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𝖈apítulo uno

Otoño era la época favorita del año para Olivia, le causaba nostalgia ver las hojas de los árboles caer, el aroma a tierra mojada y un buen café por las mañanas

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Otoño era la época favorita del año para Olivia, le causaba nostalgia ver las hojas de los árboles caer, el aroma a tierra mojada y un buen café por las mañanas. También por que era Hallowen, y su niña interior extrañaba pedir dulces, pero era algo que jamás diría, ya que esa festividad, era un tanto... problemática.

Paseaba por el convento, el cual no era muy grande a decir verdad, pero era su hogar. Se dirigía a la capilla, tenía noches sin dormir, lo atribuyó a que no se había confesado ante dios hacía ya bastante tiempo. Respiro hondo, el aroma de las flores que decoraba aquel lugar era una de las siete maravillas del mundo para Olivia.

Estando frente al altar, se arrodilló suavemente, posó sus codos en el asiento y hundió su cabeza entre sus manos, bloqueando su vista.

"Oh mi señor, estoy aquí hoy, para confesarme. Yo he pecado, me temo que he tenido pensamientos indecorosos."

Susurro la joven, apenada consigo misma, sus palabras retumbaron por el lugar, el eco era quizás su peor enemigo en ese momento.

"He visto y he deseado. Cada vez que lo veo, es como una tentación. Quizás ha venido sátanas para probarme, pero yo hice un juramento, mi señor."

Continuó rezando por un buen tiempo. Suspiro, aparentemente arrepentida por aquello, tan hundida en sus pensamientos que no se percató que alguien más había llegado al mismo lugar.

Olivia se levantó lentamente, se persinó dos veces seguidas, tratando de expiar su culpa de alguna manera, tomó su biblia y rosario, giró para irse, pero se exaltó cuando vio al padre Mayhew sentando en una esquina, con una mano en la babilla mientras la miraba fijamente, analizándola.

La joven monja tragó saliva, nerviosa por saber si aquel sacerdote había escuchado lo que había confesado ante dios.

— Padre, disculpe, no sabía que usted estaba aquí.

— No se disculpe, hermana Olivia. Tiene todo el derecho de venir aquí cuando quiera, es la casa de dios.

La pelinegra se sintió aliviada, pensando que quizás el padre Mayhew había llegado después. Así que se permitió a si misma relajarse.

— Si me permite, padre. ¿Cómo se ha sentido con su bienvenida?

— Fue espléndida, me atrevo a decir. Nunca había sentido tanto amor hacia mi persona, y hacia dios.

Olivia sonrío, el hombre tenía una voz tan encantadora, era suave pero sin quitar lo varonil.

— Me alegro, padre.

CONSUMED.    ★   CHARLIE MAYHEWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora