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Gustabo respiró profundamente antes de acelerar hacia la columna de ladrillos situada en mitad de la estación ferroviaria.

Durante los cuatro años anteriores aquel había sido su ritual. Siempre había hecho exactamente lo mismo cuando había pasado por allí. Inspirar hondo, acelerar y aguantar la respiración mientras traspasaba aquel muro para llegar hasta el andén escondido.

El andén nueve y tres cuartos era el lugar desde donde partía el Hogwarts Express. Un tren que le llevaría de vuelta a su rutina diaria, a lo que ya consideraba un hogar.

En cuanto atravesó el muro de ladrillos se encontró con el bullicioso ajetreo de padres despidiendo a sus hijos, adolescentes reencontrándose con amigos y conversaciones a gritos que trataban de escucharse por encima del ruido del motor de la maquinaria del tren.

Apenas unos segundos después, apareció tras él su hermano acompañado por sus padres.

Horacio comenzaría su cuarto curso en el colegio y, aunque llevaba ya tres años realizando el mismo camino hacia Hogwarts, sus padres seguían tratándolo como al niño pequeño de la familia.

Gustabo había asumido que eso nunca cambiaría, aunque tampoco era algo que le importara demasiado, puesto que Horacio y Gustabo eran buenos amigos. Sin embargo, en el colegio solían mantenerse algo alejados, pues pertenecían a casas no solo diferentes, sino opuestas. Mientras que Horacio era de Gryffindor, Gustabo pertenecía a Slytherin. Eso y el hecho de que estaban en cursos diferentes hacía que no se vieran tan seguido como a ellos mismos les hubiese gustado.

Quizá ser de la misma familia y no coincidir en la misma casa de Hogwarts pudiera parecer sorprendente, pero tampoco era excesivamente extraño si se tenía en cuenta que no eran hermanos de sangre. Horacio había sido adoptado por Julia y Jack Conway cuando regresaron del extranjero hacía unos años.

En cualquier caso, allí estaban los dos hermanos, cargando el equipaje para el nuevo curso escolar.

En cuanto hubieron terminado de poner en orden sus maletas, se acercaron a sus padres para despedirse.

Al igual que cada año, Julia empezó a enumerar para Horacio todas las cosas que no debía olvidar hacer.

—...lávate los dientes, estudia a diario, sé que puedes hacerlo. Y no olvides enviarnos una carta cada día.

—¿Cada día? Mejor una al mes —dijo Horacio.

—De eso nada, una a la semana es mi mejor oferta —respondió Julia.

—Va, trato hecho.

Mientras continuaban hablando, Jack agarró a Gustabo del brazo y lo apartó un momento.

—Matty, quiero que cuides bien de tu hermano —comenzó su padre, como cada año.

Gustabo, que con sus quince años había crecido mucho durante los meses de verano, le tapó la boca rápidamente y se llevó un dedo a los labios.

—Ssssshhhh, Matty no. Gustabo, soy Gustabo —dijo el chico entre murmullos y asegurándose de que nadie los estaba escuchando.

Jack lo miró con gesto cansado. Habían tenido aquella discusión tantas veces que ya había perdido la cuenta.

Jack Conway había sido un importante auror (magos del Ministerio de Magia encargados de cazar a magos tenebrosos) que había trabajado duro para atrapar a un peligroso criminal. Tan peligroso que había tenido que pedirle a Julia que saliera del país junto a su hijo para que se mantuvieran a salvo. Cuando llegaron al extranjero, ambos adoptaron otras identidades por su seguridad.

Conway tardó cerca de seis años en atrapar al criminal, que era un experto en huir de la justicia. Cuando lo hizo, su nombre se convirtió en el primer candidato para ser ministro de magia, puesto que todavía ejercía en la actualidad.

¿Quién eres? - AU Freddytabo en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora