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—¿Qué es eso? —era una voz que había escuchado antes

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—¿Qué es eso? —era una voz que había escuchado antes.

Desperté de golpe y recordé en donde estaba, me encontraba junto al rio con Dagy. De inmediato lo metí dentro de mí, sin dudarlo.

Por el lugar del sol, debió ser casi medio día.

Reconocí a los 3 hombres de la noche anterior, acompañados de otros 3 sujetos. Por sus caras se notaba que venían dispuestos a todo.

—¿Qué era esa cosa? —volvió a gritar el hombre que me había pegado con un látigo de fuego.

No contesté, me concentré en mis 6 oponentes.

Dagy me pedía salir, pero le intenté explicar que no era seguro, a él pareció molestarle ya que repetía una y otra vez que él debía cuidarme a mí, no yo a él.

«No estoy listo para usar lo que aprendí ayer» le aclaré en mi cabeza.

Algo sonó entre los árboles, así que aproveché esa distracción para salir corriendo del lugar. Atravesé el bosque y avancé hasta un gran campo desierto, lo más rápido que pude.

Los hombres lanzaban una especie de balas de cañón incendiadas, caían y explotaban detrás de mí, eran como meteoritos.

—¿Y tu salvador? —gritó uno de los hombres que estaba inconsciente la noche anterior.

El temor de ser descubierto me hizo desear que se olvidaran de aquel hombre que me había ayudado, yo no sabía dónde estaba ni quien era, y agradecía el hecho de no saberlo.

Caminé por el campo y llegué hasta un bosque, me escondí detrás de unos árboles, intentando recuperar el aliento.

Los hombres se acercaban a paso firme, más furiosos que antes.

—No te escondas escoria, mereces morir —repitió el mismo hombre.

«Entiendo, si no te dejo salir tendré que ocupar tu poder... Estamos lejos del pueblo, así que la gente no corre peligro» me lo dije a mi mismo y a mi dragón.

Acumulé el calor en el centro de mi estómago y poco a poco lo fui extendiendo por mi cuerpo. Cuando tuve esa parte controlada, sentí un calor proveniente de las llamas que estaban encendiendo los hombres a su paso.

Avancé entre los árboles para poder concentrarme y no salir más herido de lo que sabía que iba a quedar.

Concentré mi fuego en mis dedos, luego comencé a subirlas poco a poco, cuando al fin pude sentirme preparado, lancé una llama que logró herir a uno de los hombres que estaba más cenca.

Los demás se dieron cuenta y con más entusiasmo me seguían.

—Qué mediocre tu poder —comentó uno de ellos.

—Eso explica su aspecto —añadió el que estaba más cerca.

Intenté lanzar otro ataque, pero mi cuerpo no estaba preparado para tanta demanda.

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