Extra

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Tres años después...

El pequeño Pato no paraba de gritar y balbucear en el regazo de su padre, dando un par de brincos desperados en las piernas del alfa, estirando sus pequeños brazos hacia su mami, rogando ir con él.

—Entiendo cuando alguien no quiere estar conmigo —comentó Max tratando de no sonar herido, riendo un poco.

Checo río igual y negó con la cabeza, tomando a su pequeño del regazo de su alfa, para cargarlo.

—Es un bebé Maxie, no te sientas mal. Los bebés suelen ser más apegados al omega, es normal —dijo el pecoso tratando de subirle el ánimo a su pareja.

Max negó con la cabeza, convencido con su postura de que su hijo quería más a Checo.

—Últimamente no se quiere alejar de ti —afirmó el alfa levantándose del sofá—. Y no lo culpó —agregó mirando a su omega de pies a cabeza, con una sonrisa en sus labios.

—Mami. Dulce —susurró el bebé escondiendo su rostro en el cuello de su mamá.

—Si, mami es un dulce omega —respondió Max, mirando encantado como las mejillas del pecoso se teñían de un color carmesí.

A pesar de tres años de unión, el alfa siempre lograba que el omega se sonrojará solo con darle una mirada.

—Tú eres un alfa muy tierno, amor —susurró el omega, suspirando—. Llevare al bebé a la cama, debe estar cansado —dijo mirando como su bebé tenía su naricita pegada a la fuente de su aroma, sonrió por eso, Pato era idéntico a su padre, no le sorprendería que fuera un alfa igual de protector que Max.

—¿Quieres que te haga un té? Hace frío —preguntó el alfa amable.

—Creo que tú puedes mantenerme más cálido que un té —respondió Checo caminando hacia la habitación del bebé, para dejarlo en su cuna.

Max sonrió con esa imagen; Checo caminando despacio, luciendo un suéter más grande que él, con su bebé en brazos, era algo precioso y él se sentía bendecido de poder apreciar algo así.

—¡Te veo en la habitación! —gritó el rubio, una vez que dejó de suspirar por su omega.

Checo no respondió a eso, pero sabía que lo había escuchado.

—Pato, amor —habló el omega, llamando la atención de su cachorro—. Debes ser más discreto, pequeño. Sé que no lo entiendes, pero necesito que dejes de oler mi cuello, por lo menos en lo que se lo digo a papá —pidió mirando a su pequeño, quien lo miraba como si no entendiera ni una palabra de lo que dijo.

—¿Decirle que a papá? —preguntó el pequeño, ladeando su cabeza, confuso.

—Nada —negó el pecoso con una sonrisa para su bebé—. Debes dormir.

—¿Por qué no puedo oler tu cuello? —preguntó Pato con un puchero en sus labios y con sus ojos cristalizados. Estaba a punto llorar, Checo lo sabía.

—Si puedes amor —dijo de inmediato el omega tratando de que su bebé no llore—. Sólo quiero que lo hagas más discreto, papá es celoso —agregó riendo, bueno, esa no era la verdadera razón, pero no le estaba mintiendo a su bebé.

—¡Pero eres mi mamá, no de él! —gritó el niño haciendo berrinche—. Eres mío —gruñó.

Checo rio por eso, llenándose de ternura con las palabras de su bebé, no había duda de que era igual que Max.

Un nido para Checo | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora