Mary Ann/Bet Emoi

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Mary Ann es una joven y hermosa estudiante de 16 años cumplidos en Septiembre del año pasado, el año 1993. Estudia en Bellas Artes, siendo una chica muy dedicada a sus estudios.

Tenia unas manos dulces, que eran acompañadas de manera usual por una pulsera de color rosa.

Este año, dicho por su madre, iba a ser el año donde encontraría el amor, ya que ella consideraba que los diecisiete eran una edad perfecta para enamorarse y vivir al máximo. Sin embargo, por experiencias amargas y malos amores del pasado Mary Ann había decidido alejarse de estos rubros

Era ya Mayo, la gran ciudad se dejaba cubrir de flores tiernas color violeta, el ambiente era de un tono dulce, fragante. Se admiraban las flores moradas bailar entre el viento.

Las flores de este color eran algo característico de la ciudad.

Mary Ann trabajaba en una peluquería como ayudante. Siempre se mantenía productiva haciendo múltiples tareas. Este era un trabajo que había conseguido en verano. 

Se apoyaba en estos para pagar sus necesidad básicas y la colegiatura en Bellas Artes.

Mary Ann era muy apuesta, tenia una tez pálida que traslucía su alma inocente, unos ojos marrones de tamaño mediano que se asemejaban a las hojas caídas de otoño, labios rosas pequeños, y un cabello castaño oscuro precioso semejante al chocolate.

Sus cejas eran pobladas, su vestimenta casual, gustaba de usar vestidos que resaltaran su delicadeza. 

Llevaba maquillaje suave, algo de rubor tono coral en las mejillas que daba un efecto tierno que contrastaba con su personalidad fuerte e independiente, solitaria. Gustaba del brillo labial, pero prefería el tono coral matizado.

Tenia unos lunares en la cien, los cuales cubría de mechones ya que le causaban mucha inseguridad, pese a ello su madre Ellie le recalcaba que era lo mas lindo que podía tener.

Aunque no se llevaban excelente, habían momentos de madre e hija dignos de una película, como el momento donde Mary Ann no podía dormir esperando a su padre la noche que se fue, a lo cual Ellie se las ideo para distraerla, haciendo una noche de helados, donde junto a unos dulces que guardaba para Halloween hizo una mezcla deliciosa mientras miraban películas de princesas. Así de pequeña era Mary Ann cuando su padre huyo cobardemente.

Por su desconfianza a los demás y miedo a ser defraudada Mary Ann era una chica de pocos amigos, muy adentrada en si misma. Pasaba sus mejores y peores ratos en soledad, acompañada de gruesos libros de estudio, el estrés y la suciedad hartante de la rutina en la que se veía hundida.

El objeto que jamás dejaba era su pulsera, la guardaba en un estante gigante en su habitación, este había sido regalo de un muy viejo amigo de la primaria, de quien su paradera desconocía.

En este estante además se hallaban sus dibujos, acuarelas, bolas de papel con poesía en ellas, pero que no habían alcanzado la belleza que se buscaba plasmar. Mary Ann era muy, por no decir demasiado perfeccionista.

Era muy seria, no sonreía mucho en el día a día. No se sentía del todo feliz,  era fácil notar que estaba insatisfecha con su vida, con su adolescencia poco vivaz, carente de emociones.

Tal vez se debería a la ausencia de una figura paterna, vivía sola desde muy niña con su madre de nombre Ellie, quien solo pensaba en noches de fiesta, alcohol, amistades de una sola noche, por no decir otra cosa. Capaz por ello había adquirido esa personalidad madura, o actuaba como una persona adulta siendo tan inocente e ingenua, sin saber casi nada de lo que realmente había afuera. Desconociendo del mundo.

Sus únicos pasatiempos eran salir a la calle de vez en cuando para dirigirse a la cafetería a leer, observar el paisaje callejero, trabajar, estudiar, y escribir acerca de lo que sentía a menudo.

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