1. El llamado del deber

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Capítulo 1: La Llamada al Deber
En la fría madrugada del 26 de febrero de 1936, la nieve caía suavemente sobre las calles de Tokio. Los jóvenes oficiales se reunían en secreto, sus corazones llenos de fervor y lealtad hacia el Emperador. Entre ellos se encontraban Midoriya Izuku, Issei Hyodo, Rito Yuuki y Kazuto Kirigaya, jóvenes con habilidades excepcionales, pero que habían elegido el camino del ejército japonés para defender el honor de su país.

Midoriya Izuku, conocido por su gran sentido de justicia, se encontraba al frente del grupo. Vestido con el uniforme del ejército imperial, no podía evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que lo que estaban a punto de hacer era arriesgado, pero creía que era necesario para limpiar el gobierno corrupto y devolverle el poder al Emperador. Mientras ajustaba su gorra militar, miró a sus compañeros, cada uno de ellos compartiendo el mismo propósito.

Kazuto Kirigaya, siempre tranquilo y calculador, ajustaba su katana a su cintura. Como líder de su propia unidad, había tomado la decisión de unirse a la rebelión porque creía que el país necesitaba un cambio profundo. El Emperador debía ser el líder supremo, y los que habían traicionado esa causa tenían que pagar. "Izuku, ¿estás listo?" preguntó Kazuto, sus ojos afilados brillando con determinación.

"Más que nunca", respondió Midoriya, mientras una brisa helada pasaba entre ellos. Issei Hyodo, el más impulsivo del grupo, apretaba los puños con fuerza. Él había jurado proteger lo que más amaba, pero esta vez, su lucha no sería solo para defender a sus amigos, sino para salvar a toda la nación.

Rito Yuuki, el más dudoso del grupo, tragó saliva mientras observaba a sus compañeros. Sabía que lo que estaban a punto de hacer podría cambiar el curso de la historia. Aunque no estaba seguro de si era lo correcto, confiaba en Midoriya y en Kazuto. La lealtad hacia sus amigos era lo que lo mantenía en pie, aun cuando su corazón latía con miedo.

La misión era clara: debían derrocar al gobierno corrupto y devolver el poder al Emperador Hirohito. Bajo la bandera de la lealtad y el sacrificio, los jóvenes oficiales sabían que esta noche sería decisiva.

Con un último intercambio de miradas, los cuatro avanzaron hacia el cuartel donde se reunirían con otros oficiales rebeldes. La nieve seguía cayendo, cubriendo las calles de blanco, como si el mismo cielo les brindara su bendición.

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