i'm losing you ੭ kookmin

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Jimin ahogó un grito de terror cuando notó haber tenido la misma pesadilla de siempre. Se sentó en su cama sobreexaltado por lo que su mente acababa de mostrarle, recordaba una proyección del futuro a la que no sabía darle significado. Sólo logró escuchar una voz de mujer que lo perseguía constantemente, no sabía si era una amenaza o una advertencia, pero era consciente de que en su sueño trataba de huir con desesperación de ella. Al final, después de haber tomado la mano de un joven del que no visualizó rostro, llegó hasta la vitrina de una costosa tienda, donde se mostraba un bindalli rojo vino, conjunto que las novias usaban en sus fiestas de henna.

Le parecía tan extraño ver esas prendas, ¿será porque siempre soñó con ponerse uno de esos? Quizás, pero no creía que algo así llegara a pasar, no sabría si algún día saldría como un novio por la puerta de su casa, sólo le quedaba soñar con ese hermoso bindalli. Se había imaginado tanto ese momento que ahora era lejano, se acercó con melancolía hasta tocar la vitrina que al instante se cristalizó debido al contacto, sin esperar demasiado el vidrio estalló, impactando encima de él.

Ya estando despierto, Jimin se colocó una mano en el pecho por lo petrificante que se escucharon esas palabras inexactas y sin sentido de aquella mujer, además de la extraña sensación de los cristales clavándose en su piel. Suspiró con alivio al notar que eso había terminado, entonces se levantó de la cama al ver los primeros rayos que anunciaban la mañana atravesando su ventana, aunque primero se estiró un poco. Se sentía más ofuscado de lo normal luego de esa pesadilla, era la misma que había estado teniendo durante varios días, ni siquiera sabía cuál era el motivo, pero anhelaba irse de ahí lo más rápido que pudiera, sobre todo, sin que nadie lo notase.

Tendió sus frazadas antes de dirigirse a su modesto armario de madera, el cual estaba a la derecha de su cama, dentro de éste buscó un suéter celeste, el cual se lo puso sin mayor reparo encima de su camiseta blanca de dormir. Y en lo que se iba sacando sus shorts de pijama, se dirigió a su pequeña cómoda, para sacar unos jeans negros que combinarían bien. Por último, se colocó unos botines del mismo color que sus pantalones, los cuales tenían una pequeña plataforma en la parte de los talones. Odiaba ser bajito.

Estando listo, se apresuró a salir de su habitación para ir al baño más cercano a asearse. No quería que nadie lo viera despierto, no cuando estaba seguro de que recién eran las seis de la mañana, ni siquiera hacía falta revisar en su celular. También le pedía a Dios que ninguno de sus familiares estuviera despierto o por despertarse, sobre todo su abuelo Soohyuk, porque está claro que ese hombre jamás llegaría a quererlo ni un poco y si llegaba a descubrirlo escapando, sería capaz de golpearlo.

Honestamente él se sentía como si estuviera dentro de una jaula de oro, manteniendo siempre la esperanza de algún día escapar de ahí. Y si bien vivía en una mansión hermosa, de catorce habitaciones y cuatro jardines, eso no lo hacía sentir mejor en lo absoluto. Desde el día de su nacimiento estuvo condenado a estar en ese lugar frío al que nunca llamaría hogar, más que nada cuando la cabeza de la familia Park parecía odiarlo con todo su corazón sin motivo aparente, es por eso que Jimin no se sentía parte de la familia.

Al salir del baño, empezó a bajar las escaleras con rapidez para ir directamente a los establos que se encontraban en la parte trasera de la mansión. Mientras llegaba, se peinó los cabellos rubios con los dedos e iba tarareando casi en un susurro una melodía que acababa de inventarse, recordando cuánto ansiaba poder ser una de esas aves libres que tanto había imaginado al escuchar los cuentos infantiles que su madre narraba cada noche cuando era un niño pequeño. Sólo que, a veces le desagradaba un poco ponerse melancólico.

Llegando al pequeño lugar, su corazón dio un enorme brinco de alegría al ver ahí a su hermoso caballo negro, también notando cómo se moría de los nervios por estar escapándose nuevamente de la mansión tan temprano. Intentó no darle muchas vueltas en su cabeza para no atraer a la mala suerte, sólo prendió las luces antes de dirigirse a su corcel.