cap. 3

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Me alejo, más que listo para su boca sobre mí. No he tenido una buena ronda de sexo oral en un rato.

Caigo sobre la esquina del fregadero y abro mis piernas ampliamente. Gime otra vez ante la vista de mi pene y agujero. Como le había dicho, me rasuro hasta que queda liso. Tomo mi pene en su mano, exponiéndome hasta que el aire frío toco mi lugar secreto, hasta que estuve seguro que veía mi pequeño agujero rosa.

Dios. Un pensamiento repentino hace que mi corazón palpite. Si el Sr. Lee fuera tan grande como se sentía.

¿Realmente encajaría en mi pequeño y apretado agujero?

Me gusta una polla grande. Sin mentiras.

Me gusta la sensación de ser estirado y llenado. Tengo este enorme vibrador que llamé el Sr. Rush. Es de 33 cm de largo y me ha hecho eyacular muchas veces si lo atasco y toco mi punto, masturbándome profunda y duramente. He tenido muchas horas divertidas con el Sr. Rush cuando mis padres no estaban en casa. Incluso aunque el Sr. Rush es divertido, nada vence a una polla real. Es dura, pero flexible al mismo tiempo. Además, adoro cuando los hombres me follan tan profundamente que puedo sentir sus bolas presionando contra mi culo. La manera en que su vello púbico pincha contra mi piel desnuda y sensitiva de mis testículos, que puede hacerme correr y correr.

El Sr. Lee hace un ruido en su garganta.

—Rosado y lindo —Me dice.

Mi corazón se hincha con orgullo. De acuerdo, mi culo y pene también.

Frota mi pene con su mano antes de bajar su cabeza y lamerme, su lengua viajando de la cabeza a la base. Dulce Jesús y María. Lo que hizo envía un alto octanaje de lujuria a través de mí.

Maúllo como un gatito mientras me come como un profesional.

Sin prisas, realmente tomándose su dulce tiempo como si estuviera saboreando fruta prohibida y madura. Mordisquea, chupa, lame y masturba mi pene con sus dientes. Tirando. Pellizcando. Probando. Saboreando.

Sacando más de mi jugo de mi pene. No me importa. Me gusta un poco de dolor. Su lengua está en todas partes. Sobre mi pene. Sobre mi culo. En mi interior.

Dios.

Estoy delirante. El placer es increíble y enredo mis muslos alrededor de su cabeza mientras me aseguro en la esquina del fregadero con una mano. Me lleva incluso más lejos. No puedo creer que su lengua pueda llegar hacer maravillas, pero no voy a quejarme. Incrementa su ritmo, dándome todo lo que necesito y estoy elevándome más, el placer derramándose a través de mí. Y solo sigue subiendo, mi cuerpo estremeciéndose con cada respiro, el orgasmo llegando más. Incrementa su ritmo, la lengua y mano trabajándome más duro y dándome más.

—Estoy cerca.

Tararea contra mis bolas, las vibraciones viajan a través de mí y mis nervios se encienden, empujándome sobre el borde hasta que estoy eyaculando, gritando su nombre. No, no solo su nombre. Su primer nombre sale de mis labios.

El Sr. Lee gruñe contra mis bolas continua succionándome, masturbándome hasta que me corro una segunda vez, mi cuerpo estremeciéndose y temblando con placer. Lame mi pene limpiando los rastros de mi eyaculación.

—Jeno —Sollozo—. Oh, Jeno.

Lanza su lengua contra la cabeza de mi pene. —Te gusta. —Su voz es brusca, sexy y necesitada—. Pequeño zorro sucio.

—Joder sí —Estoy sin respiración, jadeando.

Se inclina hacia adelante, la boca abierta, pero lo detengo.

—Quiero devolverte el favor.

El Sr. Lee se congela por un momento, luego se levanta, se desabotona su cinturón. Me deslizo del mostrador y hago sus manos a un lado para ayudar, tirando de sus vaqueros una vez abiertos. Mi boca se hace agua cuando veo que es un tipo de hombre comando, su polla balanceándose libre tan pronto sus pantalones están abajo.

Dios.

Es tan grande que imaginé que no puedo esperar a tener mis labios alrededor de su pene. Es gorda, gruesa y larga, la cabeza ligeramente más grande que una ciruela. Las bolas del Sr. Lee son grandes, altas y parecen pesadas. Lamo mis labios, imaginando su sabor. Sin dejar pasar otro segundo, lo empujó hacia atrás hasta que está sentado en el inodoro otra vez.

Caigo sobre mis rodillas y no vacilo, tragándolo tanto como puedo, saboreando el primer indicio de almizcle, calor y dulzura salada que emana de su eje. Bajo mí, se sacude y tiembla cuando envuelvo mi mano alrededor de su polla, masajeando su barra caliente mientras chupo la cabeza de su pene como si mi vida dependiera de ello.

—Oh, Renjun —Toma mi cabello, y un indicio de dolor punzante se funde a través de mí—. No sabía que eras tan bueno. Chupa mi polla gorda —Flexiona sus caderas, empujando su excitación más profundamente en mi boca.

Lo libero con un ruidoso pop.

—He tenido mucha práctica.

Me da una mirada sorprendida, sus ojos ampliándose, su boca abriéndose. Quizás no creía que yo era sexualmente activo. Incluso aunque soy un zorro de corazón, he engañado a muchas personas con mi fachada fría y angelical.

Lo chupo otra vez, queriendo impresionarlo con mis habilidades duramente ganadas. Pronto está jadeando, ambas manos metidas en mi cuero cabelludo. Su respiración jadeante se ha reducido a una cadena de cortas arcadas mientras muevo mi cabeza de arriba abajo. Amaso sus bolas mientras hundo mi boca hasta que la punta de su polla empuja la parte posterior de mi garganta. Estoy enojado porque no puedo tomarlo todo. Es tan largo y grueso que realmente tengo que estirarme para acomodar su alarmante circunferencia.

—Eso es, chupa mi polla gruesa —Sus dedos se entierran más profundo, como si me urgiera a tomarlo todo, darle más—. Tómalo.

El pecho del Sr. Lee se levanta, la expresión en su cara se endurece como si estuviera tratando duramente de evitar su orgasmo. Y no quiero que se corra todavía. No antes de que haya tenido su pene en el interior de mi culo. Profundo. Duro. Una y otra vez.

Le doy una última chupada larga y saco la polla de mi boca y me levanto para montarlo a horcajadas. Debe haber adivinado qué va a pasar, el tiempo, la expresión de querer en su cara se vuelve preocupación.

Las dudas probablemente están arrastrándose de nuevo a su mente, así que lo calmo.

—Te quiero. Te he querido por mucho tiempo. Profundo y duro en mi culo. No quiero irme de casa antes de que te tenga.

—¿Irte de casa? —Su voz es profunda y ronca, su pene todavía dura entre mis glúteos.

—Voy a Busan este otoño —Giro mis caderas, lanzando un gemido desde el interior de su pecho, y mi culo se contrae, doliendo por tenerlo en mí.

Su expresión cambia de atormentada a compresión nueva ante por qué repentinamente estaba atrapándolo en mi baño. Una brizna de angustia destella sobre su cara, pero se recupera rápidamente, mordiendo su labio inferior cuando giro mis caderas.

Sin que otro momento pase, aplasto mi boca contra la suya, besándolo.

—Te necesito. Fóllame, por favor —Arqueo mi espalda y me muevo hasta que puedo estrujarlo con mi culo sobre sus bolas, luego lentamente avanzo poco a poco a lo largo de su eje duro y venoso hasta que alcanzo la punta, muevo mis caderas y lo introduzco de poco a poco en mí. Como un éclair. Pero me gusta este más que cualquiera de una pastelería.

El Sr. Lee sisea en placer, su cabeza cayendo hacia atrás y sus ojos se cierran.

En la vida cotidiana es un hombre tranquilo. Calmado. Culturizado.

En el sexo, es exigente con un toque de suciedad. Y adoro las charlas lascivas.

s.c     -    norenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora