—¿Comprendes que los idiotas como tú no merecen vivir? —gritó uno de los hombres antes de darme el primer puñetazo.
Sentí el ardor en mi cara, además de la sensación de sangre en mi boca.
Luchaba por lograr librarme de los otros dos estúpidos que me sujetaban. Estaba furioso, sabía que no podía llamar a Dagy, no lo podía exponer ahí.
Estábamos en un callejón oscuro, la luz del poste no alcanzaba a iluminar el lugar por completo.
Busqué con la viste algo con lo que defenderme, pero solo había basura tirada por todos lados, la gente que pasaba no nos daba importancia, esa era la suerte de haber nacido sin fuego como el resto.
Estaba acostumbrado a ese trato, sabía que no debía pensar en ello, pero en el fondo entendía que me lo merecía.
Dagy estaba furioso dentro de mí, inquieto por salir.
«Dagy, no te puedo llamar ahora, tranquilo por favor, si se enteran de que existes te capturarán» le dije en mi interior, podía sentir su fuego quemándome por dentro.
En un descuido de uno de los hombres, aproveché para darle una fuerte patada que lo envió volando contra la pared. Quedé con un brazo libre, así que golpeé al otro grandulón como pude para que me soltara.
—Usa tu poder idiota —volvió a gritar el hombre de la cicatriz en la cara.
Era un secreto a voces el hecho de que no tenía poderes como ellos, físicamente ya era diferente. Los del imperio de fuego nacían con el cabello rojizo oscuro, ojos negros y con marcas como tatuajes por su cuerpo, entre más marcas tenían más poderosos eran. Cuando usaban su fuego, esos tatuajes brillaban al rojo vivo.
El hombre frente a mi tenía ambos brazos descubiertos y noté cuando esos tatuajes comenzaron a brillar. Lanzó un látigo de fuego directo a mi rostro.
Como pude lo recibí con mis brazos cruzados, gritando de dolor al sentir ese calor.
—¡Usa tu fuego o te mataré! —gritó con más ira.
Los otros dos hombres se pusieron de pie y lanzaron cordeles de fuego, dejándome expuesto ante el más poderoso.
El de los brazos descubiertos volvió a lanzarme su látigo, una y otra vez, quemando mi cuerpo, el dolor era insoportable, pero debería seguir aguantando.
Se puede decir que siempre me libraba de estas situaciones por Dagy, siempre que lo llamaba me defendía, pero si no lo hacía en ese momento terminaría muerto o él aparecería sin que lo llamase y quemaría todo descontrolado.
Necesitaba solo 3 segundos para llamarlo y poseerlo, pero no lo podía hacer con ellos viéndome de frente.
—¿No les parece injusto 3 contra dos? —preguntó un hombre encapuchado, detrás del que me seguía dando latigazos.
ESTÁS LEYENDO
ARIEN
FantasyEn un imperio donde el Fuego lo es todo, ¿Qué podría salir mal si no naces con él? Arien, un chico de 26 años, quien nació sin poderes y sin las marcas en su piel, crece recibiendo el odio de sus padres y escondiéndose de la sociedad, aunque él gua...