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Blitz subió por el balcón del palacio de Stolas como un torbellino de furia, listo para arrasar con todo si era necesario. A su alrededor, las paredes elegantes y las decoraciones fastuosas apenas llamaban su atención. Su único objetivo... era encontrar Stolas y lo que le debía: el Grimorio o el cristal Asmodeano. Pero al llegar al salón principal, la escena lo dejó momentáneamente desconcertado.

En lugar del usual Stolas que lo recibía con su sonrisa soñadora y su comportamiento embelesado, lo que encontró fue una atmósfera inquietante. La música resonaba a todo volumen, pero en lugar de ser algo animado, tenía un ritmo lento y casi perturbador. Stolas estaba en la cocina, moviéndose de manera automática, como si estuviera atrapado en una coreografía que no tenía sentido, pero no bailaba, no cantaba... no reía. 

La tensión en el aire era palpable.

Blitz frunció el ceño y avanzó, sus pasos resonando sobre el suelo de mármol. 

No era así como había imaginado esto...

Se aclaró la garganta, intentando mantener su usual actitud despectiva.

—¿Qué demonios es esto, Stolas? —rugió Blitz, acercándose más—. ¿Estás jugando a las casitas ahora? Cocinando como si todo estuviera bien mientras sabes que me jodiste la vida... ¡Quiero el cristal, ya! —agregó, golpeando el borde de una mesa con el puño—. O voy a...

Stolas se giró lentamente, sus ojos brillando con una intensidad perturbadora. Aunque su boca esbozaba una sonrisa, algo en su expresión era aterradoramente vacío.

—Blitzy, querido... —murmuró con una voz suave, pero afilada como una navaja—. Me alegra que hayas venido. Me preguntaba cuándo vendrías a verme... después de todo lo que pasó entre nosotros.

Blitz dio un paso atrás, sorprendido por el tono en la voz de Stolas. Se había preparado para una confrontación, pero esto era... diferente. 

Ese tono. 

Algo en él le hizo sentir un escalofrío recorriéndole la espalda.

—¡No juegues conmigo! —gritó Blitz, en un intento de recuperar el control de la situación—. ¡Dame el maldito cristal y terminemos con esto de una vez! ¡O el puto Grimonio!

Stolas se rió suavemente, un sonido que normalmente habría sido dulce, pero que ahora sonaba como el preludio de algo peligroso.

—Oh, Blitzy... —Stolas avanzó hacia él con pasos tranquilos, demasiado tranquilos—. Siempre tan directo... tan tosco. ¿No te has dado cuenta de que no se trata solo de un cristal o de un Grimorio? Esto es mucho más grande que eso... tú y yo somos mucho más grandes que eso.

Blitz apretó los puños, intentando ignorar la incomodidad creciente en su pecho.

—Tú y yo no somos nada, ¿me oyes? Nada más que un pacto sexual que salió mal. Así que deja de hacerte el misterioso y dámelo de una vez. No tengo tiempo para tus jueguitos. Me volveré a acostar en luna llena  contigo y fin de la discusión.

Stolas se detuvo justo frente a él, lo suficientemente cerca como para que Blitz pudiera sentir su respiración. El príncipe inclinó la cabeza, observándolo con una mirada que mezclaba decepción y una especie de oscura fascinación.

—¿Y si no quiero? —Stolas sonrió, pero sus ojos eran fríos—. ¿Y si prefiero quedarme con lo que es mío? Después de todo, Blitzy... tú me perteneces, en más formas de las que te das cuenta.

Blitz lo miró, con su habitual agresividad volviendo a su rostro.

—¡Yo no le pertenezco a nadie, mucho menos a ti, pendejo con plumas! —gritó Blitz, pero el temor en su voz era evidente, aunque intentara disimularlo—. Y si no me das ese maldito cristal, te juro que te haré arrepentirte de haber nacido.

Quiero venganza -  |Helluva Boss|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora