Quién iba a pensar que un día me habías de abandonar
quién, quién
Quién iba a pensar que un día por ti iba a llorar
llorar, llorarLisa López
I.
Una vez, cuando tenía unos siete u ocho años, me piqué el dedo con un clavo oxidado. Siete días esperé la muerte hasta que no pasó nada. Entonces, al octavo día me levanté y continué mi vida. Nadie en casa se dio cuenta de que estuve en posibilidades de morir. y no sé si desde entonces soy una sobreviviente.
Hoy Chino llora en el cuarto. Escucho su llanto hasta la cocina. Me dijo que no estaba enojado conmigo y luego empezó a sollozar, se acostó en la cama y su llanto se empezó a volver más largo y más triste. Le pregunté si quería llorar solo o si podía quedarme junto a él. Balbuceó algo que no entendí, pero interpreté que le daba igual. Me senté a su lado, a la altura de sus piernas y puse mi mano sobre su panza. No dije nada. Solo quería que supiera que estoy con él, aún en esto.
-No estoy enojado -repitió y volvió a llorar. Entonces quise darle espacio y bajé a preparar su lonche de mañana.
Minutos antes yo había llorado. Me encerré en el baño para que no me escuchara, pero intuyó que algo no estaba bien y fue a buscarme. Cuando me vio me dijo que lo hacía sentir culpable, que tengo un mes con la mirada triste y que no sabe qué hacer, cómo responder a eso.
Yo no lloro porque quiera manipularlo. Es que me siento realmente triste y lloro aun cuando él no está cerca de mí. Lloro porque siento que lo perdí, pero esa es mi tristeza, así como él carga con la propia. Por eso me encerré en el baño, porque necesitaba llorar y no quería que él me viera.
Hace un rato me atreví a decirle que lo amo. Él me miró y no dijo nada.
-No tienes que decirme nada -le dije. Ni siquiera tienes que sentir lo mismo por mí. Solo quería decírtelo.
Hacía semanas que no se lo decía, justamente porque no quería que se sintiera presionado. Pero ayer fuimos juntos a la presentación de un libro y luego salimos a comer, y solo porque hablamos un poco más que otros días tuve esperanza.
Nos encontramos en una situación ambigua. Le dije que lo liberaba de toda culpa, que yo me hacía cargo de lo mío y que, incluso, si para él era mejor separarnos, que no tuviera miedo de decirlo, que yo respetaba su decisión.
-Necesito tiempo -me dijo.
Me cuesta trabajo entender para qué necesita tiempo: ¿para perdonarme?, ¿para aclarar sus sentimientos?, ¿para estar seguro de que quiere dejarme? ¿Cuánto tiempo? ¿Qué pasará después de ese tiempo: me dirá que se siente aliviado y podemos continuar nuestra relación, me pondrá condiciones, o simplemente concluirá que después de un periodo de introspección reconoce que ya no me quiere más?
Me quedé sentada a su lado en la cama unos cinco o diez minutos. Luego, pensé que estaba bien darle su espacio y me fui a la cocina. Desde ahí lo escuchaba llorar y, mientras cortaba las papas, me pregunté si había hecho bien en dejarlo arriba, solo.
En las noches, acostados, nos tomamos de la mano y sus pies tocan los míos, pero en las mañanas, nuevamente deja de conocerme. Y hoy, además, llora.
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Entre el corazón y donde no hay nada
Ficción GeneralUna historia de ruptura y separación