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Zephyr

Me encontraba sentado junto a uno de los ventanales de la biblioteca con mis audífonos puestos, la música a todo volumen y mi carpeta frente a mí sobre la mesa.

Trataba de concentrarme en hacer el maldito ensayo que tenía que entregar en dos días, pero las palabras que mi hermano me había dicho el día anterior me estaban taladrando la cabeza.

Me sentía harto de que todo el mundo dijera que era un maldito egoísta que solo se preocupaba por sí mismo. Bueno, si solo me importara yo mismo esas palabras no me hubieran afectado, ¿cierto?

Cerré un momento los ojos y eche la cabeza hacia atrás, inhale profundo tratando de aspirar un poco de paz, realmente necesitaba concentrarme en el estupido ensayo y ya había vuelto a olvidar el tema. Bajé de nuevo la cabeza con dirección a mi carpeta pero me quedé con la vista a media altura.

Justo en mi mesa una chica castaña y rizada me miraba de frente y me sonreía como si fuera dueña de toda la alegría del mundo.

Maine

Mi amiga estaba sonrojada de pies a cabeza y acobardada por la simple presencia del chico rubio de la mesa del fondo.

—Lucía, por favor, dime que no te has mojado los calzones aún —reclame a mi amiga perdiendo la paciencia.

—Niega que parece un ángel caído.

Me quedé callada un momento, mentira no era.

El muchacho tenía el cabello rubio, ondulado y lo suficientemente largo como para atarlo en una pequeña coleta, a la distancia a la que estábamos no alcanzaba a verle bien la cara, pero podía distinguir que tenía la nariz afilada y la mandíbula más estructurada que mi vida y la de Lucía juntas. Tampoco podía distinguir el color de sus ojos pero apostaba un dedo a que eran de color azul.

—Es un hombre, controla tus hormonas —respondí al fin.

—Ve y pídele su número —soltó de la nada la pelirroja.

—Que vaya a... ¿qué? ve tú, eres la que se está desmayando solo con verlo respirar.

—¡Por favor! —chilló— ya estoy muy nerviosa, me voy a trabar cuando le hable.

—No —respondí sin más.

—Sólo coquetea un poco y sácale el número, por favoooooor.

—Que no, que vayas tú.

—Si vas... —se detuvo, a juzgar por su mirada estaba pensando en algo que me pudiera interesar —hago tus tareas de economía por... una semana.

Tentador, pero no lo suficiente.

—¿Quieres mucho ese número, eh? —cuestioné arqueando una ceja.

—Si, lo quiero, es guapo.

—¿Qué tal tres semanas? —siempre había sido astuta para negociar.

—No abuses.

—¿Dos?

—Hecho, pero ve ¡ya!

—Ya vengo — esboce una sonrisa triunfante y me dirigí a la mesa del rubiecito.

Zephyr

—Hola, tú —saludó la chica naturalmente sin borrar la sonrisa.

—Hola —contesté amablemente aunque un poco extrañado.

—¿Cual es tú nombre? —preguntó.

—Soy Zephyr, ¿y t...

No me permitió terminar la frase.

—Wow, ese de verdad es un buen nombre.

Tal vez era por mi mal humor, pero me pareció que la chica estaba exagerando demasiado sus gestos, cosa que me hizo poner una mueca inconscientemente.

—Es raro —dije sin ganas.

—Es único.

—Suena a nombre de perro —comenté volviendo a poner la vista en mi carpeta.

—A un doberman le quedaría increíble. —La chica seguía con esa sonrisa imborrable que ahora me parecía estúpida y comenzaba a irritarme.

Es decir, a mí me gustaba burlarme de mí nombre, pero si algo detestaba, era que alguien más lo hiciera.

—¿Te estás burlando de mi nombre? —hablé entre dientes.

—Tu te burlaste primero —La desconocida frunció levemente el ceño pero conservaba la sonrisa.

—¿Y eso te da derecho a burlarte de un nombre ajeno?

—Vaya, lo siento. Espero que el perro que lleve tu nombre no lleve también tu carácter —dijo lo último en tono más bajo.

—¿Quién mierda eres? —Ya no sabía si estaba molesto por la burla, o solo quería pelear con alguien.

—Soy una persona, ¿quién eres tú? —la mocosa ensanchó su sonrisa.

—Pues, otra persona.

—Por Dios, tenemos muchísimo en común...

—Me largo —corte a la chica y me levanté de mi asiento. No comprendía si era una especie de broma, pero definitivamente no tenía ni el tiempo, ni las ganas de quedarme para descubrirlo.

Maine

Menos mal que la apuesta del dedo la había hecho conmigo misma, porque al llegar cerca del muchacho me di cuenta de que sus ojos no eran azules, sino cafés, bastante bonitos a decir verdad, pero ya sería presa de Lucia.

—Oye, amigo, no la tomes conmigo. Yo no elegí tu nombre.

Estaba a punto de soltar una carcajada, pero tuve que reprimirla al ver la cara del tipo.

—Púdrete —masculló con sentimiento

Bueno, eso me hubiera ofendido en cualquier otra situación, pero en ese momento solo estaba cumpliendo mi parte de un trato.

Blondie, ¡espera! —llamé cuando el chico ya había dado dos pasos, no podía dejar que se fuera. Necesitaba su número.

—¿Cómo carajo me llamaste? —el joven se volvió repentinamente hacia la mesa en la que seguía sentada. Me acobardó al instante, desde mi perspectiva se veía jodidamente alto e intimidante.

—Rubio, en inglés —informé sin atreverme mentir acerca del significado —no te lo tomes personal, ¿si? se supone que seria gracioso.

—Déjame en paz.

—Como quieras... —el rubio volvió a encaminarse hacia la salida de la biblioteca —pero oye —fingió no escucharme, así que caminé para alcanzarlo.

—¡Hey! —exclamé una vez que estuve cerca del chico y comencé a caminar a la par —mi amiga cree que eres irresistible y de verdad quiere hablar contigo.

—No, gracias. Aléjate.

Ya se veía lo suficientemente irritado pero tenía que intentarlo de todos modos.

—¿Me darías tu número? —pedí con el tono de voz más inocente que encontré dentro de mí.

—¿Cual es tú puto problema?

Al parecer, el tono inocente no funcionó.

—Bien, le diré que perdiste tu teléfono.

—Genial.

—¿Puedo hacerte otra pregunta?

—No —afirmó el chico con tono rasposo.

—¿Vives en el campus?

El muchacho que hasta ahora se estaba esforzando por acelerar el paso se detuvo de golpe.

—Jódete, maldita acosadora —finalizó y se apresuró nuevamente, dejándome sin palabras, parada como estatua a unos metros de la entrada a la biblioteca.

Perfect MatchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora