4th

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Lena siguió de forma diligente a la desconocida a la que se acercó sin pensarlo dos veces solo porque tenía una apariencia muy atractiva, y durante el trayecto no pudo evitar reproducir en su mente la voz de su madre diciendo que un verdadero Luthor jamás actuaría por impulso.

Naturalmente, culpó a Samantha y su insistencia en dejar de lado el uso de supresores, del hecho de estar siguiendo en silencio a una chica que cinco minutos atrás ni siquiera hacía en el mundo.

Diana caminaba de forma tranquila pero firme, con una postura recta y con un aire regente que seguramente era nato debido a su título nobiliario. Lena iba caminando un poco detrás de ella, como si fuera una simple dama de compañía, pero no se sentía del todo mal teniendo en cuenta la estela del suave aroma a frutos rojos que la princesa dejaba tras su paso

Luego de llegar a la planta número cinco del mismo edificio donde se encontraba el dormitorio de Lena, Diana deslizó su tarjeta de manera elegante través del mecanismo, e inmediatamente después empujó la puerta e instó a la ojiverde a pasar primero. Lena dudó y le pasó por la mente echarse para atrás en ese instante, porque su juicio nublado se esclareció brevemente y le recordó que estaba a punto de ingresar al dormitorio de una chica desconocida que, por muy princesa que fuera, seguía siendo una amenaza para su integridad física.

Pero, por otro lado...

La ojiverde notó que al parecer todas las habitaciones eran iguales al interior, pero también notó que al parecer Diana no tenía un acompañante, lo que le molestó puesto que encontró aquello muy injusto. Estaba a punto de empezar a quejarse y echarle en cara a la princesa el hecho del favoritismo en la institución, pero las palabras murieron en su garganta al sentir un delicado roce en su muñeca.

Lena tragó saliva con fuerza al sentir un cosquilleo detrás del cuello, mismo que atribuyó a sus glándulas de omega, y Diana no hizo nada más allá de frotar de forma tenue la piel de la ojiverde con las yemas de sus dedos, pero sensorialmente hablando, Lena empezó a sentir cosas que nunca antes se le habían permitido experimentar.

—¿Todavía quieres compartir? —inquirió Diana en voz baja y la mirada puesta en la breve unión de sus manos.

La ojiverde volvió a tragar saliva, llena de nerviosismo y demasiado consciente de sí misma, pero asintió de manera firme y giró la muñeca de tal forma que los dedos de Diana recorrieron -todavía con suavidad-, la palma de su mano. Estaba muy ansiosa pero también con algo de miedo porque no quería perder el control, sin embargo, la princesa parecía dispuesta a llevar las cosas con calma, debido a que seguramente notó la inexperiencia de su nueva compañera.

—Me llamo Diana —murmuró la castaña al tiempo que sus dedos empezaron a ascender a través del antebrazo de Lena—. Usualmente no cedo a compartir de forma tan irresponsable, pero posees algunas características que me gustan mucho.

—¿Como cuáles? —La curiosidad de Lena salió a relucir, y Diana esbozó una sonrisa suave antes de empezar a liberar una pequeña dosis de feromonas que la ojiverde pudo sentir directamente en sus terminaciones nerviosas.

—Tez pálida, cabello oscuro, hoyuelos... —respondió la castaña en un tono arrastrado al tiempo que colocaba su rostro a centímetros del de Lena, de modo que sus labios se rozaron cuando siguió hablando—. La inexperiencia.

Lena no pudo esperar otro instante antes de finalmente lanzarse a la boca de Diana.

La castaña aceptó el beso de forma gustosa y atrapó el cuerpo de la ojiverde con firmeza contra el suyo. Luego buscó la pared más cercana y la llevó hacia allí para retenerla entre el muro y su cuerpo.

Lena jadeó al sentir el delicado roce de  una mano ascendiendo por el exterior de su muslo, y se le erizó la piel sin que pudiera hacer algo para evitarlo. De forma inconsciente empezó a liberar feromonas para llamar la atención de Diana de una manera más efectiva, y asumió que aquello rindió frutos, puesto que un segundo después, la princesa la instó con una mano a colocar una pierna alrededor de su cadera mientras la otra soltaba de forma rápida y eficiente los botones del blazer y la camisa.

Cuando sus bocas volvieron a unirse, sintió que su rostro se sonrojó de forma exagerada al sentirse invadida por el aroma suave y a la vez concentrado que provenía de Diana, y se dio cuenta de que ese par de besos no eran suficientes para apagar el deseo que estaba elevándose entre sus piernas.

Sorprendiéndose a sí misma, colocó la mano de la castaña sobre su pecho y la obligó a apretarlo con suavidad, lo que ocasionó que Diana se pusiera un poco salvaje y en lugar de seguir besándola, dirigiera su boca la piel descubierta de su torso. Lena volvió a erizarse y dejó salir un gemido bajo al sentir los labios y el aliento cálido de la princesa contra su piel, y se retorció tratando de obtener un roce entre las piernas al identificar la nueva oleada de humedad que lubricó su ropa interior.

Ella misma podía oler sus feromonas en ese punto, por lo que era obvio que Diana también las percibía, y aquello quedó claro cuando la princesa finalmente liberó su pierna para que Lena estuviera correctamente de pie, antes de levantarle la falda y correr las bragas hacia un lado para tocarla directamente.

—Diana, un momento —jadeó la ojiverde al sentir que sus piernas cedieron por completo al primer contacto, y su voz se quebró en un gemido poco digno cuando trató de pedirle a la princesa que se detuviera porque tenía miedo de caerse.

Pero Diana no se detuvo, y buscó frotar con suavidad e insistencia el nudo de nervios entre las piernas de la omega al tiempo que la sostenía muy de cerca para evitar que se derrumbara. Lena volvió a quejarse y de nuevo exhaló de forma temblorosa el nombre de Diana, y antes de que pudiera evitarlo, terminó corriéndose sobre la mano de la princesa con un gemido ahogado y el rostro desencajado en una mueca de éxtasis puro.

—Solo como un dato, generalmente las sesiones donde se comparten feromonas no terminan de este modo.

Lena estaba luchando por recuperar el aliento pero no pudo evitar reírse al notar el tono burlón en que la princesa dijo aquello, y de forma distante pudo percibir un tenue beso en el cuello que le erizó la piel de nuevo. Diana todavía no apartaba la mano de entre sus piernas y la ojiverde estaba segura de que podía sentir cada pequeño espasmo de su clítoris contra las puntas de sus dedos, lo que solo la encendió más.

—Por cierto, me llamo Lena. ¿Deberíamos llevar esto a tu cama?


𝑳𝒆𝒕'𝒔 𝒕𝒂𝒍𝒌 𝒂𝒃𝒐𝒖𝒕 𝒔(𝒆𝒙)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora