Lovino le dio mil y un vueltas al asunto, pero siempre llegaba al inicio. "¿Y ahora qué debía hacer?"
Su padre no estaba enterado de que lo había escuchado, pero no dudaba que en cualquier movimiento en falso este le descubriese. Ese día les dijo a los dos pequeños Vargas que tenían prohibido el ir al pueblo, Feliciano casi hace un berrinche. Por fortuna, se aguantó. Podía ser un idiota a veces, por no decir la mayoría del tiempo, pero sabía que tendría un buen castigo si no se comportaba.
Sin poder objetar absolutamente nada al respecto, siguieron con sus actividades de siempre. Los maestros particulares llegaban y les daban cientos de clases aburridas. Idiomas, etiqueta, cabalgata, matemáticas, historia,...
Sobra decir que la primera era la más odiada por Lovino, pues una de los idiomas que les obligaban a aprender era el alemán. Y él odiaba todo lo que tuviese que ver con ese idioma...o los originarios del reino de Herz. En cambio, Feliciano estaba feliz pues le gustaba ese reino y el idioma, aunque no lograba decir ni media palabra correctamente. En cuanto a cabalgar, esa era otra historia. Lovino se destacaba en esto, era bueno por naturaleza. Pero Feliciano era demasiado torpe.
Con solo decir dos de las muchas anécdotas...
*Un día, Feliciano se subió a su caballo. Su fratello le había ayudado a colocar la silla y demás. Lo único que debía hacer era subir y lograr que el caballo caminara. O mínimo, que se moviera. Y vaya que se movió....Feliciano dio un chillido cuando el caballo le miró, según él porque le daba miedo. Pero el caballo se asustó más y salió corriendo a toda prisa. El pequeño jinete no duró mucho, porque a los dos metros se cayó en pleno charco de lodo. Agradeció que simplemente fuese lodo.
*En una ocasión, el italiano menor quiso impresionar a su hermano mayor. Él mismo colocó la silla y la ató, intentando imitar cada paso que hacía Lovino en la misma tarea. Subió muy contento y satisfecho consigo mismo, chillando para que su hermano le viera. Cuando lo hizo..., el caballo caminaba en círculos, aburrido...Y la silla de Feliciano, junto a él, estaban de cabeza rozando el suelo.
¿Ven lo que les digo? No era muy bueno con los caballos. Por eso prefería los animales más pequeños y tiernos. ¡O pintar! Pintar no representaba ningún peligro para él.
Ese par de gemelos eran simplemente únicos. Una copia exacta del otro en cuanto apariencia, pero tan distintos en formas de ser.
Y era precisamente por esto que su padre decidió llamar a Lovino a su despacho.
Confundido por la repentina y molesta llamada de su padre y actual gobernante (o tirano), se dirigió a la entrada del castillo como le ordenaron. En el camino recibió varios saludos de los sirvientes, a los que respondió con un mudo asentimiento. En la entrada principal, encontró uno de los carruajes preparado para partir. El conductor le abrió la puerta, haciendo una reverencia. Lovino gruñó, subiendo y sentándose enfrente de su padre.
-¿Para qué me ha llamado, padre? – Preguntó con sequedad y silenciosa molestia por la última palabra. El hombre ni siquiera apartó su mirada de la ventanilla, mientras el carruaje empezaba a avanzar. Lovino frunció el ceño al notar que darían un paseo.
-En un futuro, alguien deberá tomar mi lugar. – Sus palabras destilaban indiferencia y un molestia mal disimulada. No parecía contento en pensar que tendría que dejar su puesto algún día. – Y tú, al ser el mayor de mis dos hijos, eres el que por derecho de nacimiento tendrá el trono.
Por un momento el temor invadió el interior del pequeño italiano. Si el loco de su bastardo padre quería algo, era capaz de llegar a extremos ilógicos para conseguirlo. Era algo que sabía a la perfección. Y si estaba tan poco cuerdo como creía, podría ser capaz de matarlo a él y a su hermano para que no hubiese un heredero que tomase su "apreciado trono" (vaya, lo quería más que a la sangre de su sangre) y así se lo quedaría hasta el día de su muerte. Aunque al final descartó la idea, era poco lógica. Si no había un heredero, ¿quién gobernaría después suyo? Aun así, el temor seguía presente.
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Mio Fratello
FanfictionA pesar de los celos que sintió de su hermano cuando eran niños, le quería. Mentiría si dijera que no se sintió solo en ocasiones o que sentía que todos preferían a Feliciano, pero esos pensamientos siempre se iban cuando su hermano le sonreía alegr...