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No era necesario, y lo sabes. -solté, con el tono cargado de fastidio, mientras cruzaba los brazos sobre el pecho, mientras miraba por la ventana del auto. Las palabras habían salido con un filo que ni siquiera intenté suavizar. Mi madre, al volante, mantuvo los ojos fijos en la carretera mientras soltó el comentario que más me hizo enojar.

Fue lo que indicó el doctor, no es mi culpa. -respondió igual de fastidiada-

El camino se sintió largo, lo cual mi ansiedad duró bastante en todo el camino. No era la primera vez que iba a ese lugar, esta sería mi segunda vez y última, no pienso jamás volver a ese maldito lugar, ahora solo tengo que soportar esta ocasión. Tal vez si no hubiera hablado de más con el doctor, esto no hubiera pasado, al parecer no me había quedado claro la primera vez. No es que me sintiera deprimida o inconforme conmigo, solo me siento insatisfecha con mi cuerpo... O al menos eso creo, es raro, Es como si hubiera perdido mi esencia y no pudiera encontrarme, aveces las dudas y lágrimas nublan mi razón.  El sonido monótono de los limpiaparabrisas acompañaba nuestra tenso silencio mientras una llovizna ligera golpeaba el cristal. El silencio que siguió a mis palabras se extendió como una densa niebla entre nosotras. Sabía que estaba molesta, pero también sabía que ella lo estaba aún más. Podía sentirlo en la forma rígida en que sujetaba el volante, en la tensión de sus nudillos blancos, en cómo su mandíbula se apretaba cada vez que respiraba.

No era necesario hacer esto.- repetí, esta vez en un susurro, pero con la misma carga de frustración.

Podrías haberme dejado manejar la situación por mi cuenta.- Mis ojos seguían fijos en la ventana, evitando mirarla directamente, porque sabía que en cuanto lo hiciera, todo explotaría. Mi reflejo en el cristal me devolvía una imagen de cansancio, de alguien que había tenido esta discusión demasiadas veces antes.

Quizás no lo entiendas ahora.- replicó finalmente mi madre, su voz calmada pero con ese matiz que solo las madres pueden usar, esa mezcla de autoridad y decepción.

Esto lo hago para porque es mi responsabilidad. Porque te estoy protegiendo, aún que no lo veas así.-Mantuvo su mirada fija en la carretera, pero sus palabras flotaban en el aire, cargadas de una verdad que no estaba lista para aceptar.

Protegerme...- murmuré, esta vez más para mí que para ella. La ironía me quemaba por dentro.

Esto no es protección, Mamá. Esto es control.- Sentí el peso de mis propias palabras colapsar en el silencio que les siguió, dejando en el aire una incomodidad palpable.

Ella respiró hondo, pero no respondió de inmediato. Sabía que estaba tratando de contenerse, de no estallar, pero podía sentir su paciencia desmoronarse como un castillo de naipes. Los segundos pasaron, largos y pesados, solo interrumpidos por el suave zumbido del motor del auto.

Finalmente, habló, su tono más firme que antes. 

Quizás algún día lo entiendas.- dijo casi como una sentencia.-  Y cuando lo hagas, sabrás que hice lo correcto.

Miré hacia adelante, mis manos apretadas en un puño en mi regazo, luchando por no gritar. Todo se sentía tan... inevitable. Como si estuviéramos atrapadas en una especie de bucle, donde la misma discusión se repetía una y otra vez, sin salida.

Lo que tú y el doctor llaman lo "correcto", yo lo llamo una trampa.- respondí con amargura. Me giré hacia ella, notando cómo sus labios formaban una fina línea, el signo inequívoco de que estaba al borde de perder la calma. Pero esta vez no me importaba.

Siempre es lo mismo contigo. Siempre crees saber lo que es mejor, pero ni siquiera me escuchas.

Te escucho más de lo que crees,-replicó, su voz entrecortada por la emoción que comenzaba a filtrarse.

Little Dark Age Donde viven las historias. Descúbrelo ahora