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ALICE DAVIES













Dolor.

Era lo único que podía sentir. 

Frío.

Mi cabeza daba vueltas mientras el viento removía mi cabello, enredándolo. Mis ojos estaban nublados y sentía como iba a toda velocidad.

No podía sentir ni pensar nada, mis ojos cada vez se iban cerrando cada vez más y sentí un líquido cálido salir de la parte de atrás de mi cabeza, donde se habia instalado un dolor punzante que no me dejaba sentir nada más.

Pronto, caí inconsciente.


Bien, recapitulemos. 

Mi madre me habia dejado en la entrada del bosque, diciéndome que solo siguiera recto, me dio un beso en la frente y se fue en el cámaro negro que teníamos. Acaté la orden, entre sollozos e hipos. Después de lo que parecieron horas, cuando ya estaba a medio camino, vi tres perros negros muy grandes acercarse a mi. Mas no me dio miedo, si no que en mi mente de 7 años me entristeció ver a tres perritos sueltos en medio del bosque en la noche, pensando que los habían abandonado.

Los perros se acercaron a mi y con cuidado me acerqué a ellos, viendo que me permitieron hacer eso, toque la cabeza del de en medio y luego le di un abrazo y me agarre de su cuello, llevándolo conmigo en mi camino. Los tres perros me siguieron sin ladrar ni oponerse a nada. Establecí una conversación, o bueno, lo que yo con 7 años consideraba una conversación con los perros. 

Fue divertido, me quitaron el miedo y me dieron algo de calma, aunque no duró mucho. 

Cuando estuve frente de un pino muy grande y frondoso, del cielo cayó un monstruo. Una mujer alada con cuernos y garras, cubierta de plumas y muy aterradora. Se empezó a acercar a mi lentamente a la vez que los perros gruñían y me ponían detrás de ellos. Cuando la arpía se acercó demasiado, los perros que no estaba sujetando se abalanzaron contra ella. 

El perro que se habia quedado conmigo me arrastro hacia adelante, pero entre los mordiscos de los perros la arpía logro agarrarme de un pie y hacerme caer. Me caí por la ladera y acabe dándome un golpe en la nuca contra una roca. El perro que no estaba peleando contra la arpía vino corriendo hacia mi, y con un movimiento que no entendí muy bien me lanzo a su lomo y empezó a correr. Fue un milagro que no me cayera de su lomo. 

Después de eso, me desmayé.


Desperté en un cuarto con olor a medicina, como un hospital. A mi lado había una chica rubia mucho más mayor que yo, guardando unas cosas en un cajón. Cuando vio que me desperté, inmediatamente fue hacia mi preguntándome si me encontraba bien. Solo asentí con la cabeza, aunque realmente no estaba bien. 

Dreaming - PJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora