En alguna parte del mundo
Octubre 2020El sol comenzaba a asomarse por el horizonte, tiñendo el cielo de un tono rojizo que anunciaba el amanecer. Los primeros rayos de luz se colaron por la ventana de la habitación color crema de Mariand, envolviendo el espacio en una suave calidez. Una figura se removió bajo las sábanas, soltando un gruñido de frustración. "Solo cinco minutos más", suplicó la pelinegra mientras apagaba su endemoniada alarma con un golpe impaciente.
Con gran pereza, se levantó de la cama, estiró su cuerpo con desgano y caminó tambaleante por el pasillo en direccióna al baño. Tenía una resaca monumental, resultado de la pequeña fiesta de anoche, y lo peor todo es que debía trabajar temprano. Se reprochó a sí misma por haber bebido tanto. Sabía perfectamente lo que sucedía cuando se excedía con el alcohol: descontrol, momentos borrosos, y una vaga preocupación de haber hecho algo de lo que pudiera arrepentirse.
Por favor, que no haya hecho alguna escena, pensó mientras se sostenía la cabeza adolorida. Giró el pomo de la puerta del baño y, al abrirla, soltó un grito ahogado.
"¡Maldita sea, lo volví a hacer!", recriminó en voz alta, su frustración evidente en cada palabra. —Tenemos un acuerdo, Marco—dijo con exasperación, colocándose las manos en las caderas mientras lo fulminabal con la mirada. Ahí, en la ducha, Marco la miraba con su habitual descaro, una sonrisa maliciosa curvando sus labios. El acuerdo entre ellos era claro: nada de dormir juntos. Pero Marco, con su actitud despreocupada jamás respetaba los límites que ella intentaba imponer. Y, para colmo, él ni siquiera lo ocultaba; su mirada se deslizó sin vergüenza por cada curva de su cuerpo, deteniéndose en sus pechos que se insinuaban a través de la fina tela de su pijama de seda negra. No le importaban los límites, mientras hubiera sexo de por medio. Si Mariand confundía la situación o se apegaba más de lo que él quería, no era su problema. Marco, un hombre egoísta y calculador, sabía que tenía más opciones, aunque en el fondo sabía que Mariand era especial.
Irreemplazable, incluso.El individuo sonrió con malicia, lo cual molestó aún más a la pelinegra. Debe respetar mis límites, pensó, pero la contradicción la golpeó de inmediato. ¿Cómo iba a hacerlo si ni siquiera ella misma los respetaba? Cada vez que Marco los sobrepasaba, ella lo dejaba pasar. No quiero complicarme la vida, se decía, como si su existencia ya no fuera lo suficientemente compleja.
Decidió ignorar sus propios reclamos y dejarse llevar por el momento. Marco estaba completamente desnudo, el agua de la ducha cayendo sobre su cuerpo esculpido, resbalando por su torso firme y bajando hasta su cadera, destacando su sexy "V". Mariand lo miró de arriba abajo, mordiendo su labio inferior al ver cómo el agua resaltaba cada músculo bajo la piel.
—¿Te gusta lo que ves?—cuestionó él, con una arrogancia que solo aumentaba su atractivo.
Caminó hacia ella dándole tiempo para que contemplara su cuerpo, sabiendo perfectamente el poder que ejercía sobre ella. Era un hombre vacío, pero llenaba con el placer momentáneo, una adicción compartida con Mariand. Los dos estaban rotos, vacíos en su esencia, buscando llenar esos huecos con cualquier cosa que ofreciera un escape. Los ojos verdes de Marco se encontraron con los de Mariand, intensos y dominantes. Ella apretó aún más sus labios, sus pensamientos volviendo rápidamente a la noche anterior: sus manos recorriendo su piel, las fuertes embestidas que la llevaron al límite, y el éxtasis que sintió al final. Su deseo creció rápidamente, y sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia él, besándolo con desesperación. Los labios de ambos se envolvían en perfecta sincronía mientras sus manos exploraban el cuerpo del otro.
Marco la alzó con facilidad, sentándola en el lavamanos mientras sus manos recorrían los grandes pechos de Mariand. Ella lo sujetaba del cabello, sus ojos suplicando más sin necesidad de palabras. El castaño sonrió con malicia, bajando la cabeza para rozar su lengua sobre uno de sus pezones, endurecido por la anticipación. Mariand jadeó, su cuerpo respondiendo instantáneamente al contacto. Él abrió aún más sus piernas, revelando aquel cuerpo que tanto lo fascinaba. Con un movimiento experto, comenzó a estimular su clítoris con el dedo, sabiendo exactamente cómo llevarla al límite. Inclinado hacia ella, Marco no perdió tiempo y, con movimientos precisos, empezó a mover su lengua sobre ese punto exacto que volvía loca de placer. Mariand estaba al borde, su cuerpo temblando con cada nueva oleada de sensaciones. Recordó la primera vez que a experimentado un orgasmo tan intenso que había pensado que se estaba orinando, solo para que Marco le explicara, entre risas, lo que era un "squirt". —Oh, por Dios—gimió ella, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba cada vez más. El orgasmo la golpeó con una fuerza arrolladora, sus fluidos mojando a Marco mientras él continuaba, sin detenerse, provocando una cadena de orgasmos que la dejaron exhausta.
—Ya, ya, por favor—suplicó entre jadeos, su cuerpo sacudido por las últimas oleadas de placer. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero cuando finalmente abrió los ojos, su respiración era rápida y descompasada, su pecho subía y bajaba frenéticamente, y las mejillas le ardían. —Bendito orgasmo mañanero— suspiró, dejándose caer sobre el lavamanos completamente rendida.
![](https://img.wattpad.com/cover/379113334-288-k386572.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Entre el cielo y el infierno
RandomSinopsis: Después de siete años de lucha, Mariand finalmente ha encontrado la estabilidad que tanto anhelaba. Con un trabajo maravilloso y amigos que la apoyan, parece haber dejado atrás un pasado doloroso. Sin embargo, su vida da un giro inesperado...