4| Valor

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El departamento de Kim Wooshik tenía sólo lo necesario. Al entrar había un sofá, un televisor reposando en una cajonera de madera y una lámpara alta junto a un espacio abierto que fungía como balcón. Su dormitorio estaba a un lado de la cocineta, apenas cabía una cama, otra cajonera y una pila de libros para sostener una lámpara de noche.

Le gustaban las plantas de sombra así que usó los rincones del departamento para colocar algunas macetas. Intentó hacer que el espacio fuera acogedor, un lugar que a pesar de su tamaño, fuera cómodo y lindo al llegar por las noches y al despertar por las mañanas.

Desde su llegada de Estados unidos, Kim Wooshik se había encargado de hacer que su llegada a casa fuera un momento de tranquilidad y descanso, que al llegar y colocar las llaves en el pequeño tazón que Steven le había regalado como despedida, su corazón sintiera la calidez de un pequeño hogar.

Muy pocas veces llegó desanimado o molesto, Wooshik casi nunca llevaba a casa sentimientos negativos. Le gustaba pensar que tenía el poder de cuidar de sí mismo al no tomarse nada personal.

No dejarse afectar se había vuelto un mantra para él, una forma de mantenerse en serenidad y alegría consigo mismo.

Pero esa noche fue distinta, incluso si todo el camino de vuelta se convenció de que era algo sin importancia, no pudo evitar volver con un sentimiento incómodo.

Quizá era decepción por las altas expectativas que le puso a esa tarde o tal vez fue el sentimiento contundente de derrota que Jung Hoseok disparó directo hacia él.

Porque quizá cuando su jefe solicitó que le acompañara a buscar un regalo al centro comercial, llegó a creer que tendría la posibilidad de acercarse, de mostrarse más allá de lo que era en la empresa, charlar y bromear hasta llegar a ser al menos conocidos.

Y todo iba marchando tan bien cuando llegaron al mercado de Namdaemun y hablaron sin formalismos, cuando Jung Hoseok se permitió caminar en un territorio desconocido sin prejuicio alguno y preguntar con genuina curiosidad sobre los negocios que veía, cuando al escoger las prendas coloridas y tiernas ambos parecían muy satisfechos, cuando aceptó su invitación a cenar y le sonrió alegre al tropezar con una manguera de cable; la llegada de ese tipo fue como un balde helado de agua cayendo sobre su cuerpo.

-Te presento a mi empleado Kim Wooshik.

El hombre que vestía un llamativo traje sastre rojo, le extendió la mano sin mucho interés porque su atención estaba puesta únicamente en Jung Hoseok.

-Jackson Wang -le dijo Hoseok-, un amigo muy querido.

-¿Mucho? -ladeó la cabeza- Tanto que no respondes mis mensajes.

Jung Hoseok le sonrió con tanta naturalidad y encanto que Wooshik volvió a sentir esa barrera impenetrable que colocó desde el primer día entre ellos, esa brecha tajante entre un amigo y un simple trabajador.

Entendió que las sonrisas y las charlas breves de unos minutos atrás no significaron nada. Y entonces llegó el ataque final, ese disparo contundente que le hizo sentir incluso avergonzado cuando no pudo hacer más que asentir y marcharse con una sonrisa fingida en la boca.

-¿Por qué no te adelantas, Kim Wooshik? -le dijo Hoseok colocándose a un lado de Jackson Wang- Iré a cenar con mi amigo.

Y ahora estaba allí, sentado en el sofá de su pequeño departamento mirando fijamente la ropa de bebé envuelta en un lindo cubre polvos color amarillo; replanteándose si dejar su vida en América había sido una locura.

JUNTOS -secuela Amigos-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora