「Cʜᴀᴘᴛᴇʀ 3」

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Capítulo tres:

❝ La muerte no es una mujer después de todo... ❞

Han Jisung.


Él simplemente se fue, luego de casi asfixiarme

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Él simplemente se fue, luego de casi asfixiarme. El portazo resonó con fuerza en mi cabeza cuando se marchó, como si quisiera aplastar mis recuerdos, haciendo que el dolor de cabeza incrementase.

La luz del sol golpeaba mi espalda mientras pasaba las manos por mi cuello, buscando algún alivio.

«Maldito Lee...», pensé, notando que el dolor iba en aumento, como si se lo estuviera tomando personal.

Entonces, recordé sus palabras.

Estaba en su propiedad. En la zona prohibida de Skaltia. El mismo lugar del que se rumoreaban mil historias de terror.

Miré a mi alrededor, como si de repente la habitación se hubiera vuelto más interesante.

«¿Cómo no lo noté antes?». Claro, estaba más ocupado ahogándome en mi desesperación como para observar mi entorno.

Estaba en la propiedad de Lee Vatra. Aunque él dijese llamarse Lee Minho.

Las paredes eran de un beige aburrido. El sol ya no estaba tan alto, lo que podía decir que serían las tres y media o cuatro de la tarde, o al menos era lo que podía deducir por la luz que entraba por la ventana.

Una cama de estructura de madera dominaba el centro de la habitación, acompañada de una pequeña cajonera a juego. Las sábanas blancas, antes cuidadosamente colocadas, estaban ahora tiradas en el suelo, contrastando con el oscuro suelo de madera.

Era todo. Ni un cuadro, ni una planta, ni una decoración que le diera vida al lugar. Todo era tan monótono que me daban ganas de salir corriendo y refugiarme en mi desordenada y colorida cabaña, lejos de este lugar.

Las marcas en mi cuello ardían como el infierno, pero no había espejo en el que verlas.

«¿Será real el mito de que los vampiros no tienen reflejo?», Negué. Estaba empezando a divagar demasiado.

Me levanté con cuidado y fui directo a revisar los cajones, buscando algún objeto útil, pero no había nada. Solo telarañas y polvo acumulado.

Una pequeña risa amarga escapó de mis labios. Me reía de mi estupidez, obviamente. Era imposible que ese vampiro fuera tan estúpido como para dejarme algo útil. Solo a mí se me ocurrían esas idioteces.

Aún estaba sumido en mi frustración cuando recordé un detalle que podría salvarme: no había escuchado el clic del seguro en la puerta luego que él saliera furioso. Con un poco de suerte, lo había olvidado.

Crimson Lips「Minsung」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora