El 24 de octubre de 1929, Nueva Orleans despertó bajo un cielo gris, casi como si el mismo clima anunciara el desastre que pronto envolvería a la nación. Alastor, siempre fiel a su rutina, se levantó temprano como de costumbre, listo para comenzar otro día en su vida perfectamente calculada. Sin embargo, esta mañana traía consigo un aire distinto, una inquietud palpable que se sentía incluso antes de que saliera de su cabaña.
Las noticias sobre la caída de la bolsa ya estaban en todas partes. No había pasado mucho tiempo desde que la bolsa de valores había comenzado a atraer a todos, desde banqueros hasta ciudadanos comunes, quienes invertían sus ahorros con la esperanza de multiplicar su riqueza. Pero esa mañana, el optimismo que había dominado la última década se había convertido en un pánico generalizado. Aunque la bolsa no se había desplomado del todo, el brusco descenso era suficiente para provocar el caos.
Alastor, elegantemente vestido como siempre, con su impecable traje y el cabello peinado hacia atrás, salió de su cabaña con la misma sonrisa de siempre. Sin embargo, esa sonrisa escondía su interés por lo que ese tipo de pánico colectivo podría desencadenar. Sabía que algo tan catastrófico como el colapso de la economía podría despertar en la gente sus miedos más oscuros, sus instintos más primitivos. Y Alastor siempre estaba ahí para aprovechar las sombras que el miedo dejaba a su paso.
Caminó por las calles, rumbo a la estación de radio, pero esta vez el ambiente era completamente diferente. Las personas corrían de un lado a otro, algunas murmurando desesperadamente, otras con la mirada perdida en la distancia. Algunos leían los periódicos con las manos temblorosas, otros discutían acaloradamente con desconocidos sobre sus inversiones, el dinero perdido, y las posibles consecuencias.
Nadie se detenía a saludarlo, ni siquiera las mujeres que solían elogiarlo con sonrisas coquetas. Era comprensible, pensó Alastor. Después de todo, en momentos como estos, ¿quién tenía tiempo para sonreír o ser amable? Los rostros a su alrededor estaban tensos, pálidos, llenos de preocupación. Algunos incluso mostraban un pánico mal disimulado. La desesperación de la multitud casi lo hacía reír, pero se contuvo. Era demasiado pronto para disfrutarlo. La verdadera diversión vendría después, cuando la desesperación se convirtiera en caos.
—Qué lástima— murmuró para sí mismo, caminando tranquilamente mientras las personas corrían a su alrededor—. Tantos sueños rotos en un solo día... pero así es la vida.
Cuando llegó a la estación de radio, la calle frente al edificio estaba menos concurrida de lo usual. Incluso sus compañeros de trabajo parecían algo desorientados, moviéndose con lentitud y hablando en susurros. El ambiente en el estudio era diferente, menos jovial, más pesado. Alastor, sin embargo, se sentía tan ligero como siempre, casi emocionado por la nueva narrativa que la caída de la bolsa traería.
Preparó su equipo con la misma meticulosidad de siempre. A pesar del caos, su programa debía continuar. Hoy más que nunca, su audiencia necesitaría su voz para guiarlos a través del desastre. Una pequeña sonrisa curvó sus labios mientras pensaba en lo fácil que sería manipular la ansiedad de las masas, en cómo podía alimentarse del miedo que poco a poco se apoderaría de ellos.
—Buenos días, amigos— dijo cuando encendió el micrófono, su tono cálido pero cargado de una ligera tensión, perfecta para el estado de ánimo de la audiencia—. Qué mañana tan agitada hemos tenido, ¿no creen? Las noticias de la bolsa de valores han llegado a todos los rincones del país, y parece que hay mucha confusión en el aire. Pero no se preocupen, como siempre, estoy aquí para acompañarlos en este momento... difícil.
Alastor sonrió mientras hablaba, sabiendo que su voz sería una de las pocas constantes en la vida de muchos de sus oyentes. La familiaridad de su tono sería como un bálsamo para las mentes ansiosas, aunque debajo de todo, su verdadero propósito no era calmarlos, sino mantenerlos atrapados en la tensión, en ese delicado equilibrio entre el miedo y la esperanza.
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La Joven Y.....El Gato!?
RomanceNueva Orleans, 1926. Las calles están teñidas de misterio y terror. Un asesino en serie, aterroriza la ciudad. Nadie puede atraparlo, ni la policía ni los cazadores de recompensas que lo persiguen sin descanso. Pasan los años sin pistas firmes, hast...