La noche avanzaba y las calles de Tokio permanecían en un silencio tenso. El cielo, aún cubierto de nieve, reflejaba la calma antes de la tormenta. Los jóvenes oficiales, con Midoriya a la cabeza, se encontraban a escasos metros del Ministerio del Ejército, su primer objetivo en la lista. Los soldados leales a la rebelión estaban posicionados estratégicamente alrededor del edificio, esperando la señal para atacar.
Midoriya, con el corazón acelerado, levantó su mano para dar la orden. Sabía que de su decisión dependía no solo su vida, sino el futuro de Japón. "Ahora", murmuró, y con un gesto rápido, los hombres se lanzaron al ataque.
El asalto al Ministerio del Ejército comenzó con una explosión controlada en la puerta principal. Los rebeldes entraron en formación, moviéndose con precisión y rapidez. Midoriya dirigía a su escuadrón con una habilidad que reflejaba su experiencia en combate, a pesar de su corta edad. Con cada paso, sentía que el futuro se abría ante él, que Japón renacería de las cenizas.
En otra parte de la ciudad, Kazuto, Issei y Rito se encargaban de los puestos de control y las rutas de escape. Kazuto, siempre meticuloso, trazaba líneas defensivas para asegurarse de que ningún refuerzo enemigo pudiera llegar al Ministerio. Con su katana al lado, lideraba a su grupo con una serenidad que inspiraba confianza.
Issei, por su parte, estaba lleno de energía. El sonido de los disparos y las explosiones lo motivaba, su fuerza sobrehumana era clave para eliminar rápidamente a las fuerzas que se interponían en su camino. Aunque su estilo era más impulsivo, su determinación de proteger a sus amigos y su país lo mantenía enfocado. "¡Nada nos detendrá!" gritaba mientras avanzaba entre las líneas enemigas.
Rito, aunque más temeroso, había encontrado una valentía inesperada en la gravedad del momento. Con los nervios a flor de piel, pero decidido a no fallar, disparaba con precisión, cubriendo a sus compañeros mientras se aseguraban de bloquear cualquier salida para los enemigos. "Solo tenemos que aguantar un poco más", pensaba, mientras veía cómo sus acciones contribuían al éxito del plan.
Dentro del Ministerio del Ejército, Midoriya y sus hombres avanzaban rápidamente por los pasillos. El sonido de los disparos resonaba a su alrededor, pero mantenían la concentración. Llegaron a las oficinas principales, donde los líderes militares se encontraban reunidos. Midoriya sabía que estos hombres eran los responsables de la corrupción y del desvío del poder imperial.
"¡Ríndanse!" gritó Midoriya, apuntando su arma hacia ellos. Pero los generales, conscientes del peligro, no tenían intención de rendirse. El general Mutō, uno de los más influyentes, miró con desdén a los jóvenes oficiales. "¿Creen que pueden cambiar el destino de Japón con un simple golpe? ¡Son unos ilusos!"
Midoriya, firme en su convicción, no titubeó. "Estamos aquí por el Emperador y por el futuro de nuestro pueblo. Ustedes han traicionado ambos."
La situación se tensó. Uno de los generales trató de sacar su arma, pero antes de que pudiera disparar, Midoriya lo detuvo con un disparo certero. El resto de los oficiales, sorprendidos por la rapidez del ataque, no tuvieron más opción que rendirse.
"Es solo el comienzo", susurró Midoriya, consciente de que la verdadera batalla aún estaba por venir.
Mientras tanto, afuera del Ministerio, Kazuto, Issei y Rito seguían luchando para mantener su posición. Las fuerzas leales al gobierno comenzaban a reagruparse, y el riesgo de ser rodeados aumentaba con cada minuto que pasaba. "Tenemos que mantener esta posición hasta que Midoriya termine dentro", gritó Kazuto, mientras daba órdenes a sus hombres.
Issei, a pesar de su confianza habitual, empezaba a sentir el peso de la batalla. "¡Estos tipos no se rinden fácilmente! Pero no importa cuántos sean, no dejaremos que nos detengan."
Rito, agotado pero decidido, mantuvo su posición. "Solo necesitamos un poco más de tiempo. Midoriya lo logrará."
El sonido de los refuerzos enemigos acercándose era cada vez más fuerte. Sabían que si no terminaban rápido dentro del Ministerio, estarían rodeados por completo. Pero los jóvenes oficiales, impulsados por su lealtad y su sentido de justicia, no retrocederían.
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Historical Fiction26 de febrero 1936 unos jóvenes oficiales preocupados por su patria se levantan en armas para devolverle el poder al emperador