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Narra Max:
Suspire profundamente.
Un tranquilo sábado siendo cuidados por mi papá y Beth.
Estaba sentando en la alfombra donde estaban los jugetes blandos. Movia una sonaja de un lado al otro. Mientras veía a Jack jugar con su nuevo set de caballos. Fue lo que Beth le regalo por todos los soles que ganó. Junto a una tarde con ella a solas.
Ahora que ambos teníamos rasgos de pequeño en común Fue más fácil llevar nuestra silenciosa guerra a una paz relativa y eso ayudaba mucho a la convivencia.
Chupe suavemente mi chupete.
Hoy era un día muy tranquilo y eso me encantaba.
Pero al mismo tiempo sabia que algo lo hiba a arruinar.
Jack: ¿Me prestas un bloque por favor?
Pidió amablemente y yo asentí mientras lo veía tomar de los jugetes un gran bloque rojo.
No estaba adaptando a esto de que Jack jugara con jugetes que eran más "maduros" mientras yo estaba haciendo cosas suaves. Aunque en el lado positivo eh estado evitando el corral y el columpio asique solo me quedo jugando tranquilamente mientras bebo mi biberon con chocolate frio.
Era una sensación agradable que me gustaba sentir (pese a la incomodidad inicial)
Papá: Oye Max, vamos a ir a comprarte ropa y cosas para bebés.
Mi estómago dio un vuelco enorme y sostuve a Kolala como si fuera el último objeto que hiba a tocar en la vida.
¿El dijo que hibamos a donde?
Max: pero ya hay mucha ropa de bebe aquí.
Estaba intentando esquivar la bala como pudiera y si era necesario salir corriendo lo aria.
Papa: si que es de Jack tu necesitas la tuya propia
Sentí cómo mis mejillas ardían al escuchar eso. Era un golpe directo a mi orgullo. Miré a Jack, esperando algún tipo de burla, pero para mi sorpresa, solo seguía acomodando sus caballos sin prestarme demasiada atención. Eso me hizo sentir aún más pequeño. Parecía tan en control, tan a gusto con lo que hacía... mientras yo estaba a punto de ser arrastrado al abismo de la vergüenza.
Papá: Beth y yo decidimos que es mejor que tengas tus propias cosas, Max. No queremos que tengas que usar lo de Jack todo el tiempo, ¿verdad? Además a ti no te gustan tanto los caballos como a Jack.
Intentó sonar amable, pero lo que realmente escuché fue: *No te estamos pidiendo, te estamos diciendo.*
Apreté el peluche más fuerte contra mi pecho, como si de alguna forma pudiera escudarme de lo que venía. Intenté encontrar una excusa: 
Max: "Pero... ya tengo ropa normal. No necesito cosas de bebé." 
Papá no se inmutó. Se arrodilló a mi nivel, acariciándome la cabeza como si yo fuera un niño pequeño incapaz de entender. 
Papá: Cariño, tú mismo elegiste el chupete. Tú mismo pediste el biberón esta mañana.
Sentí cómo mi corazón se encogía mientras me recordaba que cada paso hacia atrás que había dado había sido voluntario, aunque siempre bajo esa sensación extraña de confort mezclada con humillación.
Intenté protestar una vez más: 
Max: Eso es solo... para jugar.
Papá soltó una risa suave. No era maliciosa, pero dolía. 
Papá: por eso mismo vamos a comprarte ropa y juguetes para jugar como tu quieras. No te preocupes, no vamos a dejar que falte nada." 
El nudo en mi garganta se hizo más fuerte. Me di cuenta de que no había escapatoria. Era una decisión tomada. Traté de encontrar algo de apoyo en Jack, pero él simplemente me miró, ladeando la cabeza con una mezcla de curiosidad e indiferencia. No parecía ni feliz ni molesto. Estaba simplemente *bien* con que yo ocupara ese lugar.
Jack: Si quieres, cuando vuelvas, podemos jugar juntos con las cosas nuevas.
Dijo eso con tal naturalidad que me sentí como si ya me hubieran asignado mi nuevo rol sin siquiera discutirlo.
Bueno no es que supiera cual es exactamente mi rol aquí. Osea me gustaría decir que estoy en la misma situación que Jack pero este último no tenia tantos accidentes como yo o jugaba con jugetes de bebé. El hiba más a las cosas de niño grande.
Lo que me hacía sentir inferior y avergonzado.
Papá se levantó, dándome una palmadita suave en la espalda. 
Papá: Vamos, Max. Cuanto antes vayamos, antes terminamos.
Me levanté a regañadientes, sin soltar a Kolala aun con manos temblorosas. Sentía el peso de la humillación que venía como una tormenta inminente. Sabía que la salida a esa tienda iba a ser solo el principio de algo mucho más grande, y aunque parte de mí quería resistirse, la otra parte, la que había aceptado el chupete y el biberón, sabía que ya no había vuelta atrás.
Papá: vamos a cambiarte. Le pediré ayuda a Beth con la pañalera. Es la primera vez que saldremos nosotros solos y quiero saber que cosas llevar.
Max: ¿Nosotros dos solos? ¿Y Mateo y Jack?
Pregunte confundido.
Pregunte mientras subíamos la escalera y entrábamos a la habitación donde papá me acostó en el cambiador. Sacándome la parte de abajo de la ropa
Mateo: Si por que yo no puedo.
Pregunto apareciendo de derrepente junto a Beth quien sonreía dulcemente con una pañalera en mano.
Me sonroje al estar en esta comprometedora situación frente a mi hermanito y mi madrastra.
Beth: Por qué es un día especial entre tu papá y tu hermano. Ellos necesitan pasar tiempo juntos.
Explicó y Mateo bajo un poco la mirada.
Mateo: Significa...¿que ellos no quieren estar conmigo?
Pregunto suavemente y yo me sentí mal.
Max: Nunca digas eso. Papá y yo te queremos mucho...pero tu debes quedarte...por que...por que...
Intenté explicarlo pero mientras estaba haciendo eso papá sin importar los espectadores me estaba cambiando el pañal el cual ¿no estaba mojado? Me sentía humillado pero papá derrepente freno y con una sonrisa vio a Mateo.
Papá: Hijo claro que queremos estar contigo. Te amamos más que a nada. Y si tu quieres realmente caminar por todos lados mientras compramos ropa y cosas para la vuelta a clases puedes venir si quieres. Oh puedes ayudarme a vestir a tu hermano y luego otro día saldremos nosotros dos a hacer algo divertido ¿te parece bien?
El pequeño Mateo dudo mientras yo cubría mi parte baja avergonzado esperando que el tomara rápido esa decisión.
el se acerco y comenzo  buscar ropa en mi armario pero papá negó con la cabeza y lo envió al armario de Jack.  Avergonzado me cubri con Kolala cuando finalmente papá me coloco un pañal en mi zona baja 6 ya no tuve la necesidad de cubrirme.
Mateo despues de unos minutos volvio con ropa y mis mejillas ardieron.
Papá le sonrió y le dio una caricia en la cabeza y tomó la ropa.
Un body blanco con dibujos de zanahorias acompañado con un peto con dibujo de caballos. Jack tenía demaciadas cosas de vaqueros y caballos.
No era un disgusto pero tampoco era mi estilo.
Max: ¿Tiene que ser esa ropa…?
Mi voz apenas se escuchó mientras bajaba la mirada. Sabía que no podía hacer mucho para cambiar la decisión. Papá tomó el body con naturalidad, sin prestar atención a mi protesta silenciosa, y me lo mostró como si fuera una elección perfecta.
Papá: Se ve bien, Max. Además, te va a quedar cómodo.
Beth asintió, aún sonriendo con esa dulzura que me ponía nervioso. Mateo, por su parte, observaba todo con curiosidad, como si fuera un juego más. La sensación de incomodidad era abrumadora.
Max: ¿No puedo elegir otra cosa?
Intenté, aunque sabía que la respuesta sería la misma. Papá negó con una paciencia que me frustraba más.
Papá: Hoy no, cariño. Lo importante es que estés listo para salir.
Suspiré profundamente, sin poder evitar que las lágrimas comenzaran a acumularse en mis ojos. No quería hacer una escena, pero el peso de la situación me estaba aplastando.
Beth: Max, entiendo que esto es difícil, pero piensa en lo bien que la pasarás después. Jack va a querer ver tus cosas nuevas, y podrás jugar juntos como te gusta.
No era consuelo suficiente, pero intenté tragarme la vergüenza. Mientras papá deslizaba el body sobre mí y lo abrochaba con cuidado, me aferré más fuerte a Kolala. Sentía que si lo soltaba, perdería la poca dignidad que me quedaba.
Mateo: ¿Puedo ponerle los zapatos?
Su entusiasmo era genuino, pero me hizo sentir aún más infantil. Asentí en silencio, resignado, y lo dejé colocarme unos  zapatos de velcro que Jack vi usar antes. Cada paso del proceso me hacía sentir más expuesto.
Papá: "Muy bien, ya casi estamos listos."
Se inclinó para cerrar los broches del peto, mientras Beth ajustaba la pañalera.
Mateo: ¡Se ve lindo!
Soltó con una risa inocente, lo que hizo que mi cara ardiera aún más. No quería ser "lindo", quería ser normal. Pero aquí estaba, vestido con caballos y zanahorias, listo para salir en una misión que no había pedido.
Papá: Mateo, ¿estás seguro de que quieres quedarte? La ropa es muy divertida y tal vez puedas probarte algo.
Mateo miró por un momento a Beth, luego a mí, y finalmente negó con la cabeza.
Mateo: Voy a quedarme. Quiero que ustedes se diviertan hoy.
Beth le dio un abrazo rápido, y yo lo miré con gratitud, aunque aún sentía el nudo en mi estómago. Al menos no tendría que soportar sus miradas curiosas durante toda la salida.
Papá me levantó con facilidad, como si no pesara nada, y me cargó en sus brazos. El gesto, aunque reconfortante en un rincón de mi mente, era una prueba más de que no tenía control sobre nada de esto.
Papá: Vamos, Max. Será rápido, lo prometo.
Beth nos despidió en la puerta, y yo, con Kolala apretado contra mi pecho, me preparé para enfrentar la tienda, el mundo y todo lo que eso implicara.
Sabía que, al final del día, no sería solo ropa lo que compraríamos. Cada prenda, cada juguete, sería una afirmación silenciosa de mi nuevo lugar en esta dinámica familiar, un lugar que no entendía del todo y del que no estaba seguro si quería formar parte
Aun así, sabía que no podía hacer nada para cambiarlo. Cuando saliéramos, todos verían cómo era realmente: el "pequeño" de la familia, el que necesitaba ser cuidado y protegido. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras imaginaba la mirada de la gente en la tienda.
Papá: Vamos, Max. Será divertido
dijo papá, mientras me intentaba animar. Pero para mí, cada movimiento era una carga más pesada de lo que podía soportar.
Mi vida, por ahora, se sentía como un ciclo interminable de humillación y pérdida de control.
Beth: Aquí esta la pañalera amor, oh que guapo te vez Max ¿a donde lo vas a llevar?
Pregunto de forma casual mientras le entregaba la pañalera a mi papá quien la beso en los labios frente a mi.
Apreté a Kolala un poco más fuerte de lo habitual.
¿Tenían que hacer eso frente a mi?
Papá: gracias Beth, ahora que lo pienso hiba tan emocionado que se me olvidó a donde ir.
El arrojo una risa boba y Beth le sonrió acompañadolo.
Beth: bueno el centro comercial no tendrá su evento hasta dentro de un mes asique no está en la mesa. Además de que puede ser demaciado para ustedes dos.
Ella sigue sonriendo mientras le da direcciones a papá mientras yo me imaginaba la situación de ir a un lugar donde pudiera encontrar a alguien que me conociera.
Chupe el chupete nervioso por eso. Mi cerebro ansioso no colaboraba mucho en estar relajado y actuar como si todo esto de ser un bebé fuera normal.
Papá terminó de vestirme y finalmente pude ponerme de pie.
Abraze a Kolala sintiendo su cuerpo tejido y su olor suave con toques de jazmín...era el olor de mamá.
No era sorpresa. Ella me lo había regalado asique huele como ella.
Esto es lo último junto a Mateo que me queda de ella.
Papá asintió cuando escuchó las sugerencias de Beth, sin notar la incomodidad que crecía en mi interior. Me aferré con más fuerza a Kolala, sintiendo su familiar suavidad y el leve aroma de jazmín que siempre me hacía pensar en mamá.
Beth: Conozco un lugar especial al que pueden ir. Es una tienda donde tienen cosas para... ya sabes, niños más grandes como Max.
Papá se mostró intrigado.
Papá: ¿Te refieres a un lugar ABDL? ¿Estás segura de que eso ayudará? ¿Oh que esta listo para ir Max?
Beth asintió con esa sonrisa suave que tanto me ponía nervioso.
Beth: Sí. Allí Max podrá encontrar cosas que le gusten y sentirse más cómodo. Hay otros como él, y todo está pensado para que sea divertido y seguro.
La idea me llenó de un miedo repentino. ¿Un lugar lleno de gente abdl? ¿Gente que también usara pañales, bebiera de biberones y jugara con cosas de bebés? No sabía si eso sonaba como un alivio o como una pesadilla. La hiperactividad de otras personas siempre me ponía nervioso, y el solo hecho de imaginarme rodeado por desconocidos me hizo apretar los dientes detrás del chupete.
Papá: Bueno, parece una buena idea. ¿Qué dices, Max?
Intenté encontrar una excusa, cualquier cosa que me salvara, pero mi mente se quedó en blanco. No tenía opción, y lo sabía. Me limité a asentir débilmente, deseando que de alguna manera el tiempo se detuviera antes de llegar allí.
Papá me subió a su auto que para mi horror tuve que ir en la parte de atrás más específicamente en el asiento para bebés que era de Jack. ¿Realmente lo instalo aquí?
Suspire.
Ya pudiste con esto Max. Te estas adaptando bien. Tu puedes hacerlo.
Me repetía constantemente en mí interior aunque me estaba muriendo de la vergüenza por dentro.
El trayecto en auto fue un infierno silencioso. Papá intentaba animarme, diciendo cosas como: "Va a ser divertido" y "Podremos comprar lo que más te guste." Pero yo solo podía pensar en todas las formas en que esto podía salir mal. Miraba por la ventana, tratando de perderme en el paisaje mientras abrazaba a Kolala con fuerza.
Papá me miró por el espejo retrovisor y durante una luz roja se volteo a verme.
Papá: sabes Max...yo quería preguntarte ¿que pensarías tu sobre....
El intento preguntar pero parecía incómodo. Y que algo sea capaz de incomodar a papá no me gustaba.
Papá: ¿que pensarías de cambiar a Kolala por otro peluche?
Abrí y cerré los ojos una y otra vez.
Tratando de digerir esa pregunta.
El auto comenzó a andar otra vez con la luz verde. Pero mi mente seguía helada en un solo punto.
¿Remplazar a Kolala?
Tenía la idea de conseguir peluches ya que Jack tiene muchos caballos pero eso no significa que deja de quererlos a todos.
Pero papá quería que yo tirara a Kolala y buscará un reemplazo...
¿Abandonarla,tirarla,dejarla ir?
Son cosas que no podía ni siquiera imaginar.
¿Papá no era capaz de comprenderlo?
No supongo. El es un adulto
Y yo solo un torpe bebé con problemas de apego.
Agh había avanzado con esto de aceptar estas cosas de bebé y aún no puedo hacerlo.
Suspire cansado de todo.
Papá me fijaba la mirada...¿Por que hacia eso?
Si yo le dije...absolutamente nada.
Papá estaba esperando una respuesta
La cual yo no le di.
Max: No.
Respindi suavemente bajando la mirada
Papá: Maximiliano...necesito más palabras. No,solo no.
No tenia más palabras solo esas.
Max: No.
El silencio volvió a reinar en el auto y
Cuando finalmente llegamos, el letrero colorido y alegre del lugar me dio escalofríos. Era todo lo que temía: dibujos de ositos, colores pastel, y hasta un par de niños más grandes corriendo por la entrada, riendo con entusiasmo. El sonido me taladró los oídos y me hizo encogerme en el asiento del auto.
Al menos estábamos muy lejos de la ciudad. Definitivamente nadie me reconocería...eso pense la última vez cuando vi a Jairo.
Papá: vamos, Max. Todo va a estar bien.
Me bajó del asiento y, sin importar cuánto me resistiera internamente, me llevó de la mano hacia la tienda. Apenas entramos, una oleada de sonidos y colores me abrumó. Risas, juguetes que hacían ruidos electrónicos, pelotas rebotando... todo sucedía al mismo tiempo, y mi cabeza empezó a dar vueltas.
Asistí como un autómata mientras papá me llevaba a recorrer los pasillos, mostrándome juguetes, ropa y otros objetos que podrían interesarme. Pero mi atención estaba fija en Kolala, aferrado a él como si fuera el único ancla en medio de esta tormenta sensorial.
Papá: Mira esto, Max. ¿Qué te parece este peluche?"
Alzó un conejito de peluche, blanco y suave, con una sonrisa bordada. La simple visión del conejo me hizo apretar aún más fuerte a Kolala.
Max: No... no quiero otro peluche.
Intenté sonar firme, pero mi voz tembló. Papá frunció el ceño, claramente sin entender por qué era tan importante para mí.
Papá: Max, Kolala ya está muy viejo. Quizás sea momento de que tengas algo nuevo, algo que puedas llevar a todos lados sin miedo a que se rompa.
Las palabras me atravesaron como cuchillos. No era solo un peluche. Era todo lo que me quedaba de mamá. Reemplazarlo sería como olvidar su olor, su risa, los momentos en los que me había arropado cuando tenía miedo. Sentí un nudo en la garganta y las lágrimas comenzaron a arder en mis ojos.
Max: "No quiero otro. No puedo..."
Mi voz se quebró al final, y aunque traté de no llorar, fue imposible detener las lágrimas que empezaron a rodar por mis mejillas.
Papá suspiró, claramente frustrado, pero intentó mantener la calma.
Papá: Max, solo quiero lo mejor para ti. No estoy diciendo que tienes que deshacerte de Kolala. Solo quiero darte algo nuevo, algo que también puedas querer.
Pero el me estaba pidiendo que literalmente reemplazará a Kolala. Eso no me gusta.
En ese momento, una de las asistentes de la tienda se acercó alegremente, como si fuera lo más normal del mundo ver a un niño en pañales y con un chupete.
Asistente: "¡Hola! Veo que tienen buen gusto en peluches. Ese conejito es uno de nuestros favoritos. ¿Quieres abrazarlo?"
La voz amable y la hiperactividad de la asistente solo me hicieron sentir peor. Negué con la cabeza rápidamente y me aferré a Kolala, como si de alguna manera pudiera desaparecer entre sus costuras.
Papá: Disculpelo el es nuevo en esto y los ambientes sociales no son lo suyo,Max... ¿quieres al menos intentarlo?
Mi respiración se aceleró, y sentí que el mundo comenzaba a cerrarse a mi alrededor. No quería estar aquí. No quería otro peluche. No quería enfrentar todas estas decisiones que parecían empujarme más y más lejos de lo poco que entendía sobre mí mismo y de lo que estaba comenzando a creer que soy.
Empelada: Esta bien muchos son así aquí es normal, estaré por allá si necesitan ayuda.
La empleada se alejo y
Después de lo que pareció una eternidad, papá finalmente suspiró y dejó el conejo de vuelta en su estante.
Papá: Está bien, Max. No vamos a forzarte. Kolala se queda contigo.
Sentí un alivio momentáneo, aunque sabía que la sensación de incomodidad no se iría del todo. Papá me tomó en brazos, y mientras nos alejábamos de la sección de peluches, pude oír la asistente tarareando alegremente, como si nada hubiera pasado.
Papá: Vamos a intentarlo de nuevo desde cero ¿que tal si buscamos un poco de ropa para ti?
Asentí en silencio, agotado por la experiencia. Aunque había ganado esta pequeña batalla, sabía que la guerra interna apenas comenzaba.
La tienda estaba llena de estantes con ropa, accesorios y todo tipo de cosas que uno podría necesitar para un bebé… o, en mi caso, alguien como yo. Mientras recorría los pasillos junto a papá, me di cuenta de que no éramos los únicos allí. De hecho, al observar a la gente alrededor, empecé a notar algo peculiar: cada persona parecía estar en la tienda por razones similares a las nuestras. Vi a una pareja joven eligiendo un biberón adornado con dibujos de ositos y estrellas, mientras uno de ellos acariciaba la cabeza de su pareja con ternura, como si se tratara de un bebé.
Mis ojos pasaron rápidamente a otra mujer que sostenía un conjunto de baberos con estampados de arcoíris, probándoselos a un hombre que, a juzgar por su sonrojo, también estaba en su propio viaje regresivo. Había parejas, amigos y hasta algunos que estaban solos, pero todos parecían compartiendo un secreto en común.
Papá y yo seguimos adelante y nos dirigimos a la sección de ropa. Los estantes rebosaban de opciones, desde camisetas y pantalones hasta bodies de colores pastel, pijamas con dibujos de estrellas y hasta gorros de animalitos. Papá, notando mi cara de sorpresa, comenzó a seleccionar varias prendas sin pensarlo dos veces.
Papá: Vamos a necesitar suficiente para llenar un espacio en tu armario, ¿no crees?
Comentó mientras colocaba varios bodies y pantalones en el carrito
Papá: Y quiero que estés cómodo con todo. Asique si algo no te gusta házmelo saber
Mis mejillas estaban coloradas, pero no podía evitar sonreír ligeramente al ver la colección de ropa que se acumulaba. Papá eligió algunos pijamas con patitas y estampados de nubes,pinguinos, entre otras cosas y me los mostró. El  estaba esperando  mi aprobación.
Max: Sí, me gustan…
susurré, apenas audiblemente, pero notando la emoción en sus ojos al verme.
Luego pasamos a la sección de accesorios, donde se exhibían biberones, chupetes y hasta mantitas suaves con estampados de estrellas y lunas. Papá tomó un biberón grande con dibujos de animales en tonos suaves y lo examinó con detenimiento.
Papá:Este es perfecto para ti, Max.
dijo, poniéndolo en el carrito antes de que pudiera decir algo
También coloco otros dos con dibujos de  moustros y otro de aliens.
A mi lado, vi a una mujer que ayudaba a su pareja a elegir entre varios chupetes, comparando los colores y tamaños como si fuera lo más natural del mundo. Me sentí un poco menos solo en ese momento. Parecía que en esta tienda, todos entendían lo que era ser… especial, como yo.
Papá luego eligió varios chupetes con diseños adorables: uno de estrellas,uno con la bandera pansexual y otro de koalas, que inmediatamente me hizo recordar a Kolala y uno verde menta con diseños de arcoíris.
Papá: Quiero que tengas variedad. Así puedes elegir según el día.
dijo con una sonrisa cariñosa
En medio de la sección de ropa para bebé, papá y yo seguíamos eligiendo algunas prendas. Ya teníamos una gran cantidad de cosas en el carrito: bodys suaves con patrones de estrellitas y animales, pijamas de algodón de colores pastel, y hasta un par de mamelucos que parecían estar hechos para las noches más frescas. Había hasta un gorrito con orejas de osito, que papá me animó a probarme para ver cómo se me veía.
Papá: Creo que este será uno de tus favoritos, Max. Imagínate lo cómodo que estarás en casa con esto.
Me miré en el espejo mientras me lo probaba, sintiéndome un poco raro pero también muy acogido. Era un sentimiento cálido y reconfortante, aunque sentía el rostro ruborizado al ver cómo algunos clientes cercanos sonreían al notar la escena.
En ese momento, una mujer de unos cuarenta años, con una expresión amable, se acercó y nos saludó.
Mujer: ¡Oh, ese gorrito se ve adorable en ti! ¿Sabías que este modelo es uno de los favoritos aquí? perfecto para los días de descanso.
No sabía qué decir, así que solo asentí, un poco nervioso. Papá notó mi incomodidad y sonrió, dándome una palmadita en el hombro.
Papá: Max todavía se está acostumbrando a todas estas cosas. ¿Verdad, campeón?
La mujer sonrió con calidez, como si comprendiera perfectamente cómo me sentía. Me armé de valor y, aunque me daba un poco de vergüenza, intenté decir algo.
Max: "Sí... todo esto es nuevo para mí. Pero me adapto.
Trate de desarrollar una conversación normal. Yo se que puedo hacerlo es cuestión de creer en mi mismo.
Oh simplemente estaba cansado de no poder hablar fluido que no fuera nadie de mi familia.
La mujer asintió, comprensiva, y me dijo que no era el único que se sentía así al principio. Muchos de los clientes en la tienda, ya fueran ABDL o cuidadores, buscaban ese mismo tipo de conexión y comodidad. Me hizo sentir un poco mejor escuchar eso; aunque me daba pena hablar, saber que otras personas aquí compartían algo parecido me daba un pequeño impulso de confianza.
Luego de despedirse amablemente, la mujer nos dejó seguir comprando, y papá y yo continuamos eligiendo algunas cosas más.
Algunos clientes cercanos, al vernos, me lanzaron miradas de apoyo y simpatía, lo cual hizo que me sintiera menos raro. Había otras personas que se tomaban su tiempo eligiendo cosas, ya fuera para ellos mismos o para otros, y pude notar la misma conexión en sus miradas.
Papá: Todos aquí tienen sus razones para estar en esta tienda, Max. Nunca tienes que avergonzarte de ser tú mismo.
Me sentí agradecido y, en ese momento, pensé en lo afortunado que era de tenerlo a él apoyándome en algo tan personal. Me relajé un poco más y decidí ser más colaborador con la situación.
Luego de que dejó en paz el asunto de Kolala creo que todo esto es más tranquilo.
Después de llenar el carrito con ropa y otros accesorios, papá me guió hacia la sección de juguetes otra vez.
A medida que nos acercábamos y ahora menos nervioso y preocupado por Kolala pude ver una pared entera de peluches de colores, mordedores, y juguetes de tela suave apareció ante mis ojos. Había algo casi mágico en ver todos esos colores y formas; cada juguete parecía invitarnos a acercarnos y a probarlo. A pesar de mi vergüenza, sentí una especie de emoción infantil.
Un oso de felpa, con una barriga redonda y pelaje color crema, me llamó especialmente la atención. Lo tomé en mis manos y sentí su textura suave y esponjosa. Apenas lo abracé, una calidez reconfortante me envolvió, como si me devolviera a una época donde todo era simple y seguro. Papá me observó y sonrió, notando lo mucho que me gustaba el oso.
Papá: Creo que este osito tiene que venir con nosotros, ¿no crees?
Inconscientemente apreté más a mi peluche y papá sonrió.
Papá: Esta bien, no debe Remplazar a Kolala.
Asentí, un poco avergonzado por lo mucho que me gustaba, y lo coloqué en el carrito. Al hacerlo, mis ojos se desviaron hacia una serie de juguetes blandos diseñados para morder, perfectos para los bebés que están en la etapa de dentición. Había uno con forma de nube, otro de un sol sonriente y hasta uno con un arco iris. Toqué algunos de ellos y, por alguna razón, el sol sonriente me resultó muy tierno. No sabía exactamente por qué, pero me daba una especie de paz.
Mientras exploraba, de repente sentí una incomodidad en el estómago. Traté de ignorarlo, demasiado absorto en los juguetes. Sin embargo, la sensación se hizo más fuerte, y antes de que pudiera reaccionar del todo, sentí cómo el pañal absorbía lo que acababa de ocurrir. Fue un momento de sorpresa, seguido rápidamente por una oleada de vergüenza que me hizo sonrojarme. Bajé la mirada, esperando que papá no se diera cuenta, aunque en el fondo sabía que él era algo observador. Y no había que ser un iluminado para notar cuando tenía un accidente.
Papá: Max, ¿todo bien?
me preguntó con tono suave, notando que había dejado de hablar.
No supe qué decirle, así que simplemente asentí, aunque el rubor en mi rostro me traicionaba. Al ver mi expresión, él entendió de inmediato lo que había pasado y me colocó una mano en el hombro con cariño.
Papá: No te preocupes, campeón. Vamos a terminar aquí y luego nos encargamos de eso, ¿de acuerdo? Nadie aquí te juzga.
Al escuchar sus palabras, me sentí un poco más tranquilo, aunque la vergüenza seguía ahí. Traté de concentrarme nuevamente en los juguetes. Papá tomó algunos más para agregar al carrito: un peluche en forma de estrella con una cara alegre y unos bloques blandos que parecían ideales para construir pequeñas torres y derribarlas sin hacer ruido.
Después de un rato, se acercó otra cliente, una mujer que parecía estar en la tienda con su pareja. Ella sonrió al vernos y miró los juguetes que habíamos elegido.
Mujer: "¡Ese osito es adorable! Yo tengo uno parecido para mi peque. Son perfectos para abrazarlos y dormirse con ellos."
Tragué saliva, intentando sonreír de vuelta. Aunque estaba avergonzado. No podía mantener bien la conversación por lo humero de mi pañal y el chico al lado de la mujer no lo hacia mejor.
algo en su tono de voz me hizo sentir
Max: Sí…
respondí en voz baja, jugando con las orejas del osito en el carrito. A pesar de la incomodidad, sentí que abría un poco mi corazón al hablarle.
Mujer: Y esos bloques también son geniales. Mi peque adora construir cosas con ellos
agregó, guiñándome un ojo y acariciando al chico a su lado que avergonzado volteo la mirada al otro lado seguido de un "mamii"
Una reacción típica de niño en un joven adulto. Se me hizo algo raro pero al mismo tiempo comenze a normalizarlo un poco.
La amabilidad de aquella mujer me dio un poco de valor, así que intenté mantener la conversación, aunque fuera solo un poco.
Max: ¿En serio? Siempre me han gustado los juguetes suaves… y esos bloques parecen divertidos.
Bajé la mirada, pero no pude evitar sonreír un poco al imaginarme jugando con mis hermanos y construyendo torres enormes solo para derribarlas.
La mujer sonrió y le dio una palmada cariñosa en el hombro a su pareja, quien estaba junto a ella, sosteniendo una cajita de peluches pequeños. Ambos parecían tan amables y cómodos en el ambiente de la tienda que me transmitieron una extraña tranquilidad.
Mujer: Es increíble todo lo que pueden construir. A veces, yo también me pongo a jugar, ¡es imposible resistirse!
Me guiñó el ojo, como si compartiera un secreto, y eso me hizo reír un poquito, relajándome.
Mientras tanto, papá siguió llenando el carrito con otros juguetes que parecían adecuados para mí y mis hermanos. Encontró una caja con bloques de espuma grandes y coloridos, perfectos para construir, pero lo suficientemente suaves para que no lastimaran a nadie. Agarró también una pelota blanda que apenas pesaba, pero tenía colores vibrantes y una textura acolchonada que hacía imposible no querer jugar con ella.
Sin que me diera cuenta, mi papá se acercó para susurrarme algo al oído.
Papá: ¿Por qué no eliges otro juguete para llevar? Puede ser algo especial. No reemplazará a Kolala pero estaría bien tener otra cosa
dijo, su tono lleno de comprensión y calidez.
Miré alrededor y finalmente mis ojos encontraron un sonajero en forma de nube, con pequeñas estrellitas dentro que tintineaban suavemente cada vez que lo movía. Era tan simple, pero me gustaba mucho, y además parecía algo perfecto para relajarme cuando estuviera solo.
Max: Creo… creo que me gusta este.
dije en voz baja, sosteniéndolo con cuidado.
Papá asintió, y antes de colocar el sonajero en el carrito, me dejó sostenerlo un momento más. Lo moví ligeramente, escuchando el sonido relajante que hacía. Me sentí casi como un niño pequeño otra vez, pero estaba bien, porque papá parecía entenderme por completo.
Mientras me quedaba observando el sonajero, sentí una calidez extraña en el pecho, como si el simple acto de tener algo tan pequeño y especial fuera suficiente para hacerme sentir seguro. Papá me miró con una sonrisa suave, notando cómo me perdía en el sonido y en el juguete.
Papá: Me alegra que hayas encontrado algo que te guste, Max. Vamos a llevarlo, y si encuentras algo más, no dudes en decírmelo.
Asentí, todavía un poco abrumado, pero con una pequeña chispa de entusiasmo. Avanzamos hacia otra sección llena de juguetes más grandes y suaves, como peluches en formas de animalitos tiernos y colores pastel, apilados en estantes o dentro de cestas. Había conejitos de orejas largas, ositos de peluche esponjosos, y hasta unos unicornios con crines de colores que parecían sacados de un sueño.
Mi atención se dirigió a un unicornio en particular, de un color azul celeste con una crin rosada y brillante. Al tomarlo, sentí cómo mis mejillas se ruborizaban, pero lo abracé un poco antes de soltarlo.
Papá: Ese unicornio parece hecho para ti, ¿quieres llevártelo?
Negué tímidamente, aunque en realidad sí me gustaba mucho, pero me daba vergüenza admitirlo.
Max: Ehm… no, no, estoy bien. Aunque… ¿tal vez un osito pequeño?
Papá asintió y comenzó a rebuscar entre los peluches hasta que encontró uno perfecto: un osito café claro, de orejas grandes y ojos brillantes. Lo colocó en el carrito junto con el resto de los juguetes. Mientras miraba todos los artículos en el carrito, sentí una calidez y una paz que no había experimentado en mucho tiempo.
Mientras estaba abrazando el osito que papá había colocado en el carrito, sentí una incomodidad familiar, una calidez que se extendía de repente. Mi cara enrojeció de inmediato; había tenido otro accidente en medio de la tienda. Por un instante, el miedo y la vergüenza me invadieron. No podía creer que me hubiera pasado dos veces en un lugar lleno de gente, incluso si ellos también estaban ahí para cosas similares.
Papá me miró enseguida, como si tuviera un sexto sentido para estas cosas. Colocó una mano suave en mi hombro, con una sonrisa calmada, sin juzgarme.
Papá: Está bien, Max. No tienes que preocuparte. Vamos a solucionarlo ahora mismo.
Sin decir más, me guio hacia el área de probadores, donde él ya había previsto llevar una muda de pañal y toallitas en su bolsa. La privacidad del pequeño cubículo me ayudó a calmarme un poco mientras papá organizaba las cosas con cuidado. No me dijo nada, no había ni una pizca de desaprobación en su mirada. Solo un cariño suave y una atención paciente, como si esto fuera la cosa más normal del mundo.
Mientras me cambiaba, cerré los ojos un momento, intentando dejar ir la vergüenza y solo enfocarme en el cuidado de papá. Una parte de mí se sintió aliviada de poder soltarme sin sentirme juzgado.
Papá: Listo, ya está. No necesitas preocuparte, Max. Estamos aquí para que te sientas bien y puedas disfrutar de este tiempo juntos.
Asentí, sintiendo una tranquilidad que comenzaba a abrirse paso entre la vergüenza. Después de que terminamos, volvimos al carrito y retomamos la compra de juguetes, y aunque todavía sentía un poco de rubor, ahora había un pequeño sentimiento de alivio en mi interior.
Con el carrito lleno y mi corazón un poco más ligero, papá me miró con esa sonrisa cálida que siempre tenía, como si todo estuviera bien en el mundo.
Finalmente, llegamos a la caja con un carrito lleno. Mientras el cajero escaneaba cada artículo, noté que él también llevaba un llavero con un pequeño chupete colgando. Me miró y sonrió, dándome una pequeña señal de complicidad, como si entendiera perfectamente lo que yo sentía.
Al salir de la tienda, el carro estaba repleto, y papá parecía satisfecho, como si acabáramos de comprarme un nuevo mundo de posibilidades. Me sentí… seguro, como si en este lugar, al menos, no hubiera nada de qué avergonzarse.

Fin de esta parte.

Holi holo cachorros. Me alegra compartir un episodio más con ustedes luego de finalmente terminar mi mes de parciales (nisiquiera semana es mes xd)
Asique no se despuegen mucho por que a su autora le gusta celebrar halloween y conozco a un personaje de otra historia que también le gusta mucho.
Sin nada mas que decir que adiós lectores fantasma y seres de la cuarta dimensión. >:3

Un nuevo hermano //ABDL//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora