prólogo

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El tiempo es un espectador cruel

A veces, deseo que todo se detenga hasta el día en que todo en mi vida se arruine; que las agujas del reloj se queden quietas, los recuerdos me persiguen como si fuera prisionera del pasado.

Los días después de ese accidente se fusionaron en una bruma interminable.

Los rostros de quienes me consolaban se hacían borrosos las palabras de consuelo se hacían susurros.

Quiero retroceder... volver a ese día en que todo iba para bien. Volver y detener todo ese desastre, corregir ese momento y salvar lo perdido.

Y un día lo hice o al menos lo intenté.

En ese momento no entendí nada, ni como había llegado al lugar del accidente, pensé que todo era parte de un sueño y que en despertaría, pero no era así... o al menos eso creí. Cada vez que intento regresar solo me lleva a querer entregar mi vida para salvar la suya

Verlos, pero no tocarlos, escucharlos, pero no poder advertirles. El tiempo era como un castigo; un ciclo interminable de impotencia.

Hasta que aparecieron ellos.

Esos tres jóvenes, cada uno con un vínculo especial con el tiempo y la realidad. Cada uno está roto a su manera, pero somos capaces de hacer que nunca haya imaginado. Me encontraron en mi desesperación y me mostraron que sus poderes aunque sean limitados, tenían un propósito más grande.

Ahora mi viaje no es solo hacia el pasado, sino era hacia mi misma, hacia mi futuro aunque eso estaba por escribirse.

Ahora mi viaje no es solo hacia el pasado, sino era hacia mi misma, hacia mi futuro aunque eso estaba por escribirse

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