II

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Me salió una bolita en el pecho, justo entre el corazón y donde no hay nada. Empezó a crecer hace unos meses y ahora es del tamaño de una uva. Hace unos días compré una jeringa e intenté pincharla. Me puse frente al espejo para ver bien dónde encajaba la aguja, pero cerré los ojos en cuanto sentí el piquete. Brotó sangre.
Estoy segura de que lo que sea que tenga se ha esparcido por el torrente sanguíneo y ahora espero la muerte. Mientras tanto me encuentro impaciente, como cuando alguien espera en la estación un autobús que no tiene horario de llegada. Si supiera que el autobús llegará a tal o cual hora podría sentarme a esperar con calma mientras tejo un suéter, me como una naranja y hago amistad con otra señora que espera el mismo autobús. Hablaríamos del clima y después empezaría a contarme toda su vida, como si fuéramos viejas amigas. Pero cuando una se encuentra esperando un autobús, pendiente de que llegue en cualquier momento, no se atreve a sacar el tejido ni a pelar la naranja y se aparta de la mujer que está sentada al lado para que no empiece a hablar del calorón que está haciendo y después tenga que dejar sus confidencias a la mitad. Yo no siento que pueda hacer nada ahora. No puedo empezar nuevos proyectos, ni tener nuevas ideas ni ver nuevas películas. Nada tiene sentido si en cualquier momento puedo morir. Es como si tuviera ya todas mis cosas empacadas en una maleta y no quisiera sacar nada porque el viaje es inminente, pero el autobús se tarda y aunque mi aspecto empieza a deteriorarse me resisto a abrir la maleta para continuar viviendo.
Chino ya no me quiere. Pensé que llegaríamos a viejos juntos, pero él se cansó de mí. Dice que ya me reclamó muchas veces, pero que yo no cambio. Es verdad, no cambio. El amor se le ha ido acabando de a poquito, con cada vez que no le contesto rápido el teléfono, con cada vez que me resisto a hacer el amor porque me siento cansada, con cada vez que me sumerjo en el teléfono para evadirme de lo que pasa alrededor. Y hoy le irrita el timbre de mi voz, la forma como mastico, el ruido de mis pasos y el movimiento que hago con las manos cuando hablo.
No soy la mujer para Chino. Chino era alegre cuando nos conocimos y ahora todo el tiempo está molesto, se queja hasta porque pasa una mosca cuando está conmigo. Hace unos días me dijo que se sentía más cómodo y tranquilo cuando yo no estaba en casa. Me lo dijo como una confidencia, como si fuera un descubrimiento que acababa de hacer. Por eso tengo mi maleta lista. He intentado irme, pero siempre regreso. Y sé que a él le pasa lo mismo.

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⏰ Última actualización: Oct 19 ⏰

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Entre el corazón y donde no hay nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora