1: La boda real

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Las nubes se acumulaban perezosamente en el cielo sobre Tokio, pintando de gris el día que debía ser perfecto. La boda real. El evento más esperado de la temporada diplomática del año. Invitados de todo el mundo habían llegado para presenciar el matrimonio del príncipe Akihiko Kageyama y su prometida, una duquesa Japonesa cuyo nombre Hinata Shoyo ni siquiera se había molestado en aprender.

Shoyo suspiró frente al espejo, ajustándose el nudo de la corbata por quinta vez. Estaba muy consciente de lo fuera de lugar que se sentía con su esmoquin negro, como si la prenda estuviera peleando con su piel por separarse. No ayudaba a calmarse lo que sabía que venía después: horas interminables de conversaciones educadas con personas que probablemente no sabían nada de voleibol, y mucho menos quién era él aparte del "hijo de la presidenta".

-¿Por qué siempre me toca a mí? -murmuró, girando hacia su hermana Natsu, quien le dedicaba una mirada impaciente.

-Porque eres el hijo mayor, y es tu deber. Además, esto es bueno para la imagen de la familia. Mamá ya está lidiando con suficientes problemas. No hagas más difícil las cosas, Shoyo.

Hinata infló las mejillas en protesta, pero no pudo discutir. Tenía razón, por supuesto. Como siempre. Ser el hijo del presidente de Japón venía con responsabilidades. Sonreír y representar a la familia en eventos de mierda como este era solo una de ellas, aunque él preferiría estar entrenando o jugando al voleibol en lugar de ir de fiesta con gente que mola.

-Lo sé, lo sé -respondió con un suspiro derrotado-. Pero eso no lo hace más divertido.

Natsu sonrió, tocando su hombro.

-No todo es diversión. Además, quizás veas a alguien interesante. ¿Quién sabe?

Hinata dudaba mucho que alguien en este evento fuera más interesante que un buen saque en salto, pero decidió no decirlo. Sabía que su hermana intentaba animarlo. Así que, con una última mirada al espejo y la sonrisa más convincente que pudo reunir, salió con ella hacia el gran salón del hotel donde se celebraría la boda.

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El salón de recepciones estaba lleno de gente importante. Hinata reconocía a algunos, pero la mayoría eran rostros extraños de la nobleza extranjera o empresarios multimillonarios. La música suave llenaba el aire mientras los camareros pasaban con bandejas de champán y aperitivos. Se sentía como si hubiera sido transportado a otro mundo. Uno donde nadie parecía tener una preocupación real, y todo lo que importaba era mantener las apariencias.

Hinata observaba cómo los flashes de las cámaras iluminaban el lugar cuando los novios hicieron su entrada triunfal. El príncipe Akihiko lucía radiante con su esmoquin blanco y rojo, y su nueva esposa, la duquesa de un país Japonés cuyo nombre aún no recordaba, parecía salido de un cuento de hadas. Todo era perfecto. Todo, menos el hecho de que él seguía sintiéndose como un pez fuera del agua.

-Hinata-kun, ¡qué sorpresa verte aquí!

La voz amigable de Yamaguchi lo sacó de sus pensamientos. Hinata se giró para ver a su amigo acercándose con una sonrisa en la cara. Yamaguchi trabajaba para el departamento de relaciones exteriores y solía estar en muchos de estos eventos también.

-Oh, Yamaguchi, gracias a Dios. ¡No conozco a nadie aquí! -Hinata suspiró de alivio-. Me siento como un completo extraño.

Yamaguchi soltó una risa ligera.

-Eso es porque la mayoría de los invitados son de la realeza. No te preocupes, tú también eres importante. No lo olvides.

-Sí, claro. El hijo de la presidenta. -Hinata hizo un gesto de desdén-. Solo soy la mascota de la familia.

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Rojo, blanco y sangre azul (kagehina adaptación)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ