su mundo. Quería acabar con todo. Esas eran unas palabras que nunca espero pensar. Pero estaba muy pero muy desesperado.

Su cabeza lentamente fue acostada en el suelo frío, su cuerpo se acomodó en una posición cómoda y simplemente lloró, eso no era de un hombre. El era un futbolista tenía que ser uno de los más machos, pero era lo opuesto. Las palabras que su lindo México le decía a su pura cara eran unas palabras tan malas. Eran unas palabras tan duras.

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⏰ Last updated: Oct 14 ⏰

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Mente marchitada. /CA/1.Where stories live. Discover now