El sol apenas se había levantado cuando Jennifer despertó con una mezcla de nerviosismo y repulsión. Las imágenes de la noche anterior, cuando aceptó la propuesta del hombre elegante, aún flotaban en su mente. Durante el trayecto hacia el lugar que le habían indicado, un loft ubicado en un polígono industrial a las afueras de Barcelona, sintió cómo su estómago se retorcía de incertidumbre. No podía dejar de pensar en lo que estaba a punto de hacer, en cómo había llegado hasta ese punto.
El lugar no era lo que esperaba. El loft era amplio, con muebles modernos y un ambiente limpio, algo completamente distinto a la pensión húmeda y oscura donde vivía. Una de las primeras cosas que notó al entrar fue la cámara. No era grande, más bien discreta, y estaba colocada en una esquina del cuarto, casi como si intentaran hacerla pasar desapercibida. El hombre que la había contactado la esperaba ahí junto con el actor que sería su compañero en esa primera escena.
El actor era un hombre mayor, probablemente en sus cincuenta, calvo y con una apariencia que no encajaba del todo con lo que Jennifer había imaginado cuando pensó en la industria del cine adulto. A pesar de su edad, tenía un rostro agradable, con rasgos que podrían haber sido atractivos en su juventud, aunque para Jennifer, lo único que sentía era un profundo desagrado. No obstante, trató de mantener la calma. Era parte del acuerdo, y ahora que estaba allí, sabía que no podía echarse atrás.
Antes de comenzar, se sentaron en un sofá, y el hombre que los había reunido les explicó las reglas del "rodaje". Quería asegurarse de que todo estuviera claro para evitar cualquier malentendido.
—Jennifer, antes de comenzar, queremos saber un poco sobre ti. ¿Qué tipo de experiencias has tenido hasta ahora? —preguntó el hombre con voz tranquila, pero profesional.
Jennifer respiró hondo antes de responder. Era una conversación que nunca pensó que tendría en un ambiente como ese, pero intentó hablar con naturalidad, como si fuera una simple charla.
—He tenido varias relaciones sexuales... pero todas han sido de forma tradicional —comenzó, sintiendo cómo las palabras se le atascaban en la garganta—. Nunca he hecho nada... fuera de lo común. No he probado tríos ni nada anal. Siempre ha sido lo que la mayoría consideraría "normal".
El hombre asintió, tomando notas mentales mientras la escuchaba.
—Está bien, no te preocupes. Aquí respetamos lo que te haga sentir cómoda. —Luego, cambió de tema—. Solo una pregunta más antes de continuar: ¿Tienes alguna enfermedad de transmisión sexual que debamos saber?
Jennifer negó con la cabeza rápidamente.
—No, que yo sepa, no tengo ninguna enfermedad —respondió, tratando de sonar segura.
—Perfecto —respondió el hombre—. Vamos a tomar todas las precauciones necesarias. Habrá preservativos y cualquier cosa que necesites para estar tranquila.
El actor, hasta entonces en silencio, intervino con una sonrisa amable.
—No te preocupes, Jennifer. Haremos esto de la forma más sencilla y rápida posible. Todo va a estar bien.
Aunque las palabras del hombre mayor eran tranquilizadoras, Jennifer no podía sacudirse la incomodidad que sentía. No era solo la situación en sí, sino también el entorno en el que estaba. A pesar de la amabilidad de quienes la rodeaban, no dejaba de ser un escenario completamente ajeno a lo que alguna vez imaginó para su vida.
Finalmente, llegó el momento de empezar. La cámara ya estaba encendida, pero no había un camarógrafo. El actor la había colocado en una esquina, asegurándose de que captara toda la escena sin que la presencia del dispositivo se sintiera intrusiva. Jennifer apreció ese gesto, pues al menos no tendría que lidiar con alguien observando cada uno de sus movimientos de cerca.
Cuando la escena comenzó, Jennifer trató de desconectar su mente de lo que estaba ocurriendo. Se concentró en su respiración, en el sonido de la música suave que habían puesto para crear un ambiente más relajado, y en la voz calmada del actor que intentaba hacerla sentir cómoda. Aunque todo fue consensuado y se tomaron las precauciones prometidas, no pudo evitar sentir una profunda repulsión por lo que estaba haciendo.
Ella intentaba imaginar que estaba con alguien que había conocido una noche de discoteca.
El tiempo transcurrió más rápido de lo que pensaba. Tal y como le habían dicho, la escena duró unos diez minutos. Cuando todo terminó, el actor se levantó, desenfundó el preservativo con discreción y le sonrió, agradeciéndole su participación con una formalidad que a Jennifer le resultó extraña, como si acabaran de cerrar un trato de negocios.
Jennifer se vistió rápidamente, deseando salir de allí cuanto antes. Pero antes de que pudiera marcharse, el hombre que la había contratado se acercó nuevamente, con una expresión seria pero no amenazante.
—Lo has hecho bien para ser tu primera vez en este mundo —le dijo con un tono que casi sonaba a cumplido—. Si quieres continuar, puedes hacerlo a tu propio ritmo. Mañana tendremos aquí a otras chicas que también están empezando. Sería una buena idea que vinieras y hablaras con ellas, podrías aprender algunas cosas. Este lugar, —hizo un gesto con la mano señalando el loft— está abierto para ti siempre que lo necesites.
Jennifer asintió, pero no dijo nada. Sus pensamientos estaban lejos, tratando de procesar lo que acababa de ocurrir.
—Oh, por cierto —añadió el hombre antes de que ella se fuera—, tu video lo podrás encontrar en internet en unos días. Si quieres ver cómo ha quedado, solo avísame, y te doy la página.
Aquellas palabras cayeron como un balde de agua fría sobre Jennifer. Saber que su imagen, su cuerpo, y esa parte de su vida quedaría registrada en la red, accesible para cualquier persona, era una realidad que no había considerado del todo hasta ese momento. Sintió una punzada de arrepentimiento, pero ya era tarde. El video existía, no lo tenía ella, y aunque le daba asco, había aceptado conscientemente. Ahora tenía que vivir con ello.
Saliendo del loft, el aire frío del polígono industrial le golpeó el rostro. A pesar de que el lugar estaba bastante alejado de la ciudad, sentía el peso de la vida urbana en cada paso que daba. Mientras se alejaba, no podía dejar de pensar en lo que le esperaba. Había conseguido los 250 euros prometidos, pero a costa de un pedazo de su dignidad, o al menos eso le parecía en ese momento.
Caminó en silencio hasta la parada de autobús más cercana, intentando procesar lo que acababa de hacer. Sabía que necesitaba el dinero, sabía que su adicción y su estilo de vida la habían llevado hasta ese punto, pero también sabía que algo en su interior había cambiado. No era solo el asco que sentía por la escena, sino también la sensación de que había cruzado una línea de la que no sabía si podría regresar.
Al llegar a su pensión, se derrumbó en la cama tras ducharse varias veces. Las humedades en las paredes, el frío penetrante y el sonido lejano de la ciudad la rodeaban, haciéndola sentir más sola que nunca. No sabía qué haría al día siguiente, si volvería al loft para hablar con las otras chicas o si intentaría distanciarse de ese mundo. Pero algo en su interior le decía que esa decisión ya no era tan simple, necesitaba ese dinero fácil, y su vida no le importaba tanto a nadie.
Barcelona, que alguna vez había representado la promesa de una nueva vida, se estaba convirtiendo en una jaula.
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La huella de la libertad : Ecos de un pasado turbulento
Science Fictionla historia de una joven con una vida muy difícil que termina de actriz de cine adultos, y relata los pasos de su vida desde su infancia a la jubilación, está historia el guión argumentos y la historia las elijo pero la redacción me ayuda gpt para...