Café de Media Tarde

180 37 12
                                    




Martes 7 de septiembre, 2021


Había veces que Fina aún pensaba en esa playa a la que iba cuando era niña. Solía ir con sus padres los fines de semana de calor, y los veranos que podían permitirse dejar de trabajar algún mes. Nunca llegó a hacer ningún amigo que le durase más de aquel día de playa, pero siempre lograba sanar el hueco que el ser hija única le propagaba. Ahí había probado todos los nuevos helados que salían temporada tras temporada, aunque nunca ninguno le gustaba lo suficiente como para pedirlo una segunda vez. En uno de esos fines de semana, se había escabullido de casa por primera vez, algo de lo que sus padres nunca supieron nada. A escasos minutos de la salida del sol, la niña escalaba las rocas que daban al acantilado de la playa. Arriba se ocupó de secarse la sangre de los rasguños provocados por las piedras, pero más que nada, contempló lo que a ella más le gustaba mientras amanecía: el mar.

En ese entonces hacía poco que todas las cadenas de noticias solo mostraban los daños de un tsunami en el océano Índico, y justo la tarde anterior vio como Pedro, el niño con el que había hecho castillos de arena hacía un par de fines de semana, tenía que salir rescatado por un socorrista, y como multitud de personas a su alrededor salían del agua irritados por las medusas que se bañaban en sus hogares.  Fina estaba convencida que en parte, la culpa era de ellos. Ella, en cambio, se paraba a admirar ese azul cristalino siempre que podía. No estaba segura de qué color le gustaba más de todos, si el agua marín que se acumulaba cerca de sus pies, o el oscuro azul océano que podía ver en el horizonte. De cualquier manera, Fina respetaba el agua. No solo eso, Fina la admiraba, y por eso se sentía tan increíblemente segura cuando estaba cerca.

Pero Fina ya era adulta, y cada vez pensaba menos en la cala escondida en la Costa Brava, aunque no por decisión propia. Las responsabilidades que la ataban a poder permitirse una vida en la ciudad la mantenían lo suficientemente agotada como para dejar que Claudia y Carmen pensaran en el sitio donde pasar sus días de vacaciones. Y no se quejaba de ello, gracias a sus amigas había tenido la suerte de conocer lugares escondidos por Europa y el resto del país, pero el mar no se veía en ningún sitio como en su playa.

Fina encontró ese exacto azul del mar sentada en la cafetería que Carmen y ella frecuentaban cada día laboral a la misma hora exacta de las 15:30. Aunque bueno, para aquel entonces ya eran casi las cuatro. Las cuentas y pdfs en la pantalla de su portátil desaparecieron por completo, y ella volvía a estar delante de esa costa, una vez más. La taza de café ya destemplada quedó en el olvido, a medida que esa serenidad que le traía el suave romper de las olas la invadía por completo. Se sentía como cuando flotaba en la superficie y se dejaba llevar a ciegas, a sabiendas que siempre y cuando estuviera en el agua, ella estaría a salvo. No recordaba cuándo fue la última vez que se sintió tan indemne.

"Fina, ¿me estás escuchando?" La voz de Carmen, acompañada de un chasquido la trajo nuevamente a su cruda realidad. "¿Quieres dejar de mirar a la pobre chica ya? A ver si se va a pensar que eres una sociópata o algo y tenemos jaleo aquí en medio."

La morena entendió de qué mujer hablaba nada más volvió a la realidad. Sus ojos eran la ventana al mar que tanto había sentido en su ser tan solo unos segundos atrás, y se forzó a no volver a perderse en ellos. Su dueña era alta, más que ella, se atrevió a pensar, incluso a unos metros de distancia, y sus rizos rubios oscuros se le escapaban de un moño que era perfecto, a pesar de parecer que estuviera hecho sin esfuerzo alguno. Los pantalones largos negros se le ajustaban elegantemente a las piernas, y si una vez pensó que el negro y el marrón no pegaban, era porque no había visto nunca antes como esa chaqueta le combinaba tan estilosamente a esa desconocida en medio de la ciudad de Barcelona. Tenía una sonrisa burlona en la cara, mientras miraba a Fina de vuelta. Tuvo el buen corazón de apartarle la mirada antes de que la chica sentada se abrumara con la vergüenza de mirar tan descaradamente a alguien a quien no conocía, pero la verdad es que Fina solo pensaba en volver a perderse en el mar una vez más. Quizás fuera hora de volver a esa playa.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 4 hours ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Puzzle - MafinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora