Era un día de esos, que paseábamos con la familia y nos escondíamos en algún rincón, sin celulares, sin llamadas importantes, sin tecnología. Solo nosotros.
Íbamos de camino hacia el lago en el sur de Salem, es como una tradición familiar que tenemos de ir por lo menos un día hacia ese lago.
En mi reproductor escuchaba “Blank Space” de Taylor Swift, una de mis cantantes favoritas, mientras que mis padres solo escuchaban su música, que escuchan solo los señores de su edad, mi hermana estaba en su mundo, libros.
Fanny es muy cerrada, prefiere encerrarse en sus hojas escritas y sus dibujos antes que pasar un minuto con el mundo, siempre dice que es aburrido el mundo real que el ficticio donde hay puros mundos mágicos y espirituales.
Creo que es verdad, nunca he tocado un libro, pero comparto su opinión.
Gire mi vista hacia el borroso paisaje que se veía desde la ventanilla, se empezaba a nublar, las nubes se juntaban para obtener ese color gris avisando que una tormenta se acercaba, lo que era raro, ya que hace diez minutos estuvo soleado completamente.
Fue en ese momento cuando sentí un tirón, no físico, tampoco de choque, sino algo que venía desde el interior como si el tiempo empezara a desmoronarse a mi alrededor. Como si fuera poco, la lluvia había empezado a caer sobre la calle, como un diluvio, fue en ese entonces que el auto comenzó a patinar sobre la senda mojado.
El mundo fuera de las ventanillas se volvía distorsionado como si todo se ralentizara y el sonido se apagaba.
Todo perdió su forma.
Mis oídos solo escuchaban la voz lejana de mi madre llamándome por mi nombre.
—¡Catalina! — grito con desesperación, pero mis labios no se movían, desde ahí todo era silencio.
Entonces ocurrió, el choque. Un impacto tan fuerte que se percibía como si todo el aire hubiera sido arrancado de mis pulmones.
El auto comenzó a girar y girar, los cristales se rompían y las luces del exterior estallaron en destellos. Intente gritar pero mi voz había perdido fuerza, me envolví en la oscuridad y de repente, el tiempo pareció detenerse.
Entre en algún tipo de bucle negro, un vacío absoluto donde nada existía.
No entendí que me estaba pasando.
Pero lo que si sé es que el accidente seguía pasando frente a mis ojos, pero ya no podía sentir mi cuerpo, es como si estuviera atrapada en una proyección interminable se lo que acababa de suceder. Puedo ver el coche volcarse, el cuerpo de mis padres enredados en los asientos delanteros y la sangre cubriendo el volante, mientras que mi hermana dejaba su cuerpo caer sobre el cinturón de seguridad.
Todo se repetía, una y otra vez. El mismo instante. El mismo impacto, la oscuridad, el vacío y la repetición.
Pero en lo más profundo de este vacío sentí algo más, una presencia.
Algo me observaba.
Algo más allá del accidente, más allá del accidente. No sabría distinguir entre la muerte o algo peor, pero la sensación era fría y distante.
Es como si el propio tiempo me estuviera juzgando.
Como si quisiera que comprenda algo que aún no puedo ver.
No solo es un accidente, sino el comienzo de algo más grande, algo que no puedo entender.
Tan rápido como comenzó, el bucle terminó.
Abrí los ojos, jadeando por aire, sin saber cuanto tiempo había pasado. Los sonido del mundo volvieron, el claxon de un auto lejano, las sirenas y la lluvia cayendo sobre los escombros. Estaba tirada en el suelo, enredada entre el metal retorcido y vidrios rotos. El dolor llegó como una ola tardía, y cuando me gire hacia los asientos delanteros, los vi: mis padres, inmóviles, irreconocibles bajo la sombra de la muerte junto a mi hermana.
Todo era real.
Pero algo cambió, algo en mí, una sensación de que el tiempo ya no fluía de la misma manera.
Entendí que mi vida ya no sería lo mismo después de esto.
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Emisarios en el Tiempo
SpiritualCuatro Jóvenes subestimados con poderes psíquicos contra un mundo que maneja muy mal el tiempo.