¿A qué edad dejas de tener miedo?
Yo creo que el miedo siempre encuentra la forma de estar presente a lo largo de nuestra vida.
Cristal a sus 19 años se había dado cuenta de que algunos miedos se aferraban a ella como una segunda piel. Y aquellos que parecían haber muerto al comenzar su adolescencia, en cuestión de tiempo, habían resurgido de sus cenizas, convirtiéndose en monstruos más grandes y complejos.
Esa madrugada ella se aseguró de que su mamá, su papá y sus dos hermanas estuvieran dormidos. Se dejó el piyama color crema, luego se puso su abrigo negro y al final sus botas afelpadas, las cuales eran sus favoritas porque siempre mantenían sus pies cómodos y tibios. Enseguida había salido de casa caminando de puntillas, cuidando de no tropezar con ningún objeto, y había abierto y cerrado la puerta despacio. «No hay nada que temer», se dijo para armarse de valor; de lo contrario hubiera regresado corriendo a casa y no se hubiera atrevido a adentrarse en el sendero. El cual comenzaba detrás del pequeño huerto de árboles de manzana y terminaba en las ruinas abandonadas.
Mientras Cristal avanzaba, evitando pisar el lodo y los charcos de agua, reconoció que, a pesar de ya no ser una niña, aún sentía las piernas sin fuerza, el corazón agitado y un hueco en el estómago cuando estaba sola en un lugar oscuro. La luz emitida por la lámpara de su celular no era suficiente para otorgarle la tranquilidad que necesitaba. Su corazón respingó con el pequeño conejo, blanco de monte, que se atravesó en su camino y le evitó dar el siguiente paso. «Relájate, es solo un tierno conejo», se dijo. El pequeño animal se detuvo para observarla; el resplandor en sus ojos rosas dejó al descubierto el miedo a la muerte. Ella se quedó quieta y dejó que el animal avanzara y se perdiera entre las ramas verdes del arbusto más cercano.
«Te estas comportando como una niña miedosa», se reprendió Cristal, «apenas puedo creer que un tierno conejo logre asustarte». Ella respiró hondo para relajarse un poco; percibió olores ya conocidos y que en el fondo había echado de menos: olía a trementina, a hojas podridas y a humedad. Luego revisó la hora en el reloj del celular, el cual marcaba las cuatro y veinte de la mañana.
Esa tarde había aceptado el desafío de sus dos amigas, Ema y Regina. Las tres habían acordado encontrarse a las cuatro y media de la mañana, en las ruinas abandonadas. Las cuales se encontraban en el lugar más alto del pueblo, donde no había casas, ni lámparas, y la vegetación se expandía a sus anchas. Este era el lugar de inspiración de viejas historias que se les contaban a los niños para asustarlos y con el fin de que mejoraran su comportamiento. Por suerte ella conocía bien el camino que llevaba hasta las ruinas. De pequeña había recorrido ese sendero incontables veces; el lugar había cambiado un poco; después de todo no lo había visitado desde hace dos años, cuando se había ido, con Regina y Ema, a la ciudad de México a estudiar derecho en una de las universidades públicas más reconocidas de todo el país.
Cristal odió el momento, en que le temblaron las piernas, cuando las espinas de una rama de tejocote, como las garras de una bestia, habían amenazado con dejarla sin el abrigo negro que llevaba puesto; por suerte solo habían logrado rasgarlo. «Relájate», se dijo mientras zafaba la tela de las espinas. Pero su tembloroso cuerpo no la obedeció.
Ella continuó subiendo el pequeño sendero donde los árboles de ocote eran más altos y gruesos. Ahí el olor a trementina era más intenso, hojas secas y garapiñas adornaban el suelo. De alguna forma, el olor le recordaba su niñez y los momentos que había acudido a ese lugar, con su familia, a recoger leña seca o a realizar días de campo en los que los juegos, los columpios, las golosinas, las frituras y las risas no habían faltado. A lo lejos se escuchaba el golpeteo del agua en las rocas. Su espalda vibró cuando recordó las veces que se sumergió en el arroyo.
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RECOLECTORA DE POLVO
FantasyCristal es una joven de 19 años que estudia una licenciatura en derecho, por culpa de una apuesta con sus amigas acude a las viejas ruinas de su pueblo, donde se da cuenta que las historias sobre los recolectores de polvo son ciertas. Ella es raptad...