"El comienzó"

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El Ministerio de Magia estaba repleto de murmullos ese día, y Harry no entendía por qué todos lo miraban de esa manera. Había derrotado a Voldemort hacía ya dos años, y aunque seguía siendo una figura pública, esa mirada específica que veía en los ojos de los magos y brujas que lo rodeaban lo incomodaba. Era una mezcla de lástima y, en algunos casos, resignación.

Harry no tenía ni idea de lo que estaba por suceder.

Caminó hacia la Sala de Hechizos Antiguos, un lugar reservado para eventos especiales y ceremonias mágicas que databan de tiempos arcaicos. Al llegar, lo esperaba una figura alta, pálida y con el porte orgulloso que siempre lo había caracterizado: Draco Malfoy.

-¿Qué haces aquí, Malfoy? -preguntó Harry con un tono algo cansado. No tenía paciencia para las artimañas de Draco ese día.

-Estoy aquí por lo mismo que tú, Potter -respondió Draco con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Estaba demasiado serio, y eso puso en alerta a Harry-. Hoy es el día en que todo cambia.

Harry frunció el ceño, sin entender nada. ¿Qué podía querer Draco con él?

-¿De qué estás hablando? -insistió Harry, mirando alrededor para ver si alguien más estaba involucrado en lo que fuera que Draco planeaba.

Draco avanzó un par de pasos hasta estar muy cerca de Harry, tanto que el aliento de ambos se mezclaba en el aire frío de la sala.

-Sabes, siempre te he envidiado, Potter. Desde el primer día en Hogwarts. La atención, el respeto... incluso cuando te metías en problemas, todos te admiraban. Yo solo era "el hijo de Malfoy", obligado a cumplir con las expectativas de mi familia. -Su voz estaba cargada de resentimiento-. Pero hoy voy a asegurarme de que tú nunca te olvides de mí. Jamás.

Harry dio un paso atrás, incómodo por el tono de Draco.

-No sé qué te propones, pero no voy a seguirte el juego, Malfoy -respondió Harry, mirando hacia la puerta, buscando una forma de salir de esa situación extraña.

Draco levantó una varita con un gesto decidido y murmuró un hechizo en una lengua antigua, algo que Harry no alcanzó a comprender. De repente, el aire en la sala cambió, se volvió más denso, como si una magia poderosa hubiera sido activada.

-Acabo de invocar una tradición mágica antigua, Harry. Un hechizo de matrimonio forzoso. -Draco sonrió de lado, viendo la sorpresa y la ira reflejadas en los ojos de Harry-. No tienes opción.

Harry intentó desenvainar su varita, pero cuando lo hizo, un campo de energía invisible lo detuvo. No podía moverse.

-¡Esto es una locura, Malfoy! ¡No puedes obligarme a casarme contigo! -gritó Harry, furioso.

-Oh, puedo. Y lo haré -respondió Draco con una calma inquietante-. Este hechizo es legal, aunque casi nadie lo utiliza. Pero según la ley, ahora estás obligado a casarte conmigo, y no hay nada que puedas hacer para deshacerlo. Los juramentos mágicos son inquebrantables.

Harry miraba a Draco con una mezcla de incredulidad y furia. No entendía por qué Draco había llegado a tal extremo.

-¿Por qué harías esto? -preguntó Harry, buscando desesperadamente una respuesta lógica en la locura que lo rodeaba-. ¿Qué ganas con esto?

-Lo que quiero -dijo Draco, acercándose más- es que el mundo sepa que tú me perteneces. Siempre fuiste el héroe, el elegido, el admirado. Ahora serás mío. Y no podrás escapar de ello. Nadie podrá impedir que tú y yo estemos juntos para siempre. Eso es lo que ganaré, Potter.

Harry respiró con dificultad, tratando de pensar en una solución. No había forma de romper el hechizo, y la magia antigua era poderosa. Pero lo que más lo sorprendía no era la fuerza del encantamiento, sino la intensidad de las emociones que veía en los ojos de Draco.

Draco no solo estaba actuando por celos. Había algo más. Algo que había estado ocultando durante años.

-No me obligues a esto, Draco -dijo Harry en un susurro, intentando apelar a algún vestigio de humanidad en su antiguo rival-. Esto no es lo que realmente quieres.

Por un momento, Draco vaciló, como si algo dentro de él estuviera luchando. Pero luego, su expresión volvió a endurecerse.

-Es lo que siempre he querido, Potter. Y ahora lo tengo.

El eco de las palabras de Draco resonó en la sala mientras las luces mágicas centelleaban a su alrededor. Harry sabía que no tenía escapatoria... al menos no por ahora.

El juramento de Malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora