El día que Harry entró en labor de parto, Draco Malfoy se despertó sintiéndose más nervioso de lo habitual, aunque jamás lo admitiría. Pasó la mayor parte de la mañana en la mansión Malfoy revisando documentos del trabajo, tratando de distraerse de la inminente llegada del bebé. Mientras tanto, Harry estaba en Grimmauld Place, sintiendo ligeras molestias, pero nada que indicara lo que estaba a punto de suceder.Todo cambió al mediodía, cuando un grito de Harry resonó por toda la casa.
—¡Draco! —gritó Harry desde la sala, con una mezcla de dolor y pánico en su voz—. ¡El bebé viene!
Draco dejó caer inmediatamente el pergamino que estaba leyendo y casi se tropezó con su propia alfombra de tan rápido que corrió escaleras abajo. Su mente estaba en blanco, y por primera vez en mucho tiempo, el siempre estoico Draco Malfoy no tenía idea de qué hacer.
—¿Qué? ¿Cómo? ¡No es posible! —exclamó mientras entraba en la sala, encontrando a Harry encorvado, sujetando su abdomen con una mano y apretando los dientes.
Harry lo miró con una mezcla de dolor e impaciencia.
—¡Sí es posible, y está pasando ahora! —gritó, lanzándole una mirada asesina.
Draco se congeló. No había estado preparado para esto. Claro, había leído un par de libros sobre el parto, pero ver a Harry en esa situación era una historia completamente diferente. En su mente, todo se convirtió en una mezcla de escenas caóticas. Y entonces, de la nada, comenzó a hiperventilar.
—Oh, Merlín… oh, Merlín… —susurraba Draco, caminando en círculos por la sala, con los ojos bien abiertos—. No, no, esto no puede estar pasando. ¡Todavía faltaban dos semanas! ¿No faltaban dos semanas, Potter? ¡Eso me dijiste!
—¡No podemos discutir sobre el calendario ahora, Draco! —gritó Harry, su cara completamente roja mientras las contracciones aumentaban en intensidad.
Desesperado, Draco trató de buscar en su mente qué hacer. ¿Llamar a San Mungo? ¿Buscar a Hermione? ¿A su madre? Pero la idea de su madre Malfoy presenciando esto le dio escalofríos. Antes de que pudiera decidir algo, Harry gritó otra vez.
—¡Draco, deja de dar vueltas como un elfo doméstico y ayúdame!
Draco, ahora más pálido de lo normal, se acercó torpemente a Harry, pero no supo dónde poner las manos. Intentó sostenerlo, pero Harry lo empujó.
—¡No me toques! ¡Sólo llévame a San Mungo!
—¡San Mungo, claro! —repitió Draco, como si fuera la primera vez que escuchaba ese nombre.
Se lanzó hacia la chimenea, tomó un puñado de polvo flu y gritó: "¡San Mungo!". En un abrir y cerrar de ojos, Draco y Harry estaban en la sala de emergencias del hospital mágico.
En cuanto llegaron, la escena fue un caos. Los sanadores corrieron hacia Harry mientras Draco se quedaba al margen, viendo cómo todo sucedía a su alrededor como si estuviera en cámara lenta. La respiración acelerada, las manos temblorosas… estaba al borde del colapso.
—Señor Malfoy, ¿podría firmar estos documentos? —le preguntó una sanadora que intentaba que se centrara en algo útil.
Draco apenas pudo sostener la pluma.
—¿Documentos? ¿Qué documentos? ¡Mi… mi esposo está teniendo un bebé! ¡Y yo… yo ni siquiera he desayunado! —gritó con una mezcla de histeria y total desconcierto.
La sanadora le lanzó una mirada confusa, pero antes de que pudiera decir nada más, Draco observó cómo Harry era llevado en una camilla hacia la sala de partos. Todo sucedía tan rápido, y cada grito que Harry emitía parecía aumentar el pánico de Draco.
—¡Vamos, Potter, respira! —intentó decir Draco, aunque más parecía que él mismo necesitaba respiración asistida.
Finalmente, llegaron a la sala de partos. Draco, con el rostro pálido y las manos temblorosas, se mantuvo al lado de Harry, quien lo miraba con una mezcla de rabia y diversión, a pesar del dolor que estaba experimentando.
—¿Por qué estás más nervioso tú que yo? —preguntó Harry, jadeando entre contracciones—. ¡Yo soy el que está pariendo aquí!
Draco abrió la boca para responder, pero entonces una contracción especialmente fuerte sacudió a Harry, y fue demasiado para él. Lo último que vio Draco fue a Harry gritando y a los sanadores corriendo de un lado a otro.
—Oh, Merlín… —susurró Draco antes de que sus rodillas se doblaran y cayera al suelo.
Draco Malfoy, el orgulloso heredero de una de las familias más antiguas del mundo mágico, acababa de desmayarse en plena sala de partos.
Cuando Draco abrió los ojos, se encontró a sí mismo tumbado en una camilla al lado de Harry. Un sanador lo observaba con una expresión mitad divertida y mitad exasperada.
—Bienvenido de vuelta, señor Malfoy —dijo el sanador—. Ha tenido un ligero… percance.
Draco parpadeó, tratando de recordar lo que había pasado. Luego, todo regresó a su mente en una oleada abrumadora: Harry en labor de parto, el caos, los gritos… y luego, el suelo acercándose rápidamente.
—¿Me desmayé? —preguntó Draco, su voz débil.
—Como un tronco —respondió Harry desde la otra camilla, con una sonrisa divertida a pesar de estar en medio del parto—. Al menos ahora sé que tienes un límite, Malfoy.
Draco intentó incorporarse, pero el sanador lo empujó suavemente de nuevo hacia abajo.
—Quizás debería quedarse aquí un poco más, señor Malfoy. No queremos que vuelva a caerse —dijo con una pequeña risa.
Draco intentó protestar, pero antes de que pudiera decir algo, un grito fuerte de Harry llenó la sala. Se giró para ver a su esposo, ahora claramente en la última etapa del parto. Y, a pesar de todo, incluso después de haberse desmayado, Draco sintió una oleada de emoción y preocupación. Este era su hijo, su familia, y de alguna manera, a pesar de lo absurdo y caótico de la situación, sentía un inmenso orgullo.
Se levantó tambaleándose y se acercó a Harry, esta vez determinado a no desmayarse. Agarró la mano de Harry con firmeza, ignorando el dolor cuando Harry lo apretó con toda su fuerza.
—Lo estás haciendo bien, Potter —dijo Draco, con una sonrisa temblorosa.
Harry lo miró de reojo, sin dejar de respirar con dificultad.
—Si sobrevivo a esto, te juro que te....
Y con un último empujón, el llanto del bebé llenó la sala. Draco sintió que el aire volvía a sus pulmones mientras veía a los sanadores entregar a su hijo en los brazos de Harry. El bebé, pequeño y arrugado, era la cosa más hermosa que Draco había visto en su vida.
—Es un niño —dijo el sanador con una sonrisa.
Harry, agotado pero sonriendo, miró al bebé y luego a Draco.
—Mira lo que hicimos, Malfoy.
Draco, todavía ligeramente aturdido y con una mano adolorida, se acercó a mirar más de cerca al bebé. Y por primera vez en mucho tiempo, dejó que una sonrisa genuina se extendiera por su rostro.
—Lo logramos, Potter —dijo, mirando a su esposo y a su hijo con orgullo—. Y, por Merlín, prometo que la próxima vez no me desmayaré.
Harry soltó una carcajada.
—¿Próxima vez? Ya veremos, Malfoy. Ya veremos.
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El juramento de Malfoy
FantasyDraco Malfoy, impulsado por una antigua magia y una mezcla de rivalidad y deseo, realiza un juramento un hechizo que lo une irrevocablemente a Harry Potter. Lo que empieza como una obligación mágica inesperada, toma un giro sorprendente