un mundo donde la magia y los gollems existe ( isekai wa smartphone )

extra - luna

Luna estaba sentada, abrazando sus rodillas mientras el viento frío de la noche la acariciaba. Esperaba pacientemente, mirando al cielo nocturno, donde la luna parecía brillar más de lo normal. Mientras miraba la luna algo le trajo un torrente de recuerdos de cuando era niña, recuerdos de algo que no había intentado recordar en mucho tiempo.

Se veía a sí misma, no como la joven mujer que era ahora, sino como una pequeña niña, indefensa y perdida.

No, no era cuando estaba en un orfanato, aún. Aquel recuerdo era más antiguo. Se encontraba en un callejón oscuro, temblando de frío y quizás de hambre. tenia sus ropas rasgadas, su piel sucia.
Y aunque apenas tenía fuerzas para mantenerse en pie, parecía priorizar en tratar de recordar una melodía. ¿De dónde venía? No lo sabía. Era una canción que una silueta masculina solía cantarle.  no tenia forma de recordarlo

Su garganta seca intentaba emitir sonidos, intentaba reproducir aquel canto, pero sus palabras se quebraban en el frío aire. Quizás pensaba que la canción le traería consuelo, o tal vez solo estaba tratando de aferrarse a un recuerdo olvidado. Pero lo que no esperaba en su momento era que su débil intento de cantar atrajera a alguien.

Una figura apareció en la entrada del callejón. Luna la recordaba como una mujer joven de semblante serio, pero sus ojos tenia una mezcla de compasión y tristeza al verla. La niña en el callejón intentó alejarse al verla acercarse, queriendo ocultarse mas en la oscuridad. Quiso murmurar algo, negarse y pedir que la dejaran ahí, pero no tenía la fuerza.

La mujer no dijo nada al principio, simplemente se agachó y la levanto con delicadeza. El olor que despedía la niña era fuerte mayormente por la suciedad pero la mujer no pareció notarlo o no le importó.

No tenía la energía para resistirse pero pronto sintió estar envuelta en la calidez de los brazos que la abrazaban, en un intento de mantenerla a salvo del frío exterior.

Luna todavía no recordaba de dónde provenía la canción que trataba de cantar en esa noche oscura. Pero sabía una cosa, esa fue la primera vez que sintió lo que era estar protegida, aunque fuera solo por un momento.

El siguiente recuerdo vino como un destello. Luna despertó en un lugar desconocido, acostada en lo que parecía un techo de madera. Las paredes eran algo viejas pero limpias. Frente a ella estaba la misma mujer que la había recogido del callejón. Siempre con su sonrisa suave, pero los signos de fatiga eran evidentes en su rostro. No le dijo nada al principio, simplemente le acercó un plato con comida caliente.

Por las noches, la mujer le leía pequeños cuentos antes de despedirse. Ella no podía quedarse toda la noche con ella, pero esas lecturas se convirtieron en la parte favorita de la niña antes de dormir. Aun así, a veces el silencio de la noche la hacia sentía sola cuando la mujer no estaba.

Cuando finalmente se recupero y pudo ponerse de pie, salió de la pequeña habitación, quizá atraída por el sonido de risas o el aroma de la comida que se cocinaba. Para su sorpresa, no estaba sola. Había otros niños, algunos jugando en un rincón y otros ayudando a la mujer joven en la cocina. Esa mujer se había convertido en una salvadora para todos.

Luna supo entonces que la mujer era la dueña del orfanato. La guía para esos niños, pero su bondad no evitaba las dificultades. Había rumores de que debía dinero a gente peligrosa... ¿Cómo no iba a deber? Era apenas una mujer sola, cuidando de una casa repleta de niños y apenas lograba mantenerla en pie. El dinero que recibía de la ciudad junto con la que los niños mayores lograban ganar con pequeños trabajos, no alcanzaba para alimentar tantas bocas.

A veces, la mujer se iba junto con los cobradores. Luna la veía regresar, ella mantenía una sonrisa, aunque sus ojos parecían vacíos, cansados. Aun así, nunca dejaba que los niños notaran su sufrimiento. Hacía lo posible, siempre.