El liceo San Rafael era como un ecosistema bien definido: cada quien sabía su lugar, y el mío siempre había estado al margen. Siendo sincero, nunca me importó demasiado. Mientras otros pasaban el día preocupándose por quién les hablaba o qué decían sobre ellos, yo solo me centraba en mis libros y en sobrevivir otro día más entre clases. No era popular ni atlético, y eso estaba bien. Pero también sabía que, si no fuera por Jonada Ferrer, probablemente ni siquiera existiría en la memoria de la mayoría de los estudiantes.
Jonada era todo lo que yo no era. Era alto, fuerte, y no necesitaba esforzarse demasiado para que las chicas lo miraran o para que los profesores lo dejaran pasar con un aprobado. Siempre con una sonrisa fácil y esa actitud despreocupada que parecía resolverle la vida. Era mi opuesto en casi todos los sentidos, y aún así, éramos inseparables. Nadie lo entendía, ni siquiera yo del todo, pero desde niños habíamos compartido un lazo que ninguna burla ni comentario podía romper.
La gente no perdía la oportunidad de hacer comentarios. "¿Qué haces todo el día con él?", me soltaban algunos chicos, insinuando más de lo que debían. "Ya parece tu novio", decían, riéndose entre ellos. Siempre me decían que me alejase, que era raro vernos tan juntos. Pero, aunque esos comentarios a veces se me quedaban pegados en la cabeza como un chicle bajo el zapato, yo siempre hacía lo mismo: los ignoraba.
A Jonada, en cambio, parecía no afectarle en absoluto. Para él, la vida siempre era simple. Si alguien intentaba molestarme, él se reía y los alejaba con una mirada o una palabra. Nunca lo vi realmente enojado por algo que decían de mí o de nosotros. Quizá por eso siempre lo admiré tanto. Él me protegía de los idiotas que veían en mí un blanco fácil, mientras que yo le ayudaba con los estudios, porque, seamos sinceros, Jonada y los libros no se llevaban bien.
Muchos se preguntaban por qué yo seguía a su lado, aguantando todo el peso de ser el amigo del "chico popular". La respuesta siempre era la misma para mí: Jonada era lo más cercano que tenía a una familia en esa escuela. A pesar de todas nuestras diferencias, él nunca me dejó solo. Mientras los demás me llamaban "marica" o "raro" por pasar tanto tiempo con él, a Jonada no le importaba, y a mí tampoco. Sabía que, mientras estuviera a su lado, nada me haría daño.
Había una tranquilidad extraña en saber que, aunque no encajaba con los demás, al menos con Jonada sí lo hacía. A veces, mientras caminábamos juntos por los pasillos, me preguntaba qué pensaría él de nuestra amistad. ¿Notaba él las miradas? ¿Escuchaba los comentarios que los otros chicos lanzaban cuando creían que no estábamos prestando atención? Pero siempre me quedaba con las mismas dudas. Jonada nunca mencionaba nada, y yo tampoco sentía la necesidad de hablarlo.
Así éramos. Un dúo extraño. Un chico atlético y popular, y su sombra intelectual que, sin decirlo en voz alta, sabía que si no fuera por él, estaría solo. Y quizás eso es lo que más valoraba de nuestra amistad: la compañía que me daba, sin pedir nada a cambio.
El viaje de fin de curso era la excusa perfecta para que todos en el liceo se liberaran del estrés de las clases y los exámenes. Claro, para la mayoría eso significaba pasar tiempo entre amigos, coqueteos y, obviamente, evitar cualquier tarea académica. Para mí, sin embargo, era más complicado. ¿Cómo disfrutaba una persona como yo de un campamento escolar, donde el deporte y las actividades físicas dominaban todo? De no ser por Jonada, ni siquiera habría considerado ir. Pero como siempre, él me convenció con una sonrisa despreocupada y promesas de que la pasaríamos bien. "Va a ser divertido, Stiw. Necesitas aire fresco", me dijo mientras echaba su brazo por mis hombros.
No sé si "divertido" era la palabra correcta, pero ahí estábamos. En medio de un bosque que, para ser sincero, parecía sacado de una película de terror. Árboles altos y espesos, el sonido del río corriendo no muy lejos, y una extraña tranquilidad que no encontraba en la ciudad. Las tiendas de campaña se alineaban a lo largo de un claro en el bosque, y el aire olía a tierra mojada.
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EXPEDIENTE: Escolar
RomanceNo sé que hago haciendo está historia, tal vez ni se publique pero estoy aquí haciendo está descripción, si algún día logras leerla siente afortunad@ por qué tal vez seas el ultimo en leerla.