Nueva Escuela, Nuevos Encuentros

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El sol apenas se asomaba por la ventana cuando mi despertador sonó. Me estiré lentamente, disfrutando de esos momentos en los que el mundo todavía parecía estar dormido.

Mis padres no estaban en casa, otra vez, ocupados con sus interminables viajes de negocios. Aunque a veces extrañaba la compañía, la verdad es que me había acostumbrado a la soledad. Era casi lo único constante en mi vida.

Me levanté de la cama y fui directo a la cocina. Nada de desayunos elaborados; no era lo mío. Saqué una taza de la alacena y preparé mi café puro, fuerte, sin azúcar. Algunos pensarían que era un gusto amargo, pero yo siempre había preferido lo auténtico, sin adornos. Si algo me gustaba, era mi libertad. La independencia era lo más importante en mi vida.

Mientras el aroma del café llenaba la cocina vacía, miré por la ventana y pensé en cómo había llegado hasta aquí. Nací en una familia de buen nivel y, siendo hija única, nunca me faltó nada. Viajes, experiencias, aventuras... Lo que quisiera. Mis padres estaban poco presentes, pero eso no me importaba demasiado. Yo siempre había sido libre de tomar mis propias decisiones, de crear mi propio camino. Habíamos vivido en tantas ciudades que el concepto de hogar se había difuminado. Al final, el mundo era mi hogar.

Me encantaba el aire libre, los deportes extremos, la sensación de adrenalina. Escalar montañas, hacer paracaidismo, surfear. Lo había probado todo. Para mí, la vida era eso: buscar lo emocionante, lo que te hacía sentir viva. Aunque, a decir verdad, la moda también ocupaba un lugar importante en mi vida. Podía ir de un día saltando en bungee a la tarde buscando el look perfecto para una salida nocturna. Mi estilo, a mi manera.

Terminé mi café y me dispuse a vestirme para el primer día de clases en el Colegio Françoise Dupont. Apenas me había mudado a París hacía una semana, pero ya había tenido un encuentro... peculiar. Con un tal Chat Noir, nada menos.

Sonreí con ironía al recordar su arrogancia. Creía que con unos coqueteos iba a hacerme caer, pero no sabía que yo no era de ese tipo. Nunca me habían gustado los chicos demasiado seguros de sí mismos. Me parecían predecibles. Aunque, claro, admitía que el tipo tenía algo. Ese algo que no quería admitir tan fácilmente.

Cuando llegué al colegio, todos parecían fijarse en mí. No es que me molestara, estaba acostumbrada a destacar de alguna manera. Apenas crucé las puertas, una chica de cabello rizado y gafas grandes se me acercó con una sonrisa amplia.

—¡Hola! Tú debes ser la nueva, ¿verdad? Soy Alya —dijo, y luego señaló a una chica un poco más baja, de cabello azabache recogido en dos colitas—. Y ella es Marinette.

Marinette me sonrió tímidamente, pero en sus ojos se notaba una calidez genuina. Nos saludamos y pronto comenzamos a hablar. Ambas eran simpáticas, fáciles de tratar. Alya no paraba de hablar, divertida y directa, lo cual apreciaba. Marinette, en cambio, era más tranquila y reservada, pero igual de amigable.

—Entonces, ¿qué es lo que te gusta hacer? —preguntó Alya, curiosa.

—Bueno, me encantan los deportes extremos —dije con una sonrisa—. Pero también disfruto mucho de la moda.

—¡¿La moda?! —intervino Marinette con entusiasmo—. ¡A mí también! De hecho, estoy trabajando en algunos diseños ahora mismo.

En ese momento, un chico alto con gorra y auriculares colgando del cuello se unió al grupo. Se presentó como Nino, el mejor amigo de Alya y, según noté, también su novio. Tenía una energía relajada y amigable, y pronto comenzamos a hablar de deportes, música y películas. Me cayó bien de inmediato; era el tipo de persona con quien era fácil llevarse.

Estábamos en medio de la conversación cuando un chico rubio de ojos verdes entró al aula. Era Adrien Agreste, el famoso modelo del que tanto había oído hablar. Parecía ser muy popular, lo cual me hizo rodar los ojos internamente. Pero, aun así, tenía un porte encantador, caminando con una seguridad tranquila y natural.

Tangled in the Night // Chat NoirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora