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El despacho del profesor de pociones era una sala situada junto al aula donde se impartían las clases. En su interior había numerosos armarios llenos de frascos con líquidos de distintos colores y extrañas sustancias que servían de ingredientes. La estancia era oscura, al igual que el resto de lugares que se situaban en las mazmorras. Sin embargo, el fuego de la chimenea creaba un ambiente caldeado que, en ese momento, Gustabo sentía asfixiante.

Fermín iba de un lado a otro, recorriendo su despacho lentamente delante del rubio, que permanecía de pie ante él, esperando los gritos que estaban por venir.

—¿Qué fue lo que me dijiste cuando entraste en la clase esta mañana? ¿No fue que este año te portarías bien?

—Sí, señor —respondió Gustabo—, pero esta vez no ha sido mi culpa.

—No pasó ni una hora y ya causaste problemas.

—En serio, no ha sido mi culpa. De repente empecé a flotar y...

—Basta —le cortó Fermín—. Quince puntos menos para Slytherin y estás castigado.

—Pero... —Gustabo consideraba que esa situación era muy injusta. No había sido él quien había empezado a flotar voluntariamente. Alguien le había lanzado un hechizo y tenía la certeza de que había sido Trucazo.

—¡He dicho que ya vale! —gritó Fermín, cortando sus excusas.

Gustabo cerró la boca y acalló sus protestas. Si hablaba probablemente iba a ser aún peor. Fermín había llegado al comedor justo cuando Gustabo había lanzado el contrahechizo. Todo lo que había alcanzado a ver era al chico flotando ante una multitud, el efecto de su magia por todo el Gran Comedor y la forma en la que después se había reído mientras las velas caían por todas partes.

—Ya que te gusta tanto volar, vas a pasar las próximas semanas limpiando las vigas de la azotea —informó el profesor—. Allí encontrarás moco de gusarajo, un buen ingrediente para pociones, así que te vas a encargar de recolectarlo todo en frascos y traerlo aquí.

Con expresión asqueada y la mandíbula tensa, Gustabo simplemente asintió.

—¿Informará a mis padres? —preguntó temeroso. Conway no se alegraría de aquella noticia y menos aún después de confiar una vez más en él. Quizá no volvería a hacerlo después de todo.

—Esta vez no —respondió Fermín y Gustabo suspiró aliviado—. Te daré otra oportunidad. Así que, mientras cumplas el castigo, no será necesario. Considéralo una llamada de atención.

Cuando salió del despacho, Gustabo juró para sí mismo que se vengaría de Freddy Trucazo.

Mientras tanto, Fermín permaneció pensativo. Como profesor y jefe de la casa Slytherin, era consciente de la verdadera identidad de Gustabo y del hecho de quién era su padre.

Sabía que la familia Conway siempre había sido poderosa, pero lo que aquel chico había hecho demostraba que en sus venas fluía una magia que iba más allá de lo que pensaba. Había lanzado un contrahechizo que había afectado a la enorme sala y había deshecho un encantamiento realizado por la mismísima directora del colegio prácticamente sin ningún esfuerzo.

Fermín siempre había sido muy estricto con las normas y los límites y Gustabo pondría todo eso en peligro.

Lo mejor sería mantenerlo vigilado.

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Horacio se encontraba en el exterior del castillo con sus amigos.

Le gustaba salir en sus ratos libres, pasear por los alrededores y respirar el aire fresco. Siempre había sido un chico muy social y bondadoso y todo el mundo lo sabía. Por esa razón, tenía muchos amigos y rara vez estaba solo.

¿Quién eres? - AU Freddytabo en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora