Tal vez ya fueron suficientes películas románticas con Emma.Desde que comenzó a notarlo, no podia evitar comparar a su subcomandante y amigo con los protagonistas de esas historias tan clichés, no tenía sentido. No podia soportar más. ¿Kenchin siemp...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¡Mikey, Mikey! Joder, ¡Enana levanta tu mano!— gritó un muchacho rubio con un tatuaje de dragón a un costado de su cabeza. Parecía algo frustrado, haciendo que las muchas, muchas personas que había se intenten alejar a la hora de pasar a su lado, pues ese tipo de uno ochenta y cinco, sumándole su apariencia les parecía bastante intimidante.
Draken finalmente logró localizar a su amiga cuando vió una manita levantarse entre la bola de gente. Corrió hacia ella finalmente tomándola de los hombros.
—Te dije que no me soltaras Mikey—
—Uhh, lo siento Kenchin ¡Pero había visto un puesto de taiyakis justo al lado! No pensé que la gentuza me arrastrara tanto— dijo la rubia, haciendo un puchero en su carita, sosteniéndose del haori de su subcomandante de nuevo.
—Vamos tarde a la reunión, no hay tiempo para comer pequeña.— intentó razonar con ella.
— ¡Siempre hay tiempo para comer!— devolvió.
—Serás...— el dragón suspiró. —Vamos al puesto de una vez, que tenemos prisa Manji—
La rubia celebró, guiando a Draken rumbo a sus amados dulces. Mientras iban de camino Mikey se propuso a pensar que clase de ojitos le haría a su compañero para que le comprara sus golosinas, después de todo ella ya no tenía ni un centavo en su cuenta. ¿Pondrá ojitos de gatito callejero o de una cabrita atropellada?
—¡Buenas! ¡Un taiyaki para mi!
—Que sea una bolsa de cinco, por favor— corrigió a la chica. Esta, un poco confusa volteó hacia arriba para poder verlo a su cara. —¿Crees que solo te compraré uno, Mikey? Sé que pedirás más.— se burló un poco. Mikey no podía estar más feliz, y le regaló una de sus sonrisas al chico.
—¡Muchas gracias Kenchin!—
Después de que Draken le comprara sus amados manjares, se fueron alejando del puesto mientras el alto apresuraba a su amiga para no llegar tan tarde a su reunión.
—Amor joven...— un suspiro se le escapó al señor que atendió a los adolescentes. Deseándoles lo mejor y un poquito de suerte para que se den cuenta de lo que tienen enfrente.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.