Park Sunghoon, un tiburón blanco que se ha presentado como enigma, decide mudarse a Hawaii con el fin de calmar sus serios problemas de conducta.
Sin embargo lo que esperaba que fuera un experiencia terapéutica se tranformó en un arma de doble filo...
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Todo empezó en una tarde de marzo.
Los gritos de auxilio retubaban por todo el Mar Amarillo mientras el desgarrador llanto de las víctimas se perdía entre los gruñidos y el sonido de huesos rompiéndose, seguido del estremecedor silencio que confirmaban la muerte de todos y cada uno de esos alfas adultos.
Betas y omegas mantenían una gran distancia de la escena mientras observaban con temor las atrocidades que estaba haciendo el joven tiburón blanco. Nadie se podía explicar como un solo chico de 17 años logró descuartizar a todo un grupo de alfas con sus propias manos, dejando a su alrededor los cadáveres hechos trizas y el agua teñida de un aterrador rojo debido a la sangre.
━¡Ese chico es un psicópata! ━avisó uno de los alfas que logró escaquearse de las atroces manos del joven, aunque le faltaba una pierna y tenía una preocupante herida en el pecho. Probablemente moriría desagrado más pronto que tarde━. ¡Salgan todos de aquí! ━ordenó con su voz de mando.
Así fue la trágica y prematura presentación de Park Sunghoon, un tiburón blanco que se convirtió en un enigma tras una acalorada discusión con un grupo de tiburones mako.
Desde entonces, Sunghoon ha sido conocido por ser el alfa más fuerte y agresivo de la actualidad, recibiendo algunos títulos como bestia marina, el diablo del mar y rey del océano; capaz de acabar con grandes grupos de personas hasta teñir los mares de rojo; alcanzando velocidades surrealistas al nadar; con unos afilados y resistentes colmillos para masticar la carne de sus víctimas y grandes ojos asesinos llenos de ira.
Le veían como el monstruo más perfecto que la madre naturaleza ha creado. Alguien invencible e intocable que nada ni nadie puede controlar o detener. Y no estaban equivocados. A pesar de siempre haber sido un niño dócil, su presentación le cambió tanto que era irreconocible incluso para sí mismo.
Los educados saludos se convirtieron en gruñidos y amenazas; las salidas al parque pasaron a ser peleas con otros tiburones donde obviamente salía ganando sin esfuerzo alguno; los premios que le daban en la escuela por ser el mejor alumno fueron reemplazados por la satisfacción de acabar con cualquier alfa que se cruzara por su camino; su suave y debilucho cuerpo ahora estaba fornido y lleno de cicatrices debido a las duras peleas.
Allá a donde iba solo había caos, muerte y destrucción, pero no se trataba de algo voluntario, sino que así era su naturaleza.
Evidentemente, todos los que tenían instinto de supervivencia huían de él, pero habían unos pocos alfas y betas estúpidos que tuvieron la desfachatez de retarlo a un duelo con el fin de poder conseguir el galardonado logro de vencer a un enigma, algo que le daría fortuna y popularidad ilimitada a quien lo lograra.
Pero, teniendo en cuenta el historial de nuestro protagonista, creo que no hace falta mencionar cómo acabaron todos sus contrincantes. Con mucha suerte, algunos salían vivos, pero era tan complicado sobrevivir a un encuentro con el temperamental Sunghoon que el simple hecho de salir con vida se había convertido en un logro igual de admirable que vencerlo, pero las consecuencias físicas y psicológicas irreparables hacían que no valiera la pena arriesgar tanto.
