Capítulo 4

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La casa de Johann era más cómoda que esta casa en ruinas y a punto de caerme encima. ¿Quiero comodidad? Ya no existe.

Tal parece que la chica, la que se hace llamar número 2, no es tan dura como creí. Cuando llegamos aquí, fue la primera en entrar y nos dijo que revisaría el lugar. Yo decidí entrar a los diez minutos y bueno, no era genial. Entré porque me preocupaba que le haya pasado algo y... también tenía miedo de que me pasara algo en el exterior con número 5.

Número 2 lloraba desconsoladamente, era extraño, la podía ver de otra manera, una chica verdaderamente diferente a la que me apuntó con un cuchillo en casa de Johann.
—¿Estás bien?- creo que la pregunta no necesita ser respondida ya que sé cuál es la respuesta, sin embargo, creo que ayuda en algo.
—Emm... sí... no te preocupes. Todo está bien— su mirada era de profunda tristeza ¿para qué mentir?
—¿Te gustaría hablar acerca de esto?— le digo tratando de comprender lo que sucede. Le tomo la mano y la miro al rostro.
—Me gustaría. Pero no... ¿sabes? Algunas cosas no deberían ser dichas nunca— no supe qué responder, nunca lo había visto de esa manera. Entendí que no tiene caso hablar de un pasado que posiblemente no tenga ningún presente o algún futuro.

Justo cuando iba a responder, número 5 entró algo extasiado y con una alegría que se notaba demasiado.

—¡Hay buenas noticias!-—gritó eufórico.
—¿Buenas?
—Sí, y es lo que esperábamos número 2.
—¿Un número?
—Sí, sólo que es más pequeño de lo que esperábamos.
—Oh. No. ¿Se puede controlar?—preguntó número 2 algo preocupada
—Yo creo que sí

Cuando número 5 terminó su frase, un niño de no más de 11 años salió detrás de él. Aún bajo la escasa luz, se podía ver el color rubio del cabello del niño y su color de piel en un tono rosa pálido.

—¿Cuál es tu número?—número 2 se acercó a el niño, en busca de respuestas.
—Soy número 8-—dijo el niño con orgullo.
—Bienvenido, número 8. A partir de ahora, estás y dependes de nosotros para todo. Yo soy número 2, él es número 5 y ese de ahí—dijo señalándome con su dedo huesudo- es Ald, desconoce su número.
—¿Y cómo sabes que no es uno de ellos?
—No lo sabemos. Sólo lo suponemos
—Tú lo supones—dijo número 5
—Bueno, bueno... yo lo supongo.

Tras largas horas de plática y cuestionamiento del niño, se logró saber todo lo que número 2 necesitaba; número, edad —acerté con su edad— región, etc.

La noche estuvo bastante fresca, pero me duró poco el gusto.

Número 2, me despertó a mitad de la madrugada del martes. Lo que me puso de mal humor.
—¿Es necesario?—Digo— podemos salir en unas cuantas horas más, yo los levanto lo prometo.
—¡Ja! Ni lo sueñes. No es tan fácil.
—Bueno, pues no podré soñarlo, ya me has despertado. Y yo creo que sí es fácil. Pero está bien.

¡No es fácil!

Mientras que número 2 resolvía algunas cosas, número 8 me miraba de reojo.
—Hey, ¿tienes algún problema?- bromeo
—Si no sabes tu número, puedes consultárselo—me dice algo impresionado.
—¿De verdad? ¿cómo?
—Bueno, no es fácil. En primera: debes localizar la marca
—¿La marca?
—Sí, nosotros somos marcados. Mira, la mía es un ocho, pero prefiero verlo como un infinito.
—Algo que nunca acaba— me lleno de nostalgia en cuestión de segundos.

¿Infinito? ¿Estamos condenados a eso?

No, sólo es un sueño. No es real.

—Oye... esto sí es real—me dice número 8 con una risa dibujada en su rostro.
—Pero... ¿Qué?— ¿lee mentes?
—No leo mentes— me dice como si lo hubiera hecho
—¿Alucino?
—No... simplemente piensas en voz alta

Tuve un momento feliz en la situación más dura de mi vida; un momento que debo almacenar para siempre en mi memoria. Un recuerdo que espero, y sólo espero, sea indeleble.

Una hora después, ya estábamos en marcha hacia... no sé a dónde, pero número 2 sí.

—Entonces, la marca es un número en el cuerpo, ¿Cierto?
—Sí— me contesta número 8— es parecido a un tatuaje, pero la diferencia de esto es que la marca no es más que un plumón o algo así. Se borra el color de la tinta, pero no la silueta donde estuvo; por eso le llamamos la marca.

—¿Llamamos?
—Sí. Somos más de 8 por país. Recuerda que es por estado.
—Sí, lo sé
—No, no lo sabes. Este no es el único país que está pasando por la misma situación. El continente americano lo está viviendo.
—¿Cómo sabes todo esto?— la intriga me gana, esa duda que me impulsa a buscar respuesta de lo que sucede desde lo más profundo de mí.
—¡Rápido, muévanse! ¡ahí vienen!— grita número 5 de la parte de atrás.

—¡Conozco un escondite cerca de aquí! Síganme—casi sin pensarlo, oigo que las palabras salen de mi boca—es aquí, deprisa.

Los dirigo a una casa oscura y mal oliente. De la parte delantera se puede apreciar que no es difícil perderse por dentro y en la oscuridad.

Oigo los pasos fuera de la casa. Una voz ronca y distorsionada, le da órdenes a gente que no puedo ver.
—Encuéntrenlos—oigo gritar desde afuera— tú, soldado, entra a registrar la casa y comprueba que esté vacía —un chico con voz familiar le contesta diciendo que sí, dando paso a un silencio tétrico.

—Número 2— susurro lo más despacio que me es posible— ¿Dónde estás? Debemos salir y decirles que todo está bien
—Eres un imbécil. ¿De casualidad no quieres invitarlos a tomar el té? Porque de ser así, te otorgo el permiso, señor suicida.
—Creo que no es necesario. Ellos ya han entrado, y si no nos movemos ahora nos darán tiros por el trasero. Así que andando—escucho que dice número 5

No lo pensamos mucho. Los pasos se hacían cada vez más fuertes lo que nos obligó a ir más de prisa.

Como número 8 es apenas un niño, y la energía se las había acabado en el camino de búsqueda (de nosotros) me vi obligado a cargarlo en mi espalda. Este niño es como el hermano pequeño que nunca tuve. Además, me trae recuerdos de la infancia a lado de mi hermano. Lo echo de menos.

Escucho el leve susurro de número 8
—No te muevas, están a unos metros de nosotros— la preocupación me petrificó— sólo muévete despacio hacia esa puerta. La que está a tu izquierda.

Con pasos leves, me moví de costado hasta alcanzar la puerta. Por suerte, estaba abierta, por lo que entré sin problema alguno y metí a número 8 debajo de la cama que había en la recámara.
—No te muevas de aquí— le susurro a una silueta casi invisible.
—No lo haré—me contesta asustado, creo.

En cuestión de segundos, sólo unos segundos, deseé haber muerto al escuchar cómo los objetos del tocador caían y hacían un sonido muy fuerte.

Provocando con ello, un crujido bastante peculiar. no lo entendía del todo, cómo pasó tan rápido, cómo pase de tomar leche fresca a tener un arma apuntando mi cabeza. Teniendo la posibilidad de morir en ese momento.

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