El motor del auto zumbaba suavemente mientras avanzábamos por la carretera, un sonido que apenas lograba ahogar el murmullo de mis pensamientos. Ella, a mi lado, me miraba fijamente, sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y expectativa. Sabía que quería que le hiciera la pregunta, pero una parte de mí dudaba. ¿Era correcto indagar en los secretos de su hermana? La decencia me decía que me detuviera, pero la chismosa en mí me empujaba a seguir adelante.
Finalmente, tras un profundo suspiro, decidí arriesgarme. —¿Desde cuándo Edward se escapa por la noche para ir a la habitación de mi hermana? —pregunté, sintiendo cómo las palabras se deslizaban por mis labios.
Alice desvió la mirada hacia la carretera, sus ojos entrecerrados como si estuviera sopesando su respuesta. —No hace mucho, como un mes —dijo con una seguridad que no me convenció del todo. La miré con desconfianza, cruzándome de brazos.
—Prometiste decirme la verdad. Por cada mentira que me digas, te resto diez besos —le advertí, intentando mantener un semblante serio. Ella soltó un suspiro resignado. —Está bien, hace como cuatro meses —admitió, manteniendo su mirada fija en el camino.
Mis pensamientos se agolpaban en mi mente. —No entiendo... ¿no es ese el tiempo que llevan de novios? Sin contar el tiempo que ustedes se fueron, claro. ¿Alice, ellos...? —Alice abrió los ojos como platos, sorprendida por la dirección de mis preguntas.
—¡No, no lo hacen! No, aún. Edward es a la antigua. Puede parecer extraño que te lo diga, pero creo que van a esperar hasta el matrimonio. ¡No le digas que te dije eso! —exclamó con una mezcla de alarma y diversión.
Una risa escandalosa escapó de mis labios ante la revelación. La imagen de Edward, con su aire serio y reservado, esperando hasta el matrimonio para dar ese paso tan esperado era demasiado divertida.
—Alice, ¿cómo sabías que te iba a preguntar eso? ¿Y si mi pregunta era otra? —Ella simplemente se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
—Lo vi venir —respondió con una sonrisa traviesa mientras yo continuaba riendo, tapándome la boca para no delatar nuestra conversación.
—¿No ves venir otra cosa? —pregunté, provocando que sus ojos se iluminaran con un brillo de expectativa. Sin pensarlo, me acerqué rápidamente a su mejilla y deposité un casto beso allí —Gracias por decirme —susurré en su oreja, añadiendo otro beso en su mejilla. Ella rió, encantada por el momento que compartíamos. La atmósfera se llenaba de una complicidad que me hacía sentir más valiente.
Volví a acercarme a su oreja, sintiendo el frio de su piel cerca de mis labios.
—Si Edward puede leer la mente, ¿tú qué puedes hacer? —pregunté, sin esperar la reacción que vendría. Su sorpresa fue palpable; frenó el auto de manera brusca, y yo, sin el cinturón de seguridad puesto, me moví hacia adelante con fuerza.
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El Eco De Las Gotas Futuras | Alice Cullen
Fiksi Penggemar-Soy Alice Cullen -respondió ella, riendo suavemente. Su risa era tan melodiosa que resonó en mi pecho como una dulce melodía. En ese instante, supe que era perfecta. Mientras sus ojos dorados brillaban con complicidad, el mundo a nuestro alrededor...