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Zephyr

Abrí la puerta de mí apartamento con brusquedad, entré y la cerré del mismo modo. Tiré mis libros y mi carpeta en la mesita de centro, me dejé caer en el sofá, solté un fuerte suspiro e hice lo que todo universitario maduro hace cuando se siente abrumado.

—¡Puto ensayo asqueroso! —grité con sentimiento.

—¡Cállate, imbécil!—respondió casi al instante el vecino del piso superior.

—¡No se me antoja! —tenía ganas de sacar toda mi frustración a gusto.

—¡Quiero ver una puta película!

—¡Y yo quiero terminar mi puto ensayo!

—¡Me importa una mierda tu ensayo!

—¡Pues a mi me importa una mierda tu película!

—¡Cállate de una vez!

—¡Que no quiero!

Parecía un niño haciendo una rabieta.

—¿¡Y quieres que te patee el culo!?

Uh, eso fue inesperado.

—¡Pues te espero aquí abajo!

¿Por qué dijiste eso?

Yo... es... fue el estrés.

Eres idiota.

Si me retractaba quedaría como cobarde, cierra la boca.

No tengo boca soy tu concien...

Shhh, ya.

Salí de mi casa y me quedé plantado en el pasillo, esperando al tipo del pisó de arriba.

¿Por qué mierda había decidido que pelear era una mejor opción que dejar de perder el tiempo y enfocarme en la tarea?

Porque eres imbécil.

Ah, por eso.

Apenas había pasado un momento, cuando el ascensor se abrió. Otro joven como de mi edad, de cabello oscuro y un cuerpo que parecía bien entrenado salió por este. Estaba enojado, tenía que ser mi vecino.

—¿Eres el gritón? —preguntó mientras se acercaba a mí, amenazante.

—No lo sé, ¿eres el quejumbroso?

Ahí vamos de nuevo...

El tipo me empujó a una pared como respuesta, me tomó de la camisa violentamente y me acercó a su rostro.

—Mira, niño bonito —masculló el vecino— no te haré daño si prometes que dejaras de gritar como idiota.

A decir verdad no me sentía intimidado. Me hacía gracia que el muchacho se creyera ventajoso, aunque quizá lo era, no se lo dejaría tan fácil. No era la primera vez que me metía en una pelea por orgullo o solo por diversión. Me gustaba sentir esa adrenalina en mi sistema, esa sensación que existe en el cuerpo antes de hacer algo peligrosamente estúpido.

En un movimiento rápido le acomodé un puñetazo en el abdomen haciéndolo doblarse de dolor. El otro no tardó en reaccionar y me asentó el puño de lleno en la cara, por unos segundos sentí entumecido el lado del rostro y sangre escurriendo por el labio ¡Que hijo de puta, me había roto el labio!

Empujé al pelinegro hacía la pared contraria, lo tomé por el cuello de la polera y le di un golpe en el centro de la cara, sentí un "crack" en el frente del puño y se me escapó una sonrisa de satisfacción.

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⏰ Última actualización: 18 hours ago ⏰

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