ONE-SHOTS

Destinos entrelazados (sonadow ❤️)

Desde que Shadow llegó al barrio, Sonic sintió que algo en su vida había cambiado. Shadow era todo lo que él no era: extrovertido, seguro y con una risa contagiosa que iluminaba cualquier habitación. La primera vez que se encontraron, fue un día de primavera. Sonic estaba en el parque, sumido en un libro, cuando escuchó la carcajada de Shadow que resonaba entre los árboles. Curioso, levantó la vista y lo vio: un chico de cabellos azabaches con toques rojos y ojos rubí brillantes.

Sonic, a quien las palabras y las historias siempre le habían parecido más seguras que la interacción real, sintió que su mundo se detenía por un momento. Era la primera vez que se sentía atraído intensamente hacia otro chico. A medida que los días pasaban, Shadow se convirtió en una presencia constante en el parque, siempre invitando a sus amigos a jugar a la pelota o a hacer una barbacoa. A menudo, Sonic se quedaba observando desde la distancia.

Una tarde de verano, el destino decidió darle un empujón. Shadow terminó en el mismo café donde Sonic solía ir a escribir. Con su grupo de amigos en la mesa de al lado, la risa de Shadow lo envolvía. Fue entonces que, por un giro del azar, un vaso de agua se derramó y fue a parar justo en la mesa de Sonic.

-¡Lo siento, lo siento!-Exclamó Shadow, levantándose rápidamente. Con su cabello desordenado y una sonrisa apenada, se acercó a Sonic-. ¿Puedo invitarte a otro?

Sonic sintió que el corazón le daba un vuelco. Asintió, intentando ocultar su nerviosismo. Esa fue la primera conversación entre ellos, y aunque empezó como un accidente, se convirtió en algo mágico. Hablaban de libros, de sueños, de la vida. Shadow le contó sobre su amor por la música y cómo quería viajar por el mundo, mientras que Sonic compartía su pasión por la escritura y la creación de historias. Había una conexión innegable.

Con el tiempo, Shadow comenzó a ver más a Sonic, cada vez con más frecuencia. Se encontraron en diferentes lugares, siempre en el mismo café, paseando por el parque o en pequeñas galerías de arte. Sonic nunca había reído tanto, nunca se había sentido tan vivo. Sin embargo, a pesar de la cercanía, un temor insidioso lo mantenía a raya: ¿Y si Shadow no sentía lo mismo?

Fue un balneario en la costa donde todo cambió. Shadow había planeado un viaje con amigos, y, a pesar de sus dudas, Sonic fue el último en ser invitado. En medio del sol, las risas y el sonido de las olas, la tensión entre ellos creció. Una noche, mientras todos estaban ocupados, Shadow y Sonic se alejaron del grupo y se sentaron en la orilla, mirando las estrellas reflejadas en el mar.

-Sabes, hay algo de ti que me atrae-dijo Shadow, rompiendo el silencio con suavidad-. Siempre he sentido que, aunque seas un poco tímido, hay una fuerza en ti que no puedo ignorar.

Sonic sintió que su corazón latía con fuerza. Las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. En ese momento, la fragancia de la brisa marina y el murmullo de las olas lo envolvieron, y, antes de que pudieran siquiera pensar, Shadow se inclinó y lo besó. Fue un beso suave, delicado, como si el mundo alrededor de ellos se desvaneciera, dejando solo el susurro del mar y el latido de sus corazones.

Cuando se separaron, ambos sonrieron, uniendo sus miradas. Aquella noche, Sonic finalmente se sintió libre. Discutieron sobre sus miedos, sus sueños compartidos y la realidad de ser quienes eran. Estaban en la playa, envueltos por la luna y el mar; la conexión que sentían era más fuerte que cualquier duda que tuvieran. Los días de inseguridad parecían lejanos.

A medida que la relación floreció, despertaron juntos cada mañana, explorando sus sentimientos y compartiendo sus anhelos. Al regresar al barrio, se dieron cuenta de que la vida seguía, pero ellos ya eran diferentes. Se habían encontrado en medio del caos y del miedo, y juntos decidieron dar un paso hacia adelante. En sus corazones, el amor había sembrado la semilla del coraje, haciéndolos más fuertes.

Los días pasaban y las estaciones cambiaban, pero el amor entre Shadow y Sonic se mantenía firme. Aprendieron a amar la imperfección, a celebrarse el uno al otro en su esencia, y a luchar juntos por un futuro donde pudieran ser ellos mismos sin miedo a ser juzgados.

Y así, en un rincón del mundo, dos chicos se encontraron, y sus corazones bailaron al ritmo de su amor, un amor que brillaba más que cualquier estrella en la vastedad del cielo.

Fin.