Mariand salió de la oficina de Katherine con una mezcla de intriga y preocupación. La forma en que su jefa había evitado la llamada de Luis no era una sorpresa, considerando su reputación. Aunque Katherine era nueva en la empresa, su fama la precedía. Era conocida como la esposa de Alejandro Montenegro, un hombre poderoso en el mundo empresarial, y esa conexión le había otorgado tanto admiración como recelo.Mientras caminaba hacia su escritorio, la pelinegra se preguntaba por qué Katherine tenía un aura tan sombría. Parecía haber perdido la esperanza en todo, como si un peso invisible la oprimiera. Mariand recordó de repente una frase que había escuchado en una de las novelas que su madre solía ver: "Hasta los ricos lloran". Esa idea resonó en su mente, iluminando un atisbo de comprensión hacia su jefa.
Mariand era de procedencia mexicana; había emigrado a España escapando de una familia disfuncional. Aunque había encontrado un nuevo comienzo, a menudo se sentía atrapada entre el deseo de salir adelante y la nostalgia de su pasado. En su interior, anhelaba aquellos buenos recuerdos que aún conservaba. Sabía que eran pocos, pero se aferraba a ellos para no caer en la locura que a veces amenazaba con devorarla. Una lágrima traicionera salió antes de que pudiera limpiarla, recordándole que su imagen de extroversión era solo una fachada. Si alguien la conociera de verdad, se daría cuenta de que estaba podrida por dentro. Quizá por eso le resultaba más fácil identificar a las personas rotas. Por ejemplo, su nueva jefa. Aunque Katherine proyectaba una sonrisa y una pose confiada, Mariand podía ver más allá de esa imagen cuidadosamente construida. En los momentos en que la observaba, notaba la tensión en su mandíbula, el brillo artificial en sus ojos y la forma en que su risa no alcanzaba a iluminar su rostro. Era evidente que había un abismo de tristeza oculto tras la superficialidad de su vida. Suspiró y se dejó caer en el asiento de su escritorio, buscando refugio en el único lugar donde se sentía verdaderamente viva: su trabajo. La carga de las tareas diarias era su motor, lo que le daba una razón para levantarse cada mañana. La concentración se convirtió en su mejor amiga, y se sumergió en informes y correos, ignorando el reloj que marcaba el paso del tiempo.
No supo cuánto tiempo había transcurrido cuando sonó el teléfono de su escritorio.
—Oficina de Marketing —respondió, con la voz profesional que había cultivado a lo largo de los años.
Del otro lado de la línea, una voz autoritaria y sensual la hizo sentir un escalofrío que recorrió su columna vertebral, como si una chispa de electricidad hubiera sido encendida.
—Comunícame con mi esposa —dijo el hombre al otro lado, su tono tan seguro y dominante como ella lo había imaginado. Alejandro Montenegro. Solo su nombre evocaba una mezcla de poder y misterio, y ahora lo tenía al teléfono, hablándole directamente. Un instante de vacilación. Mariand sintió un nudo en el estómago, consciente de que Katherine, la mujer que lo tenía todo, estaba allí, con esa aura de miseria. ¿Cómo era posible que alguien con su vida —un esposo poderoso, una carrera en ascenso, y un físico envidiable— pudiera aún parecer tan vacía?
—Un momento, por favor —logró articular Mariand, intentando mantener la compostura mientras su mente luchaba contra la confusión de emociones que la envolvían.
Marcó a la extensión de la Sra. Montenegro.
—El Sr. Montenegro quiere comunicarse con usted —anunció.
Katherine soltó un suspiro desde lo más profundo de su alma. La manera en que Alejandro la controlaba era asfixiante. Claro, como no había contestado sus llamadas al celular, ahora intentaba localizarla en la oficina. ¿Es que alguna vez la dejaría respirar por un minuto?
—Infórmale que me encuentro en una reunión y no puedo atenderlo en este momento —dijo Katherine con una calma impecable, su voz tan suave como firme, cargada de ese aire de sofisticación que siempre la acompañaba. Aunque su interior estaba en ebullición, no dejó entrever ni un rastro de su incomodidad. Pero Mariand, con ese sexto sentido implacable que la caracterizaba, percibió algo más allá de la elegancia en las palabras de Katherine. Leyó entre líneas, y con sutileza, informó al Sr. Montenegro:
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Entre el cielo y el infierno
RandomSinopsis: Después de siete años de lucha, Mariand finalmente ha encontrado la estabilidad que tanto anhelaba. Con un trabajo maravilloso y amigos que la apoyan, parece haber dejado atrás un pasado doloroso. Sin embargo, su vida da un giro inesperado...