Sacrificio

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Un encuentro más. Eso era lo que planeaba hacer él, antes de que fuese demasiado tarde y ella no se acordara más de su amor.

Él la había metido en ese lío luego de aquel inesperado encuentro. Y ahora tenía que solucionarlo, antes de que la muerte acabara con el último suspiro de aquella chica.

Había escuchado el deseo de Yashiro, y el anhelo que tenía de vivir unos años más. Él se lo cumpliría.

Hanako amaba a Yashiro. Y él haría todo lo que fuese para salvarla de las garras de la muerte, incluso si eso implicaba pedir un arriesgado deseo y desaparecer de su vida.

Sacrificio, había murmurado Tsuchigomori, luego de que le contara la arriesgada decisión. Yako sólo le había espetado que era un egoísta caprichoso; sin embargo, aceptó la propuesta de desaparecer de aquel plano, junto a todos los misterios de la academia.

—¿Estás seguro de esto? Sabes que a él le encanta jugar sucio.

Hanako se volteó, la brisa acariciaba su fantasmal presencia. Tsuchigomori estaba junto al pasillo, el humo de su pipa se perdía en la oscuridad que envolvía la escuela.

No quería irse, no sin antes cumplir uno de sus más frustrados anhelos: confesarle a Yashiro lo que sentía.

—Es lo único que puedo hacer por ella. —su mirada volvió a centrarse en el cielo estrellado, a través de la ventana del pasillo. —Sé que él no me negará el deseo.

—¿Qué piensas que te pedirá a cambio?

—Quizás lo que siempre quiso. —respondió, distraído. Miró al espectro, prosiguió: —Le dije que desapareciera de una vez de la escuela, y el trato no sería justo si nosotros no nos vamos también. Si desaparecemos, ella tendrá una vida normal y se olvidará de todo.

Tsuchigomori no volvió a responder. En cambio, se dispuso a seguir fumando, tal vez para ocultar la preocupación que lo consumía. Aunque no lo demostrara, la sola idea del sacrificio no le agradaba. No entendía al séptimo misterio, ni a qué grado podría llegar su amor por aquella niña risueña. Sin embargo, lo apoyaba en todo, como la fantasmal figura paternal que lo cuidaba entre las sombras.

El reloj de algún salón de clases marcó la hora asignada, en la cual firmaría su sentencia, por amor a Yashiro. Doce campanadas, cada una más desesperante que otra.

—No te vayas. —pidió él a su antiguo maestro. —Tampoco intervengas....

El espectro asintió, sin decir nada; exhaló anillos de humo, antes de que el tiempo se le agotara. Hasta el último día de su estadía en la escuela, se aferraría a su pipa y a las arriesgadas decisiones de su antiguo alumno.

Al terminar las doce campanadas, una brisa helada entró por los ventanales del pasillo, invadiendo cada esquina. Hanako podía sentirlo, él estaba más cerca de lo que podía soportar.

Fue en cuestión de segundos en que la brisa se transformó en humo espeso y oscuro, tan asfixiante que Hanako sintió las fantasmales manos de aquel ser en su cuello, como si estuviese tomando venganza del pasado.

Los recuerdos estallaron en su mente, y tan pronto como logró reaccionar, sacó el cuchillo de cocina que siempre guardaba en su pecho; el único testigo de esa sangrienta tarde.

—¡Sin juegos! —se atrevió a gritarle.

El humo fue tomando el tamaño y la forma de un niño, alejándose con las manos extendidas, como si hubiera sido descubierto en alguna travesura.

Hanako apretó la empuñadura del cuchillo, a pesar de que su mano temblara sin poder contenerse. Frente a él estaba la persona más allegada, y la que quería mantener alejada por el resto de su sentencia.

Sacrificio | HananeneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora