XXX.FIN.

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Las risas y la música llenaban el lugar, creando un ambiente brillante. Los techos decorados hacían que uno se sintiera en las nubes, y las flores avivaban el entorno con su fragancia y colorido. La extravagancia del lugar era un reflejo de la importancia de las personas celebradas. Sin embargo, había algo curioso: los recién casados no parecían estar por ningún lado. Los invitados no se habían percatado, ya que Wei Wuxian había estado recorriendo el lugar casi toda la noche, conversando con viejos conocidos o saludando a los amigos de Lan Wangji. Pero ahora, con la mayoría de los asistentes ebrios, fue fácil perderle la pista.

—¿Dónde crees que estén? —preguntó Jiang Cheng, mirando hacia la mesa donde se suponía que los novios deberían estar sentados.

—Quizás huyeron —contestó Lan Xichen con una suave sonrisa en los labios, las mejillas enrojecidas, mientras descansaba la cabeza en el hombro de su esposo.

—O están por ahí, con Wei Wuxian intentando emborrachar a Lan Wangji —dijo riendo al imaginar la escena.

—Deberíamos agradecer que no se comprometieron ni se casaron en secreto, como nosotros. La señora Yu nos mataría si se entera —confesó Lan Xichen entre risas, olvidando por completo que estaban en una boda rodeados de oídos curiosos.

—¿Estás borracho, Xichen? —preguntó Jiang Cheng, tomando el rostro de su esposo entre las manos.

—¡Claro que no, nada de nada! Estoy tan fresco como una lechuga. ¡Mira, ahí están! —gritó Lan Xichen, señalando detrás de Jiang Cheng con una gran sonrisa.

—¡Hermanito! —llamó Wei Wuxian mientras corría hacia ellos.

—Wei Wuxian, arréglate el traje. La gente pensará que fuiste a... agasajarte con Lan Wangji —dijo Jiang Cheng, observando cómo su hermano llevaba el traje completamente desalineado. —¿Te faltan dos botones?

—No pensarían mal —contestó Wei Wuxian con descaro—. Es mi esposo; puedo hacer lo que quiera con él, ¿verdad, Lan Zhan?

—Mmm —asintió Lan Wangji con su característica obediencia. Su aspecto pulcro había quedado atrás: el cabello despeinado, sin saco ni chaleco, y con las orejas y el cuello completamente rojos.

—No te pongas celoso, hermanito. Cuando tú y el cuñado se casen, podrás hacer lo que quieras con él —bromeó Wei Wuxian, sonriendo con burla mientras sostenía una copa.

Jiang Cheng rodó los ojos ante las palabras de su hermano. Era un desvergonzado total.

—Pero si nosotros ya estamos... —las palabras de Lan Xichen fueron cortadas por las manos de Jiang Cheng.

—¿Qué? ¿Por qué no dejas hablar al hermano Xichen? —preguntó Wei Wuxian, extrañado.

—Está diciendo tonterías. Está borracho —respondía Jiang Cheng sin mirar directamente a su hermano.

—Mmm, bueno. Venía a despedirme. Nos iremos ahora para tomar el crucero —anunció Wei Wuxian con una gran sonrisa.

—Diviértanse y no se la pasen solo en la habitación.

—Espera, necesito que te sacrifiques —dijo Wei Wuxian con una sonrisa traviesa—. Antes de que te niegues, no quiero que los periodistas sepan en qué crucero vamos. ¿Qué mejor que distraerlos con Jiang Wanyin, quien no ha mostrado su cara desde que dejó el mundo del entretenimiento?

—Wei Wuxian, tienes una fiesta llena de grandes celebridades a quienes podrías sacrificar. Podrías decirle a Xiao Xingchen y Song Lan que salgan abrazados; los medios han estado ansiosos por fotografiarlos —respondía Jiang Cheng, soltando a Lan Xichen.

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